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Fue escalofriante y no se lo deseo a nadie

Rubén Pino, Consejero Cultural y de Solidaridad en la Embajada de Cuba en Santiago de Chile ofrece su testimonio sobre el sismo de 8, 8 en la escala de Richter que azotó a esa nación

Autor:

Hugo García

Matanzas.— Otra catástrofe en el continente ha dejado en penurias a miles de familias: Haití primero, y ahora Chile, se ven impotentes ante la naturaleza.

Apenas supimos del devastador terremoto, nos comunicamos con Rubén Pino, Consejero Cultural y de Solidaridad en nuestra Embajada en Santiago de Chile, quien nos dio detalles de lo acontecido y de la situación de los compañeros de la sede diplomática cubana.

«Por suerte, no hubo accidentes ni daños ni pérdidas de vidas humanas entre nuestro personal; solo algunas roturas de equipos, cuadros, televisores, mesas que se rompieron con el replicar y la intensidad del terremoto», nos dice.

«Los estragos comienzan a verse en los telediarios, y nosotros, junto a nuestros colegas del cuarto piso, esperamos que amaneciera para, sin peligros con el tráfico, irnos juntos a la Embajada y preocuparnos por todos los compañeros de la misión».

«Ahora —continúa su diálogo casi al cierre de esta edición— estamos en casa de unos amigos, pues aún no tenemos corriente ni agua, y debemos esperar que se reajuste todo y vuelva a la normalidad,...y que no siga replicando».

Nos cuenta vía correo electrónico que desde el gran temblor no han dormido, y que no hay mucha confianza en hacerlo en la noche, por temor a las réplicas.

«Estamos bien, aún con el sobresalto de que se repiten las réplicas con relativa intensidad. Desde el terremoto de las 3:41 a.m. hasta ahora, se han dado unas diez  perceptibles.

«¡Fue escalofriante! y no se lo deseo a nadie. Betty y Javi dormían cada uno en su cuarto, y yo estaba despierto con Bettica en la sala; ella viendo TV y yo chateando con la delegación cubana que acaba de clasificar en el Festival de Viña del Mar, y me trasladaban las impresiones. Bettica fue quien se alarmó y me alertó: “Papá, está temblando”.

«Y no hice más que pegarme a la pared para percibir y tocar la posible vibración, y aquel apartamento comenzó a moverse y estremecerse como si fuera una caja de fósforos, agitada hacia ambos lados, y nosotros, por supuesto, ¡Se imaginarán!

«De inmediato abrí la puerta del apartamento y salí gritando para los cuartos a despertar a Betty y a Javi, y los conminé con gritos a que salieran con nosotros para el marco de la puerta principal del apartamento... Se imaginarán lo nerviosa e impresionada que quedó Bettica. Sus ojos trasladaban una desesperación e incertidumbre que solo pueden sentirlas quien lo vive, por no saber qué sucede en esos instantes en que te imaginas que te vienen encima los restantes siete pisos del edificio.

«Confieso, me impresioné tanto y temí tanto por la vida de ellos en esos segundos, que creo trasladé ese sentimiento a Bettica, sobre lo cual reaccioné cuando Betty reparó (más calmada y serena que yo) en que le estaba transmitiendo a la niña esa inseguridad mía...

«Repito, la inseguridad me lo dio el hecho de que yo estaba protegiendo y cubriendo en mis brazos a Bettica, pero Betty y Javi estaban muy lejos de mí, no los veía, y no quería estar lejos de ellos en ese instante.

«Todo eso duró dos minutos, pero fueron los más puñeteros y desagradables minutos que hemos pasado juntos, en una circunstancia como esa. Les juro que creía que moriríamos en ese instante,...y no les exagero.

«El solo hecho de que comenzaran a caerse cuadros, adornos, se sintieran crujir cristales y las puertas de todo el piso y los apartamentos vecinos, le impregnaba una inseguridad a uno, por no saber qué hacer y cómo proceder.

«Cuando se calmó, me puse un short y prácticamente los obligué a bajar con abrigos y lo mínimo de ropa, con tal de no perder tiempo y ponernos a resguardo en una plaza al frente del edificio.

«Ya unidos, soportamos un segundo batimiento antes de salir del tercer piso, y fue lo que me decidió a correr por las escaleras lo antes posible, poniendo a resguardo a los muchachos, aun cuando Javier se empeñaba en no querer bajar, pensando que no se repetiría».

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