Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Almeida: la melódica presencia que nos acompaña

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

Ya suman 11 años desde que el rigor y la ternura de su mirada retornaran a las invictas montañas del Tercer Frente, para seguir iluminando cada amanecida.

Y digo retorno, porque desde septiembre de 2009 el cuerpo del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque fue sembrado entre las montañas a las que regaló la libertad, pero su alma era hace mucho tiempo santiaguera.

Nació en La Habana, pero se sentía hijo de este lado cubano, y así lo declaró muchas veces. «Yo soy como los santiagueros, que dan vueltas y vueltas y regresan. Santiago es mi musa», le promulgaría más de una vez a José Camejo Acosta, su cercano colaborador aquí por muchos años.

Por eso la provincia que le acogió como un vástago entrañable, nunca ha dejado de sentir su cálida presencia. Así lo asumen por ejemplo los Estudios Siboney de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), los mismos que fundó para amplificar y preservar el patrimonio musical del Oriente y que 40 años después siguen oxigenando aquella máxima tan suya: «Llevo la música en el alma».

Los rojos tejados del Tivolí recién rehabilitados, el parque Céspedes con luces nuevas, el Moncada y la Gran Piedra, aún conservan la impronta de su cuerpo asomado a un balcón del hotel Casa Granda, acariciando el mar con la mirada y cada acción de rehabilitación en los monumentos  que trazan la ruta de los asaltantes al Moncada, en la carretera de Siboney, busca estar a la altura de sus desvelos.

El bolero, el son, la conga: la música oriental y los afamados carnavales santiagueros le deben el ímpetu de quien los defendió desde su fina sensibilidad de artista. La historia que se acuna en este lado cubano encontró en él al apasionado defensor de sus mejores pasajes y sus hijos caídos, el más devoto guardián de su memoria.

Quienes tuvieron el privilegio de acompañarlo en las disímiles y complicadas tareas que asumió aquí como delegado del Buró Político en la antigua provincia de Oriente, no olvidan que les legó un estilo de dirección basado en el ejemplo, el rigor, el humanismo y el contacto directo con la gente, que ha marcado pautas  hasta hoy y es paradigma para quien intente conducir con certeza a los habitantes de esta región.

Dirigió aquí con el carisma del jefe que no admitía chapucerías, el dirigente apegado a la gente simple, que sin alardes enfrentaba directamente los problemas hasta solucionarlos, luchaba contra los errores, no contra los hombres y enseñaba a ser exigente, puntual, concreto y justo.

Las invictas montañas del Tercer Frente Mario Muñoz, que lo vieron erguirse como Comandante y guerrillero, aún guardan la poesía de sus pasos, la melodía de su música y se respira el cariño que sembró con el fusil al brazo o tocando el corazón de su pueblo.

«Nunca le dije no al Comandante Almeida…», acostumbraba a repetir Titina, la hija de Apolinaria Biset, «Zurita», quienes pusieron familia, casa, cama y comida a su disposición. «Con el Comandante me hice hombre…», suelen enfatizar curtidos labriegos a quienes se les humedecen los ojos mientras cuentan a los nuevos de sus hazañas por los trillos de la serranía.

Quizá porque les enseñó desde su estatura, ganada con coraje, de uno de los íconos de la épica resistencia de la Patria; que es posible llegar a la cumbre sin olvidar los orígenes, sin traicionar la condición de humano de sólidos principios: sensible y cordial, leal y franco.

En el fragor de días difíciles demostró que en medio de disímiles responsabilidades es posible encontrar tiempo para caminar por las calles, cantar o polemizar en un parque, depositar una flor ante el compañero caído, ejercitar sus músculos, intentar descifrar los caminos del cocoyé y hasta una que otra noche asomarse a un balcón para contemplar el corazón de la ciudad.

En el Santiago que hizo suyo dejó su impronta, por eso siempre será la melódica presencia que acompaña a este lado cubano y el mejor acicate para seguir, sin rendirnos, defendiendo los sueños.

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