Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

«En talla» con el Águila

Autor:

Nelson García Santos

Hace unos días sostuve una conversación con un colega que escribe en medios que se presentan como independientes y hubo un pasaje sobre la falta de libertad de prensa en nuestro país, y la posición oficialista de todos los periodistas que, pienso, resulta interesante compartir.

Sencillamente, dicen que no existe aquella en nuestro caso específico, porque nunca atacamos la raíz del sistema social y político para tratar de revertirlo. ¿Si es por esa razón, dónde existe entonces la libertad de prensa?, le pregunté. Pueden imaginarse la cara de asombro que puso mi interlocutor.

Claro, de inmediato expuso sus consideraciones basadas en el hecho de que en otros países los medios de comunicación están fuera del control del Estado, que pueden ser de corporaciones o individuos, es decir, son privados. Entonces le razoné. Obvio, entre el periodismo que se hace en otros lares y el cubano hay diferencias de forma y contenido. Pero voy a prescindir de comparaciones sobre cuál es mejor o peor. Sobre nuestra prensa se puede decir que tiene sus defectos, muchos alertados, analizados y expuestos públicamente por sus propios profesionales y directivos.

Hay consenso en que debe ser un reflejo del latir de la calle, en ese acompañamiento apasionado de la Revolución, pero esclarecedor y de denuncia de todo lo mal hecho de arriba y abajo.

En los orígenes, la prensa revolucionaria estuvo obligada, por convicción, a desenmascarar los mil y un golpes preparados por el imperialismo en contubernio con la contrarrevolución interna, y a difundir la obra que iba creando en todos los sectores para el beneficio económico y social.

Luego de consolidada, a sangre y fuego, ante el acoso del imperio todavía vigente, comenzó una época afianzada ahora, como nunca antes, en que sin dejar de reconocer los logros se pasó al análisis de los problemas de la sociedad en su conjunto.

A partir de ese momento empezaron a desfilar por la pantalla de la televisión, en los periódicos y la radio, las imperfecciones en el comportamiento social, malas prácticas de gobierno y desatinos económicos...

A la luz pública han salido los corruptos, los ladrones y los ineptos, trilogía muy dañina que, como el marabú, necesita un constante chapeo; y ahora, prácticamente, se cuestiona todo.

Pero lo que desea el poder hegemónico es que ataquemos la raíz del sistema político, obviando, intencionalmente, que su prensa, calificada por ellos mismos de libre e independiente, tampoco cuestiona ese capitalismo que asumen como sagrado. Entonces, ¿qué?

Podrán escribir y hablar de todo lo que deseen, siempre y cuando el enfoque no vaya dirigido a tratar de cambiar su modelo político, eso es tema vedado.

En esas sociedades, el que quiera emprender esa cruzada tiene que buscar un medio alternativo, casi siempre sin mucha influencia. Empezando por los pesos pesados de la comunicación, todos defienden el orden reinante que puede variar en políticas de forma y contenido, pero nunca en su mismísima esencia.

Los dueños de los periódicos, de la televisión, de la radio y de todo cuanto sirva para influir en la sociedad son natos y convencidos capitalistas, siempre prestos a reforzar su ideología. ¿Y los periodistas que quieran salirse de ese enfoque?

Tampoco voy a cuestionar su sistema, no les voy hacer el juego, lo acepto. En definitiva, para el imperio el asunto es más cristalino que el agua: solo existe la libertad de prensa siempre que esté «en talla» con su águila imperial.

En realidad, sus medios de comunicación y su sistema político forman parte de un indisoluble andamiaje que defiende a ultranza el capitalismo y todas sus expresiones. Así de lógico, así de sencillo.

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