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Inquietud de pescadores

Allá en la costera localidad de Niquero, en la provincia de Granma, a Carlos Daniel Debs Armesto (Calle 26 de Julio No. 7) le sublima el mar con sus encantos y peligros. Y le apasiona la pesca deportiva, que le viene de su padre, propietario de una pequeña embarcación.

Carlos Daniel decidió dedicarse por completo a la pesca, pues años atrás, por decisión del Gobierno cubano, se implementó a nivel nacional la pesca comercial privada, por mediación de un convenio de trabajo con el entonces Ministerio de la Industria Pesquera.

Ello, entre otras ventajas, les permite utilizar artes de pesca de captura masiva mejorando ostensiblemente los rendimientos. Y esa producción, que en su conjunto no es desdeñable, es comercializada a través de un contrato de compraventa con la Empresa Pesquera de ese municipio.

Sin embargo, en ese proceso hay ciertos mecanismos que, en opinión de Carlos Daniel, necesitan ser aceitados, pues no funcionan o funcionan mal. Por ello él quisiera que le ayudaran a encontrar respuestas a ciertas interrogantes que lo agobian a él y a otros pescadores:

«¿Por qué, si el pescado que se entrega a la industria tiene excelente demanda e inmediata comercialización, existen tantos incumplimientos para el pago de esta producción a los pescadores, al extremo de que lo demoran hasta dos meses de manera injustificada, aun cuando el contrato establece un plazo de 30 días para ejecutar el mismo?

«¿Por qué, si aportamos significativamente a la economía del país y reforzamos los programas de alimentación para nuestro pueblo, no estamos presentes en ningún plan de trabajo de nuestro municipio, donde muy pocas veces se atienden nuestras preocupaciones y demandas?

«Si somos una isla, y la pesca ha sido y es una actividad raigal e idiosincrática del cubano, además de protagónico renglón económico, ¿por qué la pesca comercial privada no forma parte del grupo de profesiones y oficios que fueron listados por el Estado para ejercer el trabajo por cuenta propia?

Refiere al respecto el desaliento que ha cundido entre los pescadores comerciales de Niquero, al constatar que «las autoridades de nuestro municipio tienen conocimiento de estos problemas y no hacen nada para resolverlos».

Carlos Daniel tiene fe en que los pescadores comerciales de Niquero encuentren respuestas lógicas a sus dudas, en el afán de mejorar su trabajo: «Un trabajo abnegado e importante —enfatiza—, mediante el cual nos sentimos comprometidos con nuestro pueblo que es, a la postre, el destinatario de nuestra producción y nuestros esfuerzos», concluye.

¿Quién responde?

Ana Polanco (D´strampes 14, entre Lacret y General Lee, Santos Suárez, La Habana) cuenta que recientemente viajó tres días a Santiago de Cuba con una amiga, y todo fue de maravillas. Pero la odisea comenzó al regreso, en el vuelo 885 de Cubana de Aviación, el día 29 de julio.

El vuelo, precisa, que debió salir a la 1:35 p.m., partió a las 4:10 p.m. Y arribaron al aeropuerto José Martí, de la capital, sobre las 5 p.m. Sin embargo, tuvieron que esperar en la pista casi una hora a que llegaran las escalerillas al avión y los ómnibus que les trasladarían a la sala de equipaje.

Casi a las seis de la tarde llegaron a dicha sala. Pero ahí no terminaba todo: pasó cerca de media hora y el equipaje no llegaba. Varios de los pasajeros fueron a averiguar lo que estaba sucediendo y regresaron sin respuestas. Había que esperar.

Cuando transcurrió casi una hora, y seguían en lo mismo, Ana averiguó dónde estaba la persona responsable del aeropuerto a esa hora. Y se dirigió a Información de salidas nacionales para que le indicaran la oficina del jefe. El compañero de Información, muy amable, le llamó a dos lugares diferentes. Y lo encontró en el segundo. Le planteó el interés de la pasajera en hablarle, y no accedió. Le manifestó al empleado que le dijera que ya estaban bajando los equipajes.

Ni siquiera una explicación, una mínima explicación, lamenta Ana. Pasadas las 7:00 p.m., y ya arribando otro vuelo, fue que comenzó a moverse la estera y empezaron a llegar muy lentamente los equipajes.

«¿Quién responde por esto?», pregunta Ana.

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