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Renacen barrios pobres de Maracaibo

La Revolución bolivariana se abre paso en los sitios más marginados de Maracaibo, capital de Zulia, estado venezolano fronterizo con Colombia

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 La vida flotante de Congo Mirador. MARACAIBO, Zulia.— Un bidón con orificio en el centro sirve al niño de improvisada canoa. Lo lanza al agua, salta al agujero, se acomoda adentro, y usa las manitas como remos.

En Congo Mirador toda la vida transcurre así, sobre el agua donde están los pilotes que sostienen las pobres casas, y en las lanchas y botes que sirven a los hombres para pescar y trasladar a los suyos de una a otra vivienda, a la escuela y al centro recreativo: la mesurada explanada de arena que imita una cancha deportiva, provista de breve espacio techado donde puede observarse el mostrador vacío y una mesa de billar.

La escasa tierra firme está reservada a la siembra de unos pocos cultivos... y al cementerio. Ya que han pasado la vida en el agua, los de la comunidad erigida en el caluroso sur del lago de Maracaibo conceden la poca tierra existente a los que mueren; quizá, como postrer derecho.

Resulta difícil imaginar que absolutamente todo pueda hacerse así. Sobre maderos enclavados en el lago están también la iglesia, y hasta los pequeños corrales que encuentran espacio en los portales para criar al cochino, dormitando al mediodía a la vera del hombre como un perro fiel, mientras aquel se hamaquea en el chinchorro.

Es lógico que los pequeños chapoteen antes de empezar a caminar, aunque últimamente no sea recomendable que se bañen tanto. Las aguas empiezan a contaminarse y es preciso tomar cuidados. Por eso muchas madres prefieren poner los peroles a llenar bajo algún aguacero cuando sus hombres no han podido ir al mercado, ni comprar el agua en botellas.

Pero allí nacieron abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y todos sus ancestros, y no es fácil hallar a alguien que sueñe un lugar mejor que aquel; con el lago de Maracaibo, extenso y ancho, como si fuera todo para ellos.

—Aquí tenemos la vida, nosotros no nos vamos. Van a hacer casitas en tierra... Tienen un proyecto bueno para acá —comenta uno de los vecinos.

«Nos gusta aquí, pues».

En contraposición con un abandono que ahora empieza a paliarse e hizo presa total de los palafitos hasta hace muy poco, los de Congo Mirador hablan de las clases que a pesar de la lejanía, también se imparten allí a sus hijos. Y reciben con entusiasmo la visita de los médicos de Barrio Adentro quienes, varias veces al mes, llegan a bordo de embarcaciones facilitadas por el Gobierno bolivariano.

Entonces la voz se corre:

—¡Lleven a los niños! Vinieron los doctores y van a sacar las muelas podridas, y a todito el que esté enfermo lo van a curar.

El consejo comunal, núcleo para una participación popular que da ahora a los venezolanos el derecho a debatir los problemas del vecindario y decidir sobre el desarrollo de la comunidad y sus inversiones, también está conformado.

Poco a poco deben vivir mejor aunque la presencia del golpista y vendepatria Manuel Rosales en la gobernación del estado de Zulia, del que Maracaibo es capital, entorpezca las acciones a favor de los desposeídos que desarrolla la Revolución, y quiera hacer de este territorio algo distinto a Caracas y al resto de Venezuela.

Por eso es importante lo que ocurra, también aquí, en las elecciones de noviembre.

Estos parajes tienen historia de resistencia.

Se narra que las comunidades autóctonas que poblaban estas latitudes a la llegada de España, hicieron imposible a los conquistadores la navegación, incluso muchos años después de la segunda invasión ibérica a Maracaibo en 1569 y por orden del gobernador de entonces, Pedro Ponce de León.

Hoy los descendientes de los añú y de los wayoo —habitantes originarios de estos contornos que se afirma nacieron de una misma raíz— están dispersos en todo Zulia, junto a otras etnias indígenas.

Pero las victorias frente a la conquista española no son parte de las más recurrentes historias en boca de los pobladores actuales de Congo Mirador sino los destellos, a veces con visos legendarios, del que llaman rayo de Catatumbo, en alusión al río que nace en la cercana Colombia y vierte allí sus aguas.

Víctimas del escamoteo de un pasado glorioso que también les fue arrebatado, la mayoría de los vecinos expresa al visitante el orgullo de vivir en el lugar describiendo las hermosas luces que matizan el cielo cuando hay tormenta, y avisan el estallido del famoso rayo.

Según los científicos, se trata de una descarga eléctrica real que ocurre de nube a nube unas 150 veces al año; nace en el noroeste colombiano y estalla al sur del lago de Maracaibo debido a las bajas presiones y a la existencia del metano en sus lagunas.

Es por eso perfectamente observable, como un haz de luz, en los palafitos. Pero los de Congo Mirador aseguran que nace allí.

Joven padre de varios hijos, Liovet, sin embargo, no habla del rayo y prefiere mostrar satisfecho la lancha con nuevo y aceitado motor que le facilitó PDVSA, mientras otros esperan los créditos que les ayudarán a que la existencia sea menos azarosa.

Consecuente con un derrotero social que desmiente la falsedad opositora de que Chávez «regala» el petróleo a los países vecinos, la empresa petrolera venezolana ayuda con sus ganancias a paliar la exclusión y la ignorancia de cinco siglos.

El «alcalde» del Marite

Nuevas casas ya se asientan sobre la tierra gracias a PDVSA. Cuando Luis Fuenmayor camina las calles aún polvorientas del Marite, los vecinos lo saludan y alguna doña hasta se asoma a la puerta con un café.

Todos lo quieren en uno de los barrios zulianos de más fea fama al oeste de Maracaibo y del lago, en lo que podría considerarse uno de los territorios otrora más abandonados de las afueras de la capital zuliana.

—Si se postulara a la alcaldía, gana —dice con sobrada razón Doña Zaida, una de las vecinas más activas en la localidad. Miembro de las patrullas, moviliza a los vecinos cuando llega alguna elección, y tiene el orgullo de que desde su casa habló por remoto con Chávez durante un Aló Presidente.

Y es que Fuenmayor ha dejado de ser solo el ingeniero civil que PDVSA puso a cargo de la construcción de las nuevas viviendas que ya se erigen en el Marite y le están dando al barrio un nuevo rostro... y otra razón de ser.

Echar abajo los ranchos de lata y cinc que conformaban ese asentamiento espontáneo fue para él y la treintena de luchadores sociales* que le acompañan, casi más difícil que edificar las casas nuevas.

Los cabecillas de la oposición zuliana encabezados por Rosales, propalaron la mentira de que, una vez derruidas las viejas chozas, los echarían afuera.

Fue el verbo convincente de Fuenmayor el que les persuadió de que la Revolución no los desamparaba. Por el contrario. Les enseñaba a vivir.

Ayudado por los jóvenes captó a los primeros vecinos para que trabajaran como constructores de sus propias viviendas, lo que ha sacado a decenas de hombres jóvenes y adultos de la llamada economía informal. Ha disminuido la delincuencia.

Ahora, todos los problemas del barrio se le consultan a Luis.

Que si hay un enfermo y es preciso llevarlo al médico, que si hay un muerto y la familia no tiene con qué pagar el funeral...

Aunque él no lo diga, la labor refundadora de Fuenmayor en el Marite puede ser más heroica que su resistencia, junto a otros profesionales y técnicos de PDVSA, cuando la gerencia oligárquica dictó el lockout que quiso sacar del poder al presidente Chávez, hundiendo la economía y la vida nacional.

En las aguas de Maracaibo tuvo el paro, precisamente, su estocada principal, cuando el buque-tanque Pilín León zarpó de su puerto, rompiendo el paro.

Miles de nuevos técnicos se improvisaron mientras muchos como Fuenmayor, ya adentro, trataban de articular un emporio paralizado por los gerentes huelguistas.

Alejado ahora momentáneamente de la extracción y el procesamiento del petróleo, los recuerdos fluyen en Luis, convertido en uno de los humildes garantes de que la ganancia del crudo, antes malapropiada por los oligarcas, se revierta en la población venezolana.

De la empresa petrolera salen los fondos para la compra de los materiales de construcción que se ponen en manos de los vecinos del Marite, y es PDVSA también quien trae a las empresas encargadas del contrato de los trabajadores en diversos tramos de la ejecución.

Disfruta Fuenmayor con el barrio que se transforma. No tanto por la comodidad ni la belleza de las nuevas y amplias casas ni el mejorado entorno, sino por el giro ostensible que está dando el hombre.

Es así como crece la Revolución.

*Trabajadores Sociales, miembros del Frente Francisco de Miranda.

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