La crisis económica mundial ha logrado virajes de tuerca en no pocos sentidos. A los más pobres les ha tocado hundirse un poquito más en la miseria —si acaso es posible— mientras que los ricos han recibido salvavidas de dinero lanzados por los Gobiernos. Así es el mundo patas arriba.
Uno se cree original, y siempre alguien le antecede. Cuando estampé el título de esta muesca periodística comprobé, navegando en Internet, que más de un colega lejano me había antecedido, al vaticinar con esa paráfrasis el peligro que corren las aguas del gran río europeo de tornarse grana, si la catástrofe ecológica de Hungría desata su segunda edición.
EL hombre miró con voracidad «tenderil» los espejuelos en oferta. Los fue repasando cuidadosamente hasta advertir el de su preferencia. Entonces llamó al vendedor y le pidió alcanzarle los artefactos. Se los colocó con aire de quien se transfigura a la plenitud de un Narciso: ¿Y qué, cuán «americano» me veo?, interrogó a los presentes mientras lanzaba una sonrisa estrepitosa e ingenua.
Masacres, abusos sexuales, mutilaciones, ataques contra niños… y a pesar de todo, un clima de total impunidad. Cualquier cantidad de atrocidades recoge un reciente informe de Naciones Unidas, que con ojo miope intenta buscar culpables de los crímenes cometidos en el Congo-Kinshasa por los distintos bandos contendientes, entre marzo de 1993 y junio de 2003.
Mario Benedetti, donde quiera que estés: Todavía trasnochados sentimentales lanzan botellas al mar con mensajes a quién sabe, en pleno siglo XXI, cuando las tecnologías derriban barreras del tiempo y el espacio y lo desnudan todo al instante. Cuando ya casi no quedan misterios por descubrir.
Ahora entiendo a los que me antecedieron, aquellos colegas que, bañados por vivencias de un 8 de octubre en cualquier escuela de Cuba, dejaron el rocío de sus impresiones en páginas que ahora reposan en archivos.
¿Acaso estará en su sano juicio? Hace algunos meses la famosa cantante norteamericana Britney Spears se entregó a la Policía de Los Ángeles, para responder a los cargos por fuga de la escena de un accidente y por conducir sin licencia, según informaron canales televisivos y también varios sitios en Internet.
El techo del mundo se derrite. Según los alpinistas y estudiosos, en los montes Everest cada vez con más frecuencia aparecen charcos aquí o allá y aumentan las avalanchas. Sobran las pruebas de que, incluso a 8 848 metros sobre el nivel del mar, el calentamiento global hace estragos. Y todavía los seres humanos negocian una posición para enfrentar esta realidad que podría costarle la vida a la especie. A juzgar por las señales… deberían darse un poquito de prisa.
Cuando, el 18 de septiembre de 1994, aparecía en las páginas de JR, el texto Martí en la hora actual de Cuba, era como si el autor de aquellos párrafos arrancara un pedazo de su corazón y lo levantara para que su luz purificara los enrarecidos aires de esta Isla Infinita que, amenazada, bloqueada, vilipendiada, permanecía firme y erguida, empeñada con quijotesca tozudez en no dejar morir las utopías más altas de los Hombres.
De pronto, una nube humana abandona la terminal. Se dirige presurosa, doblando esquinas y semáforos, hacia el lugar del crimen; mejor dicho: del camión.