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Diario de El Paso: El Post Mortem del caso Posada Carriles

El juicio a Posada Carriles en El Paso dará que hablar por décadas. A pesar de que la evidencia fue inobjetablemente sólida, el jurado de 12 paseños absolvió al acusado de todos los cargos en menos de tres horas

Autor:

José Pertierra

Abril 10, 2011. El Paso, TX.- Es un veredicto que dará que hablar por décadas. Asombró a muchos. Durante un juicio que duró tres meses, la evidencia era inobjetablemente sólida. Incluía grabaciones del acusado, en las cuales se le escuchó decir que era el autor intelectual de las bombas en La Habana y del asesinato de Fabio Di Celmo, el 4 de septiembre de 1997 en el Hotel Copacabana. Los integrantes del jurado oyeron la voz inconfundible de Posada Carriles confesar sus crímenes, en inglés y en castellano, y después lo escucharon mentir a Inmigración durante dos sesiones. Sin embargo, el jurado de 12 paseños absolvió al acusado de todos los cargos en menos de tres horas.  ¿Por qué?

Hay muchas razones. Aquí vamos a analizar solamente algunas.

Cargos equivocados

Los cargos que el Departamento de Justicia planteó para iniciar el proceso fueron absurdos. Cargos equivocados. Estados Unidos no lo acusó de haber ingresado ilegalmente al país, sino de haberle mentido a Inmigración cuando declaró que, aunque había entrado ilegalmente, lo hizo en una camioneta por la ciudad fronteriza de Brownsville, Texas —y no como alegaba el gobierno federal, en una embarcación por el río de Miami.

El Paso no se llama así por gusto. Los españoles lo bautizaron, cuando en el Siglo XVI se toparon con un valle en el desierto de Chihuahua, entre dos cordilleras montañosas, por el cual se les facilitaba el viaje hacia el norte. En ese valle, eventualmente fundaron dos ciudades hermanas: Ciudad Juárez y, al otro lado del río, El Paso.

El Paso

El Paso es ahora una ciudad fronteriza de más de medio millón habitantes. El 76,62% son hispanos, predominantemente de origen mexicano.  Desde las ventanas del quinto piso del edificio federal donde se encuentra el tribunal de la Jueza Kathleen Cardone podemos ver el Río Bravo y la ciudad mexicana de Juárez, de donde vienen muchos de los inmigrantes indocumentados que diariamente cruzan clandestinamente la frontera. La inmigración ilegal hacia los Estados Unidos no es un delito abstracto para los paseños. Es parte de su vida cotidiana. La abrumadora mayoría tienen parientes del otro lado, quienes eventualmente se establecen ilegalmente aquí en El Paso.

Un caso federal que duró tres largos meses y costó millones de dólares a Washington, para simplemente acusar a un indocumentado de haberle mentido a Inmigración, es un absurdo para cualquier paseños. Estos casos normalmente duran lo que dura un merengue en la puerta de un colegio, y ellos lo saben.

Incluso, el propio Posada Carriles admitió sin ningún problema haber entrado ilegalmente en el país. La cuestión no fue esa. El meollo de 7 de los 11 cargos es si había entrado en un bote por Miami o ilegalmente en un camioneta por la frontera mexicana. Who cares? ¿A quién le importa eso?, me han preguntado muchos en El Paso. Lo ven como una sanguanguería leguleya.

El jurado nunca se enteró de que Posada Carriles mintió para proteger a los co-conspiradores que lo ayudaron a ingresar a Miami en el barco Santrina. El código penal sanciona severamente al que ayuda a un terrorista a ingresar ilegalmente a Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno federal inexplicadamente nunca encausó a la tripulación del Santrina por haber ayudado a Posada Carriles a ingresar ilegalmente a Miami.

Las otra acusaciones contra Posada Carriles tienen que ver con las declaraciones que le hizo a los oficiales de Inmigración sobre el papel que jugó en la campaña de bombas contra Cuba en 1997. Pero el gobierno no lo acusó de terrorismo. Una de las bombas mató a un italiano de 32 años, Fabio Di Celmo, pero no acusaron a Posada Carriles de homicidio.

Washington solamente acusó a Posada Carriles de haberle mentido a Inmigración, al negar haber tenido que ver con esas bombas y con el asesinato de Di Celmo. La pregunta obvia es: ¿por qué? No me sorprendería que los integrantes del jurado se la hayan preguntado también. Los cargos en El Paso le restan seriedad a los delitos cometidos contra los cubanos en La Habana. ¿Se habrán preguntado si el gobierno solamente lo acusaba de mentiroso, porque las pruebas no eran suficientes para encausarlo por terrorista?

La jueza Kathleen Cardone

Tres veces trató George W. Bush de convertir a Kathleen Cardone en jueza. Primero en el año 1995, cuando Bush era gobernador del Estado de Texas. La nombró para el Distrito Judicial 383, pero al año siguiente la jueza Cardone perdió la elección. En 1999 surgió otra vacante en otro distrito judicial, y Bush la volvió a nombrar —pero la jueza Cardone volvió a perder la elección el año siguiente.

La derrotada jueza se dedicó a dar clases de derecho en un colegio comunitario paseño, y se metió a instructora de ejercicios aeróbicos en El Paso. En sus momentos libres, hacia campaña política para el Partido Republicano y para la candidatura de George W. Bush a la presidencia de Estados Unidos. En el 2003, el triunfante Presidente Bush la nombró jueza federal en El Paso, un puesto vitalicio que no requiere elección.

Esta jueza desestimó el caso Posada Carriles en el 2007, alegando que el gobierno había engañado y atrapado al acusado para que éste hiciera declaraciones falsas con el propósito de acusarlo posteriormente de perjurio. El Tribunal de Apelaciones revertió la decisión de la jueza Cardone, y dijo que no tenían fundamento. Le devolvió el caso a la jueza para que procediera con el proceso, que culminó aquí con la absolución del acusado por el jurado, el 8 de abril.

Nadie puede leerle la mente a la jueza, pero fue evidente que ella le cedió el control del caso al abogado defensor, Arturo Hernández. Quizás porque la jueza no estaba a la altura del caso, o porque simplemente pensaba, como dijo en el 2007, que el gobierno había estimulado a Posada Carriles a que mintiera. El hecho es que le dio mucha cuerda a Arturo Hernández. La jueza le permitió al abogado mayamense mantener en el estrado por varios días a algunos de los más importantes testigos de la fiscalía, mientras que el abogado defensor acribillaba el carácter de cada testigo haciéndole las mismas preguntas insidiosas sobre irrelevantes temas, decenas de veces.

Usualmente los jueces no permiten que los abogados repitan las mismas preguntas ad nauseum. Les dicen a los abogados Move on!, pase la página. Incluso los jueces sancionan a los abogados que insisten en repetir sus preguntas. La jueza Cardone permitió que el contra-interrogatorio de los testigos se prologara hasta el cansancio. También permitió que los abogados defensores desviaran el asunto a temas irrelevantes en los cargos contra Posada Carriles.

Los mini-juicios

Gracias a la jueza Cardone, la defensa logró entablar una serie de mini-juicios contra ciertos testigos: Gilberto Abascal, Roberto Hernández Caballero, Tony Alvarez y Ann Louise Bardach. La República de Cuba, Fidel Castro y The New York Times también fueron enjuiciado en El Paso durante el caso contra Posada Carriles.

Durante el mini-juicio que la jueza permitió que la defensa montara contra Gilberto Abascal, el abogado Hernández lo acusó de ladrón, mentiroso, espía de Cuba, mercenario y loco. El contra-interrogatorio, que duró semana y media, convirtió al testigo en el acusado. El testimonio original de Abascal —que él acompañó a Posada Carriles en el viaje a Miami desde Isla Mujeres a bordo el Santrina—, parece haberse esfumado de las mentes de los integrantes del jurado entre las tantas preguntas acusatorias que la jueza permitió que el abogado defensor le hiciera al testigo.

Roberto Hernández Caballero, el inspector cubano, testificó que había inspeccionado los sitios donde explotaron bombas en La Habana en 1997, incluyendo en el Hotel Copacabana el 4 de septiembre de 1997. La bomba que explotó ahí mató a Fabio Di Celmo. Solo identificó las fotos que el fiscal le mostró. No le preguntaron sobre el autor intelectual, o material, de los crímenes —pese a que tenía mucha información que brindar.

El mini-juicio contra Hernández Caballero consistió en convertirlo en un torturador. Incluso, el abogado Hernández trajo a El Paso un testigo conocido como uno de los invitados preferidos del show televisivo de María Elvira Salazar. Roberto Hernández del Llano, quién el abogado defensor llamaba Jernandes del Liano, testificó que fue torturado por Hernández Caballero. La fiscalía no refutó esa acusación, a pesar de traer a corte varios maletines con documentos clasificados sobre el testigo. Ni siquiera le hizo preguntas sobre el tema. Es como si tuvieran miedo de que acusaran al gobierno de EEUU de defender a Cuba.

Tony Álvarez tomó el estrado para testificar que había escuchado a Posada Carriles y dos co-conspiradores conversar sobre la mejor manera de trasladar explosivos a Cuba a bordo de un avión de la aerolínea guatemalteca. También declaró que después de la reunión que Posada Carriles sostuvo con dos de los co-conspiradores en la oficina que Álvarez tenía en Guatemala, encontró explosivos C-4 escondidos ahí. Álvarez le dijo al jurado que los enterró.

La jueza permitió que la defensa le montara un mini-juicio. Que le preguntaran al testigo de 75 años sobre la relación sexual que tuvo con una hermana de Fidel Castro, cuando el testigo tenía 15 años. El abogado Hernández acusó a Tony Álvarez de haber sido el verdadero autor intelectual de la campaña de bombas contra Cuba, de ser el responsable de la muerte de Fabio Di Celmo y de tener un laboratorio para hacer bombas en sus oficina en Guatemala. Ladrón, terrorista, espía de la «dictadura castrista», comunista, mentiroso, mercenario y mujeriego: esos fueron los cargos que la jueza le permitió a la defensa contra Tony Álvarez, en un juicio que no tuvo absolutamente nada que ver con el caso de Posada Carriles.

La premiada periodista Ann Louise Bardach, The New York Times, Fidel Castro y la República de Cuba también fueron sometidos a sus respectivos mini-juicios. Por el estrado de los testigos en El Paso desfiló el ex funcionario de los Presidentes Ronald Reagan y los dos Bushes —Otto Reich— para calumniarlos. Bardach, dijo Reich, es una mentirosa capaz de alterar las respuestas de cualquier entrevistado. The New York Times un periódico parcializado contra los cubanos «anti-castristas», dijo Reich al jurado.

La jueza Cardone calificó a Reich como un experto en asuntos cubanos, y permitió que declarara impunemente que Cuba es una dictadura y que hay 50,000 militares presos en la isla. Una cifra tan insólita que ni la CIA o el Departamento de Estado la apoya. Curiosamente, el fiscal no cuestionó a Reich sobre su apoyo al golpe de estado contra el Presidente Chávez en 2002 o su bochornoso pasado relacionado con la Operación Iran-Contras. Es como si la fiscalía temiera desafiar 50 años de prejuicios contra Cuba en Estados Unidos.

Contra 71 objeciones furiosas del fiscal Timothy J. Reardon, la jueza permitió también el testimonio de un abogado defensor —Ralph E. Fernández— que no ha estado en Cuba desde que tenía 8 años, pero fue calificado como otro experto en asuntos relacionados con Cuba. De acuerdo con el «experto», Cuba falsifica evidencia y graba a todos los turistas en todos los momentos —cuando están haciendo el amor en sus habitaciones, e incluso cuando están haciendo pipí. La fiscalía se quejó de que eran irrelevantes esas declaraciones, pero no fueron refutadas, pese a carecer de todo fundamento.

Ni Fernández ni Reich tenían absolutamente nada que aportar a los cargos contra Posada Carriles.

El jurado

En los Estados Unidos, los jueces no deciden el veredicto en un caso penal. Eso lo hacen 12 ciudadanos de la ciudad donde se realiza el proceso. Durante un proceso llamado voir dire, los abogados seleccionan a los integrantes del jurado. Mientras más ignorantes, mejor. Los posibles candidatos que tienen algún conocimiento del caso son descalificados, porque posiblemente están parcializados. Se les pide a los que son seleccionados que decidan el caso totalmente fuera de contexto.

Durante todo el proceso, las reglas del juego mantienen a los integrantes del jurado ciegos, sordos y mudos. Fácilmente manipulados por las preguntas acusatorias de los abogados a los testigos, son capaces de tomar cualquier decisión.

Conclusiones

La evidencia aburre, pero el teatro es divertido. El abogado Hernández montó un teatro bufo en El Paso y los fiscales nunca comprendieron el valor del litigio como teatro. Presentaron la evidencia sin teatro, y perdieron.

El gobierno de los Estados Unidos también perdió en El Paso. Difícilmente puede Washington liderar una guerra mundial contra el terrorismo, si no pueden ni siquiera condenar a Posada Carriles por mentiroso.

Los familiares de las víctimas del avión de pasajeros de Cubana de Aviación que los terroristas mataron en 1976 también perdieron. Cuando los asesinos gozan la impunidad, las víctimas no descansan en paz. La profunda herida de los familiares no cierra.

La razón de ser de los Cinco siempre fue Luis Posada Carriles. Vinieron a los Estados Unidos a penetrar a los grupos terroristas que financiaban y apoyaban las acciones terroristas contra Cuba, frente a la indiferencia del gobierno de Estados Unidos. Pero EEUU injustamente y sin evidencias condenó a Gerardo, Ramón, René, Fernando y Tony. Ellos siguen presos. Cumplen largas y crueles sentencias en cárceles federales, lejos de su patria y de sus seres queridos. Los terroristas, sin embargo, son homenajeados en Miami y gozan de plena libertad. Estados Unidos es un país virado al revés.

Un remedio para la decepción

El vocero del Departamento de Justicia, Dean Boyd, dijo el viernes que Estados Unidos estaba «decepcionado por la decisión en El Paso». Esa decepción tiene remedio. La República Bolivariana de Venezuela pidió la extradición de Posada Carriles en el 2005. El caso sigue pendiente. Hay 73 cargos de asesinato contra él en Caracas. En cuanto Washington lo extradite, se librará EEUU de su decepción.

Agradecimientos

Agradezco a todos los lectores de este Diario sus comentarios, y el aliento que me dieron durante estos largos tres meses en El Paso. También a los que me escribieron desde La Habana, Caracas, Washington, Miami y otras ciudades del planeta. Gracias a ustedes, no me sentí solo en este páramo. Muchas gracias a Bernardo, Jorge, Yin, Milton, Sue, Manuel, Denyse, Peter, Jim, Livia, Randy, Mandy, Walentina, Ramón, Tony, Gerardo, Fernando, René, Ariel, Luis, Nelson, Carlos, Elizabeth, Arleen, Manolo, Julia, Saúl, Keyttia y, muy especialmente, a Rosita.

Me acompañó una máscara africana que mi amiga, Jean Stein, me envió desde California. La nombré «Viernes», como el amigo de Robinson Crusoe. Viernes nunca se quejó de lo aburrida que podía ser su existencia en una habitación de hotel, pero tampoco ha sido muy conversador. Está siempre en la ventana de mi cuarto, desde donde observa todo el polvo que vuela desde el desierto de Chihuahua cada tarde. Viernes también es mi escolta. Nunca he cerrado las cortinas de las ventanas que dan a la calle, ni siquiera de noche, porque sé que Viernes siempre está haciendo guardia.

Me llevaré gratos recuerdos de los paseños. Del joven que me paró mientras caminaba aquella mañana hacia la corte. Me preguntó si yo era el cubano que había sido amenazado a muerte el día anterior en El Paso. Vio el reportaje por la televisión. Era un mexicano humilde y andaba con ropa de obrero de construcción. Me ofreció su casa y la protección de sus amigos. «Yo admiro mucho a la Revolución cubana y también al Presidente Chávez. Nosotros no dejaremos que le hagan daño los terroristas», me dijo.

Ayer me despedí de un nuevo amigo, Manny. Un chicano, jubilado de la policía de El Paso, que me llevó a pasear por los barrios donde viven los pobres de esta ciudad. Allí donde están los trailers que ellos llaman casas y la fábrica de cobre, ASARCO, en la que trabajaban. El gobierno federal tuvo que cerrar la fundidora debido a los altos niveles de plomo, que enfermó a los niños que vivían cerca y a los obreros de ese lugar. Muchos de ellos yacen en un cementerio que se encuentra al lado de la fábrica.

Algunos paisanos de Manny me preguntaron mi opinión sobre El Paso. Respondí que aquí hay gente muy noble, pero El Paso está, definitivamente, demasiado lejos de Cuba.

*José Pertierra es abogado en Washington DC. Representa al gobierno de Venezuela en el caso de extradición de Luis Posada Carriles.

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