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Carlos Marx y su escala de valores: indicios de su validez como pensador universal

Marx era un hombre en el que primaban humanismo y razón, tenacidad y un espíritu crítico a toda prueba. ¿Y no son acaso estas virtudes condición necesaria para la construcción socialista en un país como el nuestro?

Autor:

Dr. Edgardo Romero

Pudiera parecer a muchos que exponer cuáles eran los valores o las virtudes que más admiraba y seguía Carlos Marx es poco interesante. Tanto más cuando el pensador alemán era un hombre del siglo XIX y de una realidad muy diferente a la nuestra, pero hay dos elementos que me incitaron a volver sobre estas ideas del sabio alemán en el bicentenario de su nacimiento.

El primero es su predicción científica acerca de que el modo de producción capitalista originaría la destrucción de sí mismo, lo cual es comprobable por observación simple de algunos de los últimos acontecimientos originados a nivel planetario, debido al irrespeto de la producción capitalista hacia el medio ambiente (me refiero fundamentalmente al cambio climático y su generación asociada de pobreza); y por vía de los datos del crecimiento aberrante de la desigualdad en el mundo, en donde según Oxfam, con el incremento de la riqueza del uno por cientomás rico de la población mundial en el último año, es posible resolver varias veces el asunto de la pobreza extrema de millones de personas en el planeta, que no tienen qué comer ni dónde vivir, y ni hablar de acceso a cuestiones elementales como educación y salud.

El segundo elemento es el emparentamiento de Marx con lo mejor del género humano, ya que en su cosmovisión siempre otorgó importancia fundamental al desarrollo pleno de los seres humanos, al igual que hicieron otros marxistas como Lenin, Gramsci, Mariátegui, Che o Fidel y otros tantos líderes mundiales no necesariamente marxistas como Bolívar, Martí, Gandhi o Martin Luther King, por solo mencionar a algunos.

Para él y para ellos el género humano era uno solo, con lo cual dejaba de tener importancia si se era alemán o cubano; blanco o negro; religioso o ateo, pues se era humano, con lo cual la felicidad era asunto de todos y no privilegio individual.

Ambas cuestiones reflejan la universalidad del pensamiento del llamado Prometeo de Tréveris, lo cual convoca a difundirlo y estudiarlo cada vez con más asiduidad y profundidad.

Dicho esto, expondré brevemente estas características de Marx que podemos considerar sus valores o más exactamente la escala axiológica por la que orientaba su vida.

Hacia mediados de los años 60 del siglo XIX se había puesto de moda en Inglaterra una suerte de juego de salón, que consistía en aplicar un cuestionario con iguales preguntas a todos los presentes y luego exponerlo y debatir los resultados entre todos.

Así, las hijas de Marx idearon aplicar dicho cuestionario a sus padres; a Federico Engels (asiduo amigo de la familia), y a ellas mismas. Todas las preguntas no revestían el mismo interés y por tanto lo propio sucedía con las respuestas, por lo que obviaré referirme a aquellas más superfluas como: ¿cuál es su color preferido? o ¿su plato preferido?

Preguntas a Carlos Marx y sus respuestas:

—¿Cuál es la cualidad que más valora en las personas?

—La sencillez.

—¿Qué lo caracteriza como persona?

—La unidad de propósitos.

—¿Cuál es su representación de la felicidad?

—La lucha.

—¿De infelicidad?

—La sumisión.

—¿Cuál es el defecto más perdonable en las personas?

—La credulidad.

—¿Y el que más usted rechaza?

—El servilismo

—¿Cuál es su máxima preferida?

—Nada humano me es ajeno.

—¿Y su divisa de vida?

—Someterlo todo a la duda.

Como se puede apreciar, Marx era un hombre en el que primaban humanismo y razón, tenacidad y un espíritu crítico a toda prueba. ¿Y no son acaso estas virtudes condición necesaria para la construcción socialista en un país como el nuestro, sin grandes recursos naturales y bloqueado por la potencia imperial más poderosa de la historia?

Pensar que Marx y el marxismo nos son ajenos es adoptar la postura del aldeano vanidoso, sobre el que nos advirtiera hace mucho ya, nuestro José Martí.

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