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Crimen en la oscuridad

Alberto Torres lo alerta desde Mas Vidal número 4C, entre General Gómez y Astilleros, en la ciudad de Camagüey: son potenciales asesinos y suicidas esos que, en la negrura de la noche, circulan impunemente por autopistas y carreteras conduciendo carretones, tractores y bicicletas. No pocos accidentes del tránsito tienen su origen en esa transgresión; por ello este redactor añadiría que habría que adicionar autos, camiones y rastras. A más de las sanciones estipuladas en el Código del Tránsito, el lector considera que deben endurecerse las leyes para con esos irresponsables: sanciones más severas, multas más altas, decomisos de los equipos o vehículos. Y los dueños de animales sueltos en la vía tienen que sentírselo de verdad, cuando se generan tales peligros. «En un país que tanto cuida al ser humano, señala Alberto, ¿por qué permitir tal impunidad?».

¿Quién dijo que no se puede?: Gustavo Valdés, vecino de Habana 709, entre Reloj y Calvario, en la ciudad de Santiago de Cuba, se rebela ante lo que considera una insensibilidad suprema: cuenta que su esposa es diabética, y a consecuencia de ello sufrió la amputación de un pie. La señora es atendida en el policlínico Finlay de esa ciudad, y frecuentemente debe hacerse análisis de glicemia. El 19 de agosto pasado, cuando Gustavo fue a solicitar ese análisis, ordenado por su médico de la familia, le dijeron que el servicio a domicilio está suprimido; él debe buscar por su cuenta los medios de transporte para llevarla al policlínico. Gustavo es un jubilado, que depende solo de su pensión, y esto le crea un serio problema económico. «No buscan una alternativa, señala él, sino que radicalmente responden: no se puede; olvidando la parte sensible y humanista que concibe la Revolución».

Revendedores de fiesta: Lo denuncia Cándida Herranz, desde Joaquín de Agüero 154, entre Martí y Pasaje de Quesada, en la ciudad de Ciego de Ávila. Desde hace varios meses, en ese territorio es una odisea adquirir productos de aseo en las tiendas en divisa, especialmente el detergente. Las cantidades que abastecen no cubren las necesidades de la población, lo que provoca colas de noches enteras. Y allí hacen zafra los especuladores, quienes adquieren grandes cantidades marcando varias veces en la cola, para luego revenderlas en barrios y zonas rurales donde no se abastece. «Unos dicen que Suchel está parada, otros que no producirá más hasta enero de 2009, y el que se vende es de importación, manifiesta. La realidad es que no se da una información al respecto, y eso provoca incertidumbre y malestar». Agrega Cándida que «el mismo rumbo están tomando los jabones, solo existen los de precios altos y de forma limitada». Otra situación que causa molestias en los clientes, agrega, es que no hay en el mercado ropa interior adecuada para señoras; solo se venden tallas y modelos pequeños, para jovencitas. «Pronto las viejas tendremos que andar sin esas prendas», sentencia criollamente Cándida.

¡Por falta de un local!: Marino P. Maqueira, vecino de avenida 87 número 15210, entre 152 y 154, en el municipio capitalino de La Lisa, tiene licencia para ejercer como taxista por cuenta propia, que debe renovar anualmente. El pasado 22 de agosto vencía la misma, y cuando me escribió el 11 de ese mes, él llevaba unos dos meses tratando de hacerlo sin lograrlo. ¿La razón? La dependencia del Ministerio del Transporte encargada de esos trámites, radicada antes en 29 y 76, en Playa, y trasladada para Flores y San José, por el Mercado de Cuatro Caminos, no está renovando las licencias operativas del transporte «porque no tienen local donde trabajar». El argumento es absurdo para Mariano, a más de todo lo que desencadena esta situación. Primero, tener que estar yendo constantemente allí, o llamando telefónicamente para ver si ya resolvieron el problema. Pero lo peor es que, a los poseedores de esa licencia, les crea problemas con el pago mensual que deben hacer a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), «porque legalmente si a usted se le vence la licencia y no logra renovarla, no debe salir a la calle con el letrero de taxi en el vehículo; sin embargo, tiene en su poder una chequera de la ONAT para pagarle mensualmente al Banco durante todo el año. Y si no lo hace en tiempo, se le aplica un recargo». Con toda razón, Mariano se cuestiona: «¿No hubiese sido posible orientar oficialmente a los afectados cuál es la situación y qué debemos hacer?».

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