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¿Fin del Califato Islámico en Siria e Iraq?

El desalojo del DAESH de Mosul dejó un espantoso costo en vidas de civiles y cientos de miles de desplazados

Autor:

Leonel Nodal

La muerte de Abu Bakr Bagdadi, líder del autodenominado Estado Islámico (EI) —también llamado DAESH, en árabe o ISIS, en inglés—, y la toma de Mosul motivaron titulares en la prensa occidental que festejan el fin del Califato de los terroristas, que intentó gobernar partes de Iraq y Siria.

La reciente liberación de la norteña ciudad iraquí, centro de una rica región petrolera, y la eliminación de Bagdadi por un bombardeo de la fuerza aérea rusa en la ciudad siria de Al Raqqa, el 28 de mayo, tienen signos muy diferentes.

Mosul, segunda mayor ciudad de Iraq, habitada por sunitas, kurdos, yazidíes y otras etnias, fue tomada por los extremistas el 9 de junio de 2014, en un ataque que les permitió apropiarse de numeroso armamento cientos de millones de dólares robados a los bancos.

Fue allí, donde Abu Bakr al Bagdadi se presentó por primera vez como líder del autoproclamado Califato, con su ultrafanático mensaje de supremacía sunita, sobre el resto de los iraquíes chiitas los cristianos en Mosul, los yazidíes de Sinjar, los turkomanos de Amerli e incluso a los sunitas que los enfrentaron en Mosul y Nimrod.

El desalojo del EI de Mosul, tras una sangrienta ofensiva de nueve meses, de fuerzas gubernamentales leales al primer ministro Haider al-Abadi, armadas, entrenadas y comandadas por generales del Pentágono, dejó un espantoso costo en vidas de civiles y cientos de miles de desplazados.

La «épica victoria» despierta dudas en los medios políticos y académicos del Oriente Medio, donde durante los 14 años de «guerra contra el terror» en Iraq, ya hubo otras celebraciones que resultaron nefastos episodios.

En abril de 2003, los estadounidenses tomaron el control de un campo de detención situado en las afueras de la ciudad sureña de Basora que bautizaron Camp Bucca, en homenaje a Ronald Bucca, un jefe de bomberos de Nueva York muerto tras el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas.

En esa prisión, en medio del desierto iraquí, que llegó a tener 27 000 detenidos, nació el Estado Islámico. Allí coincidieron miembros del partido Baas del asesinado Saddam Hussein y fundamentalistas islámicos. Y eso desembocó en un «matrimonio de conveniencia», según explica el Soufan Group, entidad estadounidense de investigaciones para gobiernos

Entre los prisioneros de Camp Bucca se encontraban el líder y fundador de ISIS, Abu Bakr al-Bagdadi, así como otros de sus comandantes Abu Ayman al-Iraqi, Abu Abdulrahman al-Bilawi, Abu Muslim al-Kharasani, Fadel al-Hayali, Mohammad al-Iraqi, Mohammad Abd al-Aziz al-Shammari and Khalid al-Samarrai, varios de ellos muertos en el ataque de la fuerza aérea a la ciudad siria de Al Raqqa, el pasado 28 de mayo.

Varias investigaciones independientes prueban que el grupo terrorista ISIS surgió a instancias de los propios mandos de EE. UU., durante la batalla contra los nacionalistas antinorteamericanos atrincherados en la ciudad iraquí de Fallujah, en 2004.

Entonces el Pentágono decidió utilizar y apoyar con armas y dinero a supuestos elementos disidentes de la hasta entonces organización «enemiga» Al Qaeda, que cambiaron de nombre.

Abu Bakr al Bagdadi pretendió extender su califato desde Iraq hasta Siria, lo que sirvió a Washington, a partir de 2014, para acentuar los esfuerzos para derrocar el gobierno sirio de Bashar al Assad.

La certeza del gobierno ruso de que la amenaza terrorista que se abalanzaba sobre Siria tenía como objetivo final debilitar su presencia en la región, decidió al presidente Vladimir Putin a poner todo el poderío militar de su país al servicio de Damasco.

Apenas un año después de la intervención de las fuerzas aeroespaciales de Rusia, los terroristas del EI, que llegaron a sumar 80 000 efectivos, incluyendo más de 30 000 mercenarios de 80 paises se baten en retirada y han sido desalojados de las mayores ciudades sirias.

Mientras la eliminación del líder del llamado Estado Islámico por la aviación rusa apenas fue reportada sin fanfarria alguna, la captura de Mosul deja numerosas dudas sobre sus efectos para que Iraq recupere su integridad territorial, su soberanía y el establecimiento de un estado sin exclusiones confesionales o de otro tipo, tal como también exige Naciones Unidas que ocurra en Siria.

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