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Estados Unidos entre dos propagaciones incontrolables: Protestas y Pandemia

No hay preguntas estúpidas, ¿Acaso Trump encabeza la marcha hacia una dictadura presidencial?

Autor:

Juana Carrasco Martín

«Nuestras comunidades más vulnerables están hambrientas, desesperadas y bajo un enorme estrés emocional. El pueblo estadounidense quiere la acción del Congreso y la quiere AHORA», así dijo el senador Bernie Sanders.

El político independiente que hizo campaña para intentar ser el candidato demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, consideró que con más de 100 000 muertos por la Covid-19 y una crisis económica que emula a la de la Gran Depresión, es «incomprensible» que el jefe de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, siga retrasando la aprobación de un nuevo paquete de ayuda económica que se necesita con urgencia.

A principios de mayo, una ley que han denominado HEROES —y que Sanders considera aún insuficiente—, fue aprobada ya por la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, y con los 3 billones de dólares ampliarían los beneficios de desempleo, la ayuda federal a los gobiernos estatales y locales, a las pequeñas empresas y a la atención médica, pero un McConnell sin apuro alguno ha dicho al respecto que esperarían otro mes: «Estamos echando un vistazo cuidadoso a un cuarto y último proyecto de ley».

Sanders ha insistido en la situación con declaraciones y tuits bien reveladores:

«Seamos claros. Estamos en medio de la peor crisis económica desde la Gran Depresión»… «Más de 100 000 estadounidenses han muerto a causa del coronavirus, 40 millones de estadounidenses han perdido sus empleos, millones han perdido su seguro de salud y la gente de todo el país se enfrenta al hambre y al miedo a ser desalojados de sus hogares».

«De esto se trata el capitalismo sin restricciones», tuiteó. «En los últimos 30 años, el 1% superior aumentó su riqueza en 21 billones de dólares, mientras que el 50% inferior perdió 900 000 millones de dólares, y la pandemia sólo ha empeorado la desigualdad. Necesitamos una economía que funcione para todos, no sólo para los pocos».

Este lunes las cifras de Estados Unidos por el nuevo coronavirus son escalofriantes: más de 26 000 muertes solo en los hogares de ancianos; 1 790 191 contagiados, 104 383 fallecidos…

Racismo, un problema estructural

En medio de esa crisis, uno de los mayores problemas estructurales del capitalismo, elevado a la máxima potencia en Estados Unidos, estalló: el racismo y la brutalidad policiaca, que busca especial y predilectas victimas en la población negra de ese país. En esta ocasión fue el asesinato por asfixia en Minneapolis de George Floyd, y se ha desatado una protesta generalizada, de consecuencias aún impredecibles, en las principales ciudades, incluida la capital Washington, donde los manifestantes desafían la represión justo a las puertas de la Casa Blanca.

En la noche del domingo, las luces se apagaron en la mansión ejecutiva por primera vez desde 1889 —cuando era presidente Benjamin Harrison, quien por cierto, al igual que Donald Trump recibió menos votos en las urnas que su rival Cleveland, pero se agenció el Colegio Electoral con 233 de 168—. El presidente Donald Trump y familia fueron llevados al bunker de la sede del máximo poder político, y la policía del Distrito de Columbia fue reforzada con la Guardia Nacional, agentes de la DEA (la tropa antinarcóticos), del cuerpo de los Marshals y del Servicio Secreto.

Disparos, balas de goma, gases lacrimógenos, ataques auditivos no pudieron detener a los manifestantes. Tampoco las engañosas, manipuladas y también amenazantes declaraciones del mandatario buscando culpables entre quienes se han convertido en multiplicada y multirracial voces de la población negra.

En estos días turbulentos, uno de los tuits incendiarios y provocadores de Trump con una sola palabra sin explicación alguna ¡CHINA!, también menciono «anarquistas», «la izquierda radical», «los antifa (antifascistas)» de quienes dijo serán considerados legalmente «terroristas», saco a la palestra hasta los «ocupa de Wall Street», las «fake news de los medios, que dijo «fomentan odio y anarquía», «gente mala con agenda enfermiza», y hasta llamo a «voluntarios» que quieran llevar «la ley y el orden».

Los seguidores ultras de Trump inundan también las redes y el Presidente los retuitea, como el comentarista conservador, ex agente del Servicio Secreto, candidato político fracasado e «influencer» en la radio, Daniel Bongino, quien en un tuit dijo: «La izquierda radical formalmente se divorció de América anoche. Ellos son terroristas domésticos y enemigos de Estados Unidos. Ellos deben ser tratados como tal».

O de este otro showman radial de la derecha, Buck Sexton

@BuckSexton quien decía el sábado: «Esto no va a parar hasta que los tipos buenos estén dispuestos a usar la fuerza aplastante contra los tipos malos».

De hecho, el trumpismo está desplegando una mayor violencia policiaca contra quienes protestan por la violencia policial. He aquí algunas muestras que Slate publicaba este lunes:

La policía lleva sus carros blindados SUV contra manifestantes en Brooklyn, Nueva York.

La Guardia Nacional y agentes locales disparando balas de pintura en un barrio residencial contra personas paradas en los portales de sus propias viviendas en Minneapolis, Minnesota.

Vehículos blindados de S.W.A.T. y líneas de la policía antidisturbios en Columbia, Carolina del Sur y otros lugares, actúan contra las protestas.

Unidades de policía disparando balas de goma y gases lacrimógenos a los manifestantes arrodillados y no violentos en Dallas, Texas.

La policía antidisturbios golpea a un anciano caminando con bastón en Salt Lake City, Utah.

El domingo, cuentas en Twitter de medios y periodistas denunciaban que se habían producido al menos 50 incidentes en varias ciudades estadounidenses donde se arrestaba, amenazaba, disparaba gases lacrimógenos o balas de goma contra equipos que daban cobertura a las manifestaciones.

No es nada nuevo la militarización de la policía estadounidense y su destino se está viendo ahora en las calles, al mismo  tiempo, sin que ocupe lugar en los medios ocupados en describir el terrible escenario de odio y violencia desplegado y estimulado por Trump, otras medidas que conducen a una presidencia dictatorial se están produciendo.

Esa misma dirigencia republicana del Senado que dilata la discusión y la aprobación de ayuda para los más necesitados en la crisis económica multiplicada por la pandemia del nuevo coronavirus, empuja la aprobación de una peligrosa ley que le daría a Donald Trump «terroríficos» poderes de espionaje y vigilancia que —aseguran organizaciones de derechos humanos— erosionan las libertades civiles. Libertades civiles que como vemos las minorías étnicas no han podido conseguir a plenitud.

Para no pocos hombres y mujeres de pensamiento en EE. UU., la democracia en su país se diluye y ese temor engordó con la llegada a la Casa de Donald Trump, recordemos que desde el mismo día de su asunción, hubo manifestaciones en toda la nación donde los carteles enarbolados decía «No my President» (No es mi Presidente).

Trump, en un tuit de este lunes dejo ver cuál es su horizonte «NOVEMBER 3ERD.». Solo le interesa ese martes a cinco meses vista en que la ciudadanía se pronunciara en las urnas. Hay advertencias de que hasta podría suspender el proceso electoral y el énfasis en sus declaraciones lo pone en desacreditar el voto a distancia, el voto mediante el correo, donde cree que los demócratas podrían jugarle una mala pasada.

El filósofo y activista de justicia social Doctor Cornel West, profesor en la Universidad de Harvard, ha dicho que Estados Unidos está presenciando en este momento una «tormenta perfecta», donde a la indignación por el asesinato de George Floyd —el más reciente en una larga lista—, se una la injusticia de las necesidades humanas, el racismo y la desigualdad que el capitalismo no puede solucionar.

Lo cité en un trabajo anterior y reitero la definición del profesor West: «Cuando se habla de las masas de negros —los preciosos negros pobres y de clase trabajadora, marrones, rojos, amarillos, cualquier color— son los que quedan fuera y se sienten tan completamente impotentes, indefensos, desesperanzados, entonces se obtiene rebelión».

La mirada hay que ponerla también a la distancia. Trump sigue amenazando a otros países, se sacude sus culpas, rompe pactos y tratados, airea guerras y nuevas provocaciones, amenaza, sanciona, insulta, cuando el mundo en su gran mayoría busca cooperación, colaboración y soluciones conjuntas atemperadas a las incertidumbres y los males que está provocando y dejando como incógnitas la pandemia.

Los ánimos caldeados no se circunscriben a Estados Unidos, y ahora resulta que las manifestaciones, violentas y pacíficas, que sacuden a su territorio se extienden a otros lares en apoyo y solidaridad con la población negra estadounidense.

EE. UU., foco de la pandemia global del SARS-Cov-2, se está transformando también en centro neurálgico de un descontento generalizado, y las interrogantes sobre el futuro inmediato y mediato crecen...

Mucha tela por dónde cortar para la fábula del rey desnudo o el traje nuevo del emperador, en la que se puede colegir «no hay preguntas estúpidas».

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