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Elecciones en Francia: Sarko, el duro

Autor:

Luis Luque Álvarez

Sarkozy y Bush: con la misma tijera... Foto: TF1 «Un neoconservador estadounidense con pasaporte francés». Así califican los socialistas galos al candidato derechista a la presidencia, el ministro del Interior Nicolas Sarkozy, quien, por no caer bien, no es santo de la devoción ni del actual mandatario, Jacques Chirac, correligionario suyo.

Pues sí, es Sarkozy, el de la «mano dura» contra la delincuencia y la inmigración, quien representará a la oficialista Unión por un Movimiento Popular (UMP) en la liza electoral del próximo 22 de abril. Ese día disputará la presidencia de la República con la socialista Segolene Royal, a la que ya se iguala en las encuestas.

¿Qué trae el candidato de la droite? En primer lugar, una fobia imparable a la inmigración, aunque él mismo es fruto de ella. Su padre fue un aristócrata húngaro que salió en estampida del país centroeuropeo en 1948, y su madre era griega. Pero claro, no son los extranjeros de abultado bolsillo los que provocan espasmos a «Sarko», sino principalmente los de África. De hecho, se vanagloria de haber expulsado de Francia a 24 000 indocumentados el pasado año.

También muy insolente fue su propuesta de ley de inmigración en julio de 2006, en la que abogó por escoger cuidadosamente a cada uno de los solicitantes de residencia, con especial predilección hacia quienes tenían estudios universitarios o presentaban algún tipo de formación técnica. Concretamente: un descarnado robo de cerebros, criticado por sectores sindicales, políticos y religiosos. A los otros, que se les hunda el bote. Luego, cuando los pobres quieren dejar atrás el atraso y la desolación, en París ponen mala cara.

Otros objetivos tiene el hombre, y para ello echa mano de eslóganes como «el presidente del aumento del poder adquisitivo» y «el que pondrá de nuevo al trabajador en el corazón de la sociedad». Entonces se decanta por reducir impuestos y limitar la intervención estatal en lo económico. Cualquier semejanza neoliberal con cierto señor de este lado del océano...

Y bueno, en todo caso, no es algo que lo avergüence. En septiembre pasado Sarkozy visitó a Bush en la Casa Blanca, y allí, sonriente, hizo votos de ser más atlantista que el Atlántico, se atrevió a criticar la postura de su propio gobierno contra la agresión a Iraq y se dolió de la «grandilocuencia estéril» y la «arrogancia» francesa.

El presidente Chirac, enterado de los excesos de su subordinado, los tildó de «lamentables». Si el general De Gaulle —figura que inspira a la UMP y que estableció una política de distancias respecto a EE.UU.— hubiera observado la alegre escena de George y Sarkozy, nadie le quitaba de arriba a este un magnífico puñetazo.

Esos coqueteos con lo más derechista que existe en el planeta, con sus doctrinas económicas, amén de otros tropiezos, hacen de Sarkozy «un hombre peligroso», según lo calificó un diario parisino. Un sujeto que, de tomar el poder, aceleraría el proceso de desmontaje del «Estado de bienestar» que hoy sufren las sociedades europeas.

Sin embargo, ahí están sus admiradores, que acaban de reafirmarlo como candidato. «Es el único que puede darnos la esperanza, crear nuevos trabajos y detener la fuga de jóvenes franceses hacia Londres y otros lugares en busca de empleo», dijo uno de ellos.

Habría que indagar entonces qué ha estado haciendo el gobierno ¡de la misma UMP! desde 1995, para que esto no suceda. Entonces, ¿continuidad? ¿Más de lo mismo, con un rostro menos amable?

Hasta abril, seguiremos oyendo bastante de Sarkozy.

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