La COVID-19 acaso hubiera sido una pandemia menos mediática y más desconocida si la humanidad no dispusiera de uno de sus mejores inventos: internet.
Esta tecnología, que hoy sustenta al mundo en diversos ámbitos —y que mantiene también una brecha entre los conectados y los desconectados, especialmente cuando se mira al mundo de norte a sur—, ha resultado vital para millones de personas que en los últimos meses se han visto confinadas a sus hogares, una realidad de la cual formamos parte.
El teletrabajo, las transacciones en línea, la educación a distancia, las videoconferencias y las redes sociales, se han convertido en protagonistas de muchas vidas que vieron sus rutinas transformadas.
Acaso por eso este 17 de mayo, cuando el mundo celebra el Día Mundial de Internet, sirva para reflexionar sobre la importancia de no solo conectar a más personas y ampliar el acceso, sino de crear un ecosistema digital robusto, seguro y más democrático.
A fin de cuentas, el «núcleo duro» de internet sigue hoy en manos de unas pocas potencias económicas que son las que más rédito obtienen, al tiempo que la mayoría de nosotros, los usuarios, sencillamente lo usamos mientras funcione.
Hay temas pendientes en la agenda de la gobernanza de un bien inmaterial que llegó para quedarse y resulta vital en el desarrollo presente y futuro de todas las naciones.
Para nosotros, los cubanos, ya internet no es un tema lejano. La creciente conectividad que ha experimentado el país durante el último lustro es palpable no solo porque vemos a nuestros amigos y vecinos en las redes sociales, sino en cómo se ha configurado un entramado digital nacional para brindar servicios a la ciudadanía.
Y si bien todo ello es loable —y desmonta los viejos demonios digitales que alguna vez nos quisieron endilgar y usaron como arma de crítica durante años—, como país necesitamos que los esfuerzos estén mejor coordinados, para que los empeños de ser una nación más interconectada sean provechosos desde el día cero del lanzamiento de cada nuevo servicio. Llámenme chovinista o soñador, pero talento para ello hay suficiente en nuestro Archipiélago. Se trata, en todo caso, de ajustar las potencialidades y buscar una mejor sinergia entre las iniciativas individuales y las colectivas, pues tanto en unas como en las otras, hay ideas brillantes que pueden transformar nuestra realidad de una forma positiva.
Numerosos son los ejemplos de los encuentros e iniciativas digitales que han surgido en nuestro país durante las últimas semanas, muestra de cómo podemos crear nuevas realidades y explotar modalidades como el trabajo a distancia, que incluye el teletrabajo, entre otras ideas brillantes. En cambio, como en toda obra humana perfectible hemos tenido fallos que nos deben servir de experiencias. No pretendo singularizar ni lo bueno ni lo malo, solo llamo a la reflexión para de todo esto obtener lo mejor.
El Día Mundial de Internet, oficialmente reconocido como Día Mundial de la Sociedad de la Información, surgió en octubre de 2005 como una iniciativa de la Asociación de Usuarios de Internet de España. En noviembre de ese mismo año, durante la Cumbre de la Sociedad de la Información celebrada en Túnez, se propuso a la ONU que la fecha para su celebración fuera el 17 de mayo.
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