Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Quién puede con un pueblo que canta?

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

El tiempo es imperturbable, su brújula apunta a una sola dirección. La memoria no, ella zigzaguea, se detiene, se sumerge. Ahora mismo estoy con mi madre, estoy rodeado de mis seres queridos, los de sangre, los que el tiempo agregó a mi camino. El recuerdo me devuelve ese instante, me lo rehace. Es mi círculo de amor. No tiene fórmulas, porque el amor no las tiene.

El destino me ha puesto frente a un abuelo que ha reconstruido un viejo caballito de metal para regalarlo a su nieto. Todos le dijeron que perdía el tiempo, que era imposible; pero él apretó aquí, engrasó allá, hizo el milagro. Desde otros sitios, algunos han pretendido apretar, pero no el tornillo del abuelo; sino el garrote de la asfixia.

He terminado el año con un homenaje al profesor Vicente Guasch. Toda Cuba honra a sus educadores en diciembre, conmemora aquella campaña de la cartilla y el manual. Él supo convertir la curiosidad en motor. Lo hizo con generaciones de profesionales de la comunicación desde la Universidad de Oriente. Enseñó a juntar los datos dispersos y las realidades inconexas, a apostar por las historias de nuestra gente.     

Verterse, derramarse, volcarse en el servicio a los demás, es la mejor manera de amar. Amar es la mejor manera de hacer patria.

He tenido la suerte de estar cerca de aquellos que han plantado cara a la violencia contra la mujer, de los que han celebrado la vida desde la pluralidad. Vivimos en medio de gente de todos los colores y creencias, de jóvenes y viejos, de blancos y negros, de delgados y gruesos, de heterosexuales y homosexuales, de citadinos y rurales, de izquierdos y derechos, de hombres y mujeres. «Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro», ha escrito Jean Paul Sartre.

Tenemos que aprender a dialogar con las diversidades. Y levantar la voz contra las discriminaciones que persisten, para construir la sociedad más inclusiva que nos merecemos.

Ha sido un año de batalla, otro. Hemos desesperado en las paradas. Nos hemos enfrentado a muchas carencias. Y también  hemos volado con el disco de Yaimé en Lima y en Doha, hemos recibido a los médicos llegados desde las aldeas de este mundo y a los amigos de lejos que han regresado por unos días. Hemos llorado la muerte de Alicia. Nos ha tocado poner la dermis, poner el pecho. Piel adentro, Cuba adentro.

Diciembre me reavivó al niño saltarín que va conmigo. Teatro de las Estaciones, con el infatigable Rubén Darío Salazar al frente, llegó en el horario exacto, con su recital de afectos para Teresita Fernández. ¡Qué filigrana tejida, qué modos de injertarte la alegría en la mismísima raíz; qué forma de explotar, explorar, volar las edades! ¡Qué manera de hacer cantar a todos! No me quería ir, nadie se quería ir. ¿Quién? ¿Quién puede con un pueblo que canta?

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