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Dos historias, ¿dos realidades?

La espirituana Angélica Hernández García (calle Camilo Cienfuegos No. 238, entre Beremundo Paz y Nieves Morejón, Cabaiguán) se resiste a aceptar tranquilamente el tratamiento del que fue objeto su padre.

Él llevaba más de 60 días en crisis de úlcera gástrica, había bajado más de 40 libras en un mes y se hallaba vomitando todo lo que se comía cuando acudió al hospital de su municipio. Allí «le hicieron chequeos, endoscopías (...) y le pusieron plan para su crisis, el cual no ha podido realizar al pie de la letra por los vómitos», evoca Angélica.

Luego de acudir en múltiples ocasiones al referido centro médico de Cabaiguán, donde lo trataron con profesionalidad y afecto, acudió el paciente al hospital provincial espirituano, pues ya el dolor y la deshidratación le eran insoportables, narra la remitente.

«Desde que entra comenzaron los obstáculos. No había silla de ruedas ni camillas para llevarlo al Cuerpo de Guardia y él no podía caminar de lo débil que se encontraba. Cuando llega a los médicos y les explica su situación (...) lo primero que le responden es que el hospital no tiene camas para ingresar y que su caso no es de ingreso».

«Al yo (su hija) explicarles decentemente el caso y decirles que no me lo llevaba hasta que lo aliviaran, entonces lo empezaron a tratar: después de siete pinchazos para cogerle una vena (...) para hidratarlo y pasarle medicamentos, entonces lo remitieron al Cuerpo de Guardia. Allí siguió con su dolor y vómitos; no sintió alivio. Estuvo toda la tarde y la noche (...). Al día siguiente, a las 7:00 a.m. le dicen que ya estaba de alta, que su caso es de plan de la casa, aun él diciendo que se sentía peor que como había llegado», rememora la hija.

¿Resultado? Al arribar a Cabaiguán y seguir vomitando tuvo que volver el enfermo a la institución de salud del municipio. Y al momento de escribirnos (la carta llegó a JR el 15 de noviembre), aún no se había determinado un tratamiento efectivo para el paciente.

Caligrafía de la gratitud

Desde la mañana del pasado 25 de septiembre le comenzó una severa crisis de asma. A las 3:00 de la tarde, sola con su hijo de seis años, la atacó un dolor de cabeza tan fuerte y extraño, que parecía que iba a estallar. Llamó entonces a una vecina y esta, junto a su exsuegra, la ayudaron a buscar apoyo médico.

El día 26, Ana T. Zayas Hernández (Leyte Vidal Edif. No. 217, Apto. 4, Mayarí, Holguín) fue hospitalizada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Mártires de Mayarí, donde permaneció hasta el 30. Luego fue trasladada al hospital clínico quirúrgico Lucía Íñiguez, en la cabecera provincial, en el que se mantuvo por cuatro días, en la sala 5to. A, de enfermedades cerebrovasculares. Había sufrido una hemorragia cerebelosa.

Y si hoy lo cuenta a los cuatro vientos es porque en ambas instituciones de salud la atención que recibió fue altamente profesional y humana. «Doy mi felicitación a todos los médicos y enfermeras (de ambos hospitales), que contribuyeron a mi mejoramiento. Gracias a todos ellos porque estoy viva y disfrutando de mi hijo, que es lo más importante para mí», confiesa Ana. Y particularmente envía su gratitud al clínico Eduardo Levisa, quien la ingresó de urgencia.

Termina la holguinera excusándose por la letra de su carta manuscrita. «Todavía tengo problemas con mis manos y estoy en proceso de rehabilitación», apunta. Pero la caligrafía del cariño le salió perfecta.

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