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Trump sigue tirando a matar, pero no podrá con Cuba

La suspensión de los vuelos chárter a nuestro país, con excepción de La Habana, y la restricción de su número, es el más reciente zarpazo de Estados Unidos contra Cuba

Autor:

Juana Carrasco Martín

El asedio de Donald Trump a Cuba no tiene parangón. El zarpazo más reciente —no me atrevo a decir que es el último— apunta una vez más contra las familias cubanas: ha suspendido los vuelos chárter a nuestro país, con excepción de La Habana, pero también se restringe su número.

Mike Pompeo, quien asume el protagonismo de acosador principal, precisó en un comunicado el pasado viernes: «Hoy, a petición mía, el Departamento de Transporte ha suspendido hasta nuevo aviso todos los vuelos chárter públicos entre Estados Unidos y destinos cubanos que no sean el aeropuerto internacional José Martí, en La Habana», y agregaba: «A solicitud mía, el Departamento de Transporte impondrá un tope apropiado en el número de vuelos chárter permitidos al aeropuerto internacional José Martí».

Al señalar que los operadores tendrán un plazo de 60 días para suspender las rutas a nueve aeropuertos de nuestro país, Pompeo alardea sin recato del objetivo: «Al suspender los vuelos chárter a esos nueve aeropuertos de la Mayor de las Antillas, Estados Unidos obstaculiza aún más» que el Gobierno cubano «tenga acceso a moneda fuerte de viajeros estadounidenses», y también reitera la justificación tras la que amparan esta medida y todas las que han puesto en vigor desde el pasado año: Cuba apoya al Gobierno legítimo de Venezuela.

La administración trumpiana sigue tirando a matar y con esta nueva agresión, como apuntó AP, «priva a los viajeros estadounidenses y a los cubanoamericanos de un medio fácil para viajar a destinos fuera de la capital cubana». Obstaculiza, encarece los rencuentros familiares y hasta los impide. 

Nuevamente, el ensayo para intentar doblegarnos constituye una grave violación de los derechos humanos de los cubanos, a uno y otro lado del Estrecho de la Florida, y también quebranta los derechos constitucionales de los estadounidenses, a quienes les prohíbe viajar a la Mayor de las Antillas, cercenando una de sus libertades civiles.

De esta manera, al iniciar este 2020 prosiguen la línea política de encerrona contra nuestro archipiélago, una presión que se hizo intensa en el año precedente.

Los apretones de 2019

En abril del año pasado, John Bolton, quien todavía formaba parte del equipo de la Casa Blanca como asesor de Seguridad Nacional, anunció en ese escenario de fracasados una serie de medidas y prometió muchas más, recrudeciendo el bloqueo para ahogar nuestra economía.

El Título III de la Ley Helms-Burton salió a relucir así como una serie de acciones que, fundamentalmente, revertían pasos razonables tomados durante la administración de Barack Obama para avanzar hacia una relación civilizada entre Washington y La Habana. 

Entre otras decisiones en aquel abril de resentimientos, el trumpismo puso término a los viajes que se autorizaban para 12 categorías de estadounidenses, que incluían los de fines educativos, profesionales, de intercambios religiosos y el «contacto pueblo a pueblo». Solo permitirían los viajes a Cuba por motivos familiares. También limitaron las remesas desde Estados Unidos a un monto de mil dólares por persona en un trimestre.

Bolton y el secretario de Estado, Mike Pompeo, revelaron en sendas conferencias de prensa, la estrategia a seguir con el inacabable objetivo de asfixiar a nuestra nación.

El énfasis esencial lo pusieron en la aplicación total del bloqueo, a partir del 2 de mayo de 2019, al activar el Título III de la Helms-Burton, la ventana por la que intentan colarse los cubanoamericanos «perjudicados» por las perfectamente legales nacionalizaciones de bienes foráneos que devolvieron al pueblo riquezas conculcadas.

La decisión de Trump les permitió establecer querellas judiciales contra La Habana en los tribunales estadounidenses. Por cierto, hasta ahora no han tenido muy buen resultado las reclamaciones oportunistas —contra empresas cubanas y extranjeras inversoras en Cuba—, en esa artimaña extraterritorial que en 22 años ninguna otra administración estadounidense había intentado hacer efectiva.

A sabiendas del buen avance de nuestra industria turística nacional, arremetieron contra las compañías aéreas y las empresas de crucero que operaban entre Estados Unidos y puertos cubanos, autorizadas durante el Gobierno de Obama. Agregaron la prohibición de que los ciudadanos y las empresas estadounidenses se relacionaran con casi 200 compañías cubanas, aduciendo que estas últimas se encuentran relacionadas con el Gobierno o con las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Adicional al apretón, también empezaron a aplicar el Título IV de la Ley Helms-Burton, que permite negar las visas de entrada a EE. UU. a quienes hayan «confiscado» o «traficado» con propiedades en nuestro país reclamadas por ciudadanos estadounidenses. En la engañifa «justiciera» protegían a personeros de la dictadura batistiana y magnates exiliados en Miami tras el triunfo de la Revolución que, en aquel instante, no eran ciudadanos estadounidenses.

Luego de tales anuncios del Gobierno de Trump, la entonces alta representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, y la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, afirmaron que la UE considerará todas las opciones a su alcance para proteger sus intereses legítimos, entre ellas aquellas relacionadas con sus derechos en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y a través del uso del «estatuto de bloqueo» de la UE.

Washington también ordenó cerrar las operaciones bancarias de entidades cubanas realizadas a través de filiales en otros países con acceso al sistema financiero estadounidense, porque dijo Bolton que esas operaciones «permiten al régimen cubano eludir las sanciones y obtener acceso a divisas a través del sistema bancario de Estados Unidos».

En junio, otro paquete de restricciones comunicado por el Departamento del Tesoro endurecía castigos y amenazas: los estadounidenses ya no podrían realizar «viajes educativos grupales», y la prohibición de los cruceros a Cuba, los viajes de barcos de pasajeros, buques recreativos y aeronaves privadas (no de aerolíneas) desde Estados Unidos. El secretario de Comercio, Steve Mnuchin, explicaba que era una «decisión estratégica de revertir el relajamiento de las sanciones y otras restricciones al régimen cubano», por su «papel desestabilizador en el hemisferio occidental».

Octubre de revancha

Deseosos de acabar con la Mayor de las Antillas, de asfixiar la economía y dañar seriamente el nivel de vida de los cubanos, en octubre pasado el Departamento del Tesoro anunció nuevas enmiendas a las Regulaciones para la Administración de Exportaciones, con el fin de restringir aún más las exportaciones y rexportaciones de bienes hacia Cuba, las cuales entrarían en vigor el 21 de octubre de 2019, y entre otras disposiciones denegarían licencias para el arrendamiento de aeronaves a aerolíneas estatales cubanas; las aeronaves y embarcaciones no son elegibles para la excepción de licencias si son utilizadas en modalidad de chárter por nacionales cubanos o de un «Estado Patrocinador del Terrorismo», o si son arrendados por estos.

Volvieron a imponer la regla del diez por ciento, mediante la cual deniegan cualquier rexportación a Cuba de artículos extranjeros que contengan más de un diez por ciento de componentes estadounidenses, pues se estaba aplicando para nuestro país la regla del 25 por ciento, desde que fuera eliminado de la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo.

Esa lista de negativas y prohibiciones revisaban la Excepción de Licencia mal llamada «Apoyo al Pueblo Cubano» para que no se puedan realizar determinadas donaciones al Gobierno de la Mayor de las Antillas, y también eliminaba la exportación de bienes destinados a mejorar la infraestructura de telecomunicaciones, limitándolas a las que faciliten lo que consideran «libre flujo de información» entre el pueblo cubano, o lo que es lo mismo, el fomento de la subversión. Los pretextos eran reiterados: la supuesta represión al pueblo y el apoyo al «régimen» de Maduro en Venezuela.

Como si fuera poco, continuaron restringiendo las remesas a los ciudadanos cubanos, redujeron el otorgamiento de visas, limitaron los servicios consulares, obstaculizaron de tal manera la reunificación familiar que obligaron a viajar a un tercer país para la solicitud de visas incluso sin la garantía de obtenerlas.

Podríamos mencionar, además, en ese acoso enfermizo la anulación del acuerdo beisbolero y otros ataques al deporte cubano, las trabas para que llegue combustible a puertos cubanos junto al saboteo y las calumnias contra la cooperación internacional en la salud, que se les brinda con profesionalidad y abnegación a decenas de naciones.

A manera de epílogo

Si la política de Estados Unidos no fuera errática —como sostienen algunos, lo cual no está demostrado porque contra Cuba es la del encontronazo rectilíneo, como la del toro con banderillas—, no seguirían acosando al archipiélago caribeño. Una y otra vez apuestan y esperan a que el pueblo salga a la calle para pedir el amparo de «Almugre» y la OEA, y de las fuerzas invasoras estadounidenses.

Pero se equivoca el don Pompeo y su mandatario. Tampoco esta nueva vuelta de tuerca del bloqueo contra los vuelos chárter puede con un pueblo que durante seis decenios ha resistido y se ha fortalecido. Aquí estamos.

Y ¡cuidado, Sr. Trump! Quizá los que en EE. UU. se sientan perjudicados y puedan hacerlo le pasen cuenta en noviembre... y digan boleto por boleta.

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