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La aspirina y sus poderes develados

Destinada inicialmente para tratar el dolor y la fiebre, la aspirina ha vencido la prueba del tiempo. El interés por ella revive hoy por atribuírsele propiedades como anticancerígeno

Autor:

Julio César Hernández Perera

Si nos preguntasen cuál es el medicamento más famoso que ha trascendido por siglos, pocos dudarían en señalar a la aspirina, pues ella lleva consigo una historia que seduce, además de sorprender por sus propiedades, que afloran a la luz de las más recientes investigaciones científicas.

Su descubrimiento se remonta a tiempos lejanos y habla de cómo el saber popular juega roles muy importantes: se cuenta que civilizaciones ancestrales —como la babilónica, la egipcia, la griega, la romana y la china— convergieron en el uso de partes de el sauce (Salix sp.), o de la familia de esta planta, para curar el dolor, la inflamación, la fiebre y los resfriados.

A todas estas reseñas siguió una era científica. En 1763, el inglés Edward Stone, en carta dirigida a la Real Sociedad, describió los efectos beneficiosos de la corteza de sauce. Él logró probar cómo se aliviaba la fiebre con polvo de corteza de sauce en una dracma (peso equivalente a la octava parte de una onza) de agua.

A partir de ese momento abundaron los experimentos que señalaban la eficacia de la corteza de sauce en el tratamiento de la fiebre y la inflamación. Fue por eso que en Europa aumentó considerablemente la demanda de ese tipo de árbol.

Descubrimiento de la aspirina

En los inicios del siglo XIX comenzó la búsqueda de la composición química responsable de aquellas propiedades terapéuticas de la corteza de sauce. En 1828 el profesor en Farmacia, Johann Büchner, de la Universidad de Múnich, Alemania, logró obtener una sustancia que supuestamente era, hasta ese momento, la más pura de los principios activos aislados: se había obtenido un elemento amarillo que se denominó salicina por provenir del latín salix, que significa sauce.

Un paso adicional sobrevino con la descripción de la estructura química de la salicina. Las investigaciones químicas del precursor de la aspirina fueron iniciadas por Gay-Lussac en el año 1930, hasta que se arribó finalmente al descubrimiento del ácido salicílico.

Este producto, convertido en medicina para tratar la fiebre y el dolor, se empezó a producir desde el año 1874, a gran escala, en la fábrica alemana de Friedrich von Heyden. El medicamento, sin embargo, presentaba el efecto adverso de las hemorragias gástricas.

Entonces una fábrica de tintes denominada Friedrich Bayer & Co. —conocida hoy como la Compañía Bayer— tenía su mirada puesta en investigar y hacer productos farmacológicos. En sus laboratorios trabajaba el joven Felix Hoffman, quien en 1897 logró transformar químicamente el ácido salicílico en ácido acetil salicílico (AAS), mediante un proceso denominado acetilación.

El nuevo fármaco era mejor tolerado por el aparato digestivo y fue registrado con el nombre comercial de aspirina el 6 de marzo de 1899, en la oficina de patentes de Berlín.

Aunque la historia documenta que el AAS había sido sintetizado previamente en 1853 por el químico francés Charles Frédéric Gerhardt, este primer producto estaba lejos aún de la pureza, estabilidad y utilidad que el alemán Felix Hoffmann lograría después.

Otro dato que ha sido muy polémico relacionado con la historia de la aspirina está en la autoría, al negarle este mérito a Hoffman y concedérselo a otro de sus colegas: Arthur Eichengrün. La controversia se ha presentado por algunos historiadores que presumen, entre otros variados juicios, que a Eichengrün se le apartó del descubrimiento por ser de ascendencia judía.

La Bayer lanzó la aspirina al mundo y en poco tiempo el nombre del medicamento se hizo familiar entre los galenos para tratar la fiebre y el dolor. Ya en 1915 era asequible al público en muchas partes de mundo sin la prescripción de un médico.

Tras la Primera Guerra Mundial, la marca «aspirina» fue expropiada por los países ganadores, y así el nombre comercial pasó a ser genérico.

Otras propiedades

Las investigaciones científicas relacionadas con la aspirina han sido vastas. Los estudios han hecho posible la aparición de indicaciones médicas para el tratamiento de numerosas enfermedades. Uno de los hitos más notables en esta historia lo protagonizó el médico norteamericano Lawrence Craven en 1948, cuando asoció el consumo de aspirina con la reducción del riesgo del infarto agudo del miocardio.

Con posterioridad el medicamento se indicó, a partir de la década de los 80 del siglo pasado, para la prevención y tratamiento de los accidentes cerebrovasculares.

Durante el siglo XXI nuevas evidencias epidemiológicas han demostrado que los pacientes que consumen regularmente aspirina tienen menor incidencia de padecer algunos tipos de tumores malignos como los de colon y recto, de estómago, de páncreas y algunas otras enfermedades malignas de la sangre.

Diferentes investigaciones han tratado de demostrar las vías por las cuales este fármaco es capaz de mostrar el beneficio antitumoral. Inicialmente se valoró que la propiedad estaba relacionada con el mismo mecanismo por el cual el medicamento producía su efecto antinflamatorio: a través de la inhibición de la síntesis de sustancias llamadas prostaglandinas.

Entre las funciones demostradas de las prostaglandinas está la de regular la expresión de determinados genes, el crecimiento y la diferenciación. Algunas células tumorales muestran una sobreproducción de prostaglandinas con el consiguiente desarrollo de una elevada proliferación celular y resistencia a la apoptosis (muerte celular programada).

Recientes estudios han demostrado que el efecto anticancerígeno se ha relacionado con otras vías más complejas e independientes a la de la producción de prostaglandinas.

Se estima que en la contemporaneidad se producen cerca de 40 000 toneladas anuales de aspirina. El medicamento ha resistido la prueba del tiempo a pesar de la simplicidad de su estructura, la cual ha sido capaz de interactuar con varias moléculas biológicas a las que se atribuye un amplio rango farmacológico.

Espera por ser explorado un ignoto campo de beneficios para la salud a cargo de la aspirina, como tampoco han culminado los estudios sobre los posibles perjuicios de un producto tan antiguo como trascendente.

Algunas referencias consultadas:

Miner J et al. The discovery of Aspirin’s antithrombotic effects. Tex Heart Inst J. 2007; 34(2): 179–86.

Mahdi JG et al. The historical analysis of aspirin discovery, its relation to the willow tree and antiproliferative and anticancer potential. Cell Proliferation. 2006; 39: 147–55.

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