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La princesa está triste; ¿qué tendrá la princesa?

Autor:

Luis Luque Álvarez

«Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color», añade el poeta, en unos versos que le quedan pintados a la canciller federal alemana Ángela Merkel, quien, nada más enterarse de que la central nuclear japonesa de Fukushima está al borde de causar una catástrofe, decretó la paralización por tres meses de siete plantas atómicas germanas.

El susto podría ser la causa de la reacción de Merkel. Alemania cuenta con 17 centrales nucleares, algunas de ellas de la década de 1970, y pareciera que el próximo batacazo pudiera producirse allí. A fin de cuentas, en diciembre de 2010 un sismo de 3,5 grados en la escala de Richter movió un pedacito de tierra alemana, entre las ciudades occidentales de Maguncia y Wiesbaden. ¿Alguien apuesta una peseta de euro a que no zarandeará alguna instalación atómica en algún momento…?

Ahora bien, la decisión de Berlín es, aunque positiva, contradictoria. Fue el mismo gabinete conservador el que, en septiembre pasado, aprobó la extensión en 12 años de la vida operativa de varias centrales, mediante una ley que hizo pasar por el Parlamento y que abrogó la anterior legislación del Gobierno socialdemócrata-verde (1998-2005), de ir apagándolas paulatinamente hasta 2025.

Pero en este instante, cuando las informaciones que llegan de Japón disparan los nervios, Merkel anuncia lo que anuncia, y espera que se vea como un paso en la dirección correcta. ¿Acaso otros no se han puesto ya «las pilas»? El jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha dicho que las ocho centrales del país ibérico serán sometidas a una revisión más que rigurosa, y el primer ministro francés, François Fillon, dice que se hará otro tanto con los sistemas de seguridad de las 58 plantas instaladas en su país (de lejos, es el que más tiene en Europa). Así, ¿por qué asombraría la decisión de Berlín?

Bueno, pues por la contradicción mencionada, que obedece, según la oposición socialdemócrata, a la cercanía de elecciones regionales. El tercero de los estados alemanes más poblados, el sureño Baden-Wurttemberg, es casi ya una posición perdida, lo que implicaría menos escaños aun en el Bundesrat (la cámara de los estados federados, de importancia clave a la hora de aprobar leyes), donde ya no tiene la mayoría.

¡Ah!, pero en Baden-Wurttemberg hay una central nuclear —la de Neckarwestheim— más riesgosa que una cafetera sin junta, fuera de servicio en este momento, ¡y Merkel la incluye entre las que quedarán paradas por tres meses! Los electores deben agradecerlo y votar por la conservadora Unión Cristianodemócrata, el partido de la Canciller. Así de simple funcionaría el mecanismo, estima la oposición…

Pero no solo desde la bancada adversaria vienen las críticas. En la propia CDU hay molestia porque Merkel ha ignorado el procedimiento parlamentario, y ha decretado el cierre de las siete plantas ¡porque sí! Según la ley, solo podría hacerlo en situación de emergencia, pero en este momento la crisis es en Japón, no en Alemania.

Solo anoto que, con trámite parlamentario o sin él, la cuestión de la energía nuclear no puede quedar al buen aire de los cambios políticos. ¿Gobiernan los socialdemócratas? «Cierren las plantas mañana». ¿Gobiernan los conservadores? «Ciérrenlas un mes después». ¿Vuelven aquellos…? «¡Den marcha atrás!».

Honestamente, no es nada serio el proceder. Será mejor que los científicos, en un país que se precia de ser «tierra de ideas», tengan la última palabra.

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