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Perdidas la maleta y la respuesta

«Llevo en el banco de la paciencia más de un año en espera de una respuesta que no llega», manifiesta Yunayra Cabrera Ríos, residente en la calle Concepción, No. 382, entre Yara y Libertad, en la ciudad de Manzanillo, Granma.

Cuenta que el 25 de febrero del pasado año, en la terminal de Ómnibus Nacionales de La Habana, y previo a su viaje a Manzanillo en el turno de las 8:20 p.m., despachó sus equipajes y pagó un sobrepeso de cuatro kilogramos, sin recibir comprobante. Y su asombro fue al llegar a Manzanillo y apearse. Uno de sus equipajes no aparecía.

El jefe de turno allí hizo varias llamadas a la terminal de La Habana, y la respuesta siempre fue: no aparecía el equipaje. El administrador le sugirió que fuera para su casa, y en cuanto tuvieran una respuesta la llamarían.

El 27 de febrero se presentó en el departamento de Equipajes de la terminal de La Habana la persona que acompañaba a Yunayra el 25, antes de su viaje. Hizo la reclamación allí, y la jefa del departamento buscó: no apareció la matriz correspondiente a la maleta.

El 29 de febrero Yunayra fue a la terminal de ómnibus de Manzanillo: «En ese momento, afirma, el jefe de estación llamó a La Habana, instante en el que supe que no se le había dado seguimiento a mi reclamación. Observando el listado de los objetos que traía en la maleta, le dijo a la compañera del otro lado del teléfono que me podía hacer una denuncia a la policía por querer estafar a la empresa, lo que considero una calumnia y falta de ética de su parte».

El 11 de diciembre pasado, cuando volvió a La Habana, fue al departamento de Equipajes de la terminal de ómnibus central. Y allí no tenían conocimiento del caso. El expediente de reclamación nunca había llegado.

«En ese momento, dice, la compañera llamó a Manzanillo para reclamar el expediente. Y me orientó que regresara a los tres días para darme respuesta. Volví el día acordado, y me dijo que ya tenía este, que volviera a mi provincia y me llamarían para decirme la decisión del caso. Hasta hoy no he recibido respuesta por ninguna de las partes».

Yunayra añade que tiene en su poder el comprobante de reclamación con el número de expediente, el listado de los objetos que contenía la maleta y el boleto de reservación del infausto día en que viajó de La Habana a Manzanillo.

«Después de tantas angustias y maltratos, dice, solo quiero recuperar lo que con tanto sacrificio obtuve. Pero nadie me va a compensar los momentos de desespero e impotencia que he vivido durante este año. Esperé con paciencia, pues por la situación epidemiológica del país la mayoría de las terminales estuvieron cerradas, al igual que los trámites. Pero creo que ya es el momento de que se le dé solución a mi problema», termina.

Arrancar de un tajo

«Hay cosas que se deben arrancar de un tajo», sentencia con argot de campesino Armando Martínez Rivas, agricultor asociado a la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Abel Santamaría, en el consejo popular Pasada de Marín, municipio pinareño de Sandino. Cuenta que tiene un contrato de entrega de viandas a la CCS, con el número 38041304045. Y desde el 11 de marzo debían haberle recogido unos 45 quintales de calabaza. Cuando llegó su carta, el 29 de marzo, aún aguardaba.

«Mis hijos y yo vivimos de eso, manifiesta. Casi estamos perdiendo 9 000 pesos; porque con los días que han pasado, y siendo calabaza, que se echa a perder…», dice y se pregunta:  ¿Cómo vamos a quedar nosotros, que solo vivimos de lo que producimos en la tierra, con tanta falta que les hacen los alimentos a la población, los hospitales, y los círculos infantiles?

«¿O es que no escuchan lo que está pidiendo el Presidente, el Partido y el Gobierno? Pensar como país para que esto siga adelante. Soy y seré revolucionario, pero lo mal hecho está mal hecho, venga de donde venga», concluye Armando.

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