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Visitan Danny Glover y Saul Landau a Gerardo Hernández

Glover, reconocido actor estadounidense, y Landau, escritor, periodista y miembro del Instituto de Estudios de Política, narran las incidencias de su encuentro con el luchador antiterrorista cubano, Gerardo, retenido injustamente en la cárcel de Victorville, California

Autor:

Juventud Rebelde

WASHINGTON, agosto 19.— Detalles de la visita realizada por el actor Danny Glover y el escritor Saul Landau a Gerardo Hernández, uno de los cinco antiterroristas cubanos encarcelados en Estados Unidos, fueron publicados en el sitio digital estadounidense Progreso Semanal, reportó PL.

Glover, reconocido actor estadounidense, y Landau, escritor, periodista y miembro del Instituto de Estudios de Política, narran las incidencias de su encuentro con Gerardo en la cárcel de Victorville, California.

Al entrar «Gerardo abraza y besa a su hermana (Chabela, que también participa de la visita), abraza a Saul y luego a Danny. Le da las gracias por su esfuerzo por liberarlo del hueco, donde estuvo 13 días a fines de julio y principios de agosto».

Comentan que «la temperatura en el hueco llegó a poco menos de 40 grados». Según les contó, Gerardo tuvo que echarse en la cabeza el agua que le daban para beber. Tal temperatura, «no me ayudó con mi presión alta. Ni siquiera podía tomar mi medicamento. Pero creo que me soltaron gracias a las miles de llamadas telefónicas y cartas de personas de todo el mundo», expresó a sus visitantes.

Fue a través de algunas imágenes de la TV, durante las recientes sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que pudo ver a su esposa, Adriana Pérez y, confiesan Glover y Landau, al referirse a ese momento «su sonrisa se esfumó».

«Es doloroso. Ella tiene 40 años y yo 45. No nos queda mucho tiempo para formar una familia. EE.UU. ni siquiera le concede una visa para visitarme. Se ha comportado con mucho valor y dignidad durante esta terrible experiencia», destaca la crónica.

Después de despedirse lograron observarlo «parado en atención contra un muro, junto a otro prisionero, cerca de una puerta que da al bloque de las celdas».

«Lo saludamos con el puño en alto. Él respondió igual. Su hermana le sopló un beso. Él sonrió ampliamente de forma tranquilizadora, como recordándonos: “Manténganse firmes”», concluye el trabajo.

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