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Entre albañales

Así como este joven de la foto tiene que atravesar las aguas albañales para salir o entrar a su casa, así llevan años sufriendo impunemente tal peligro las familias residentes a lo largo de ese pasillo, en calle 118, entre 81 y 71, en el reparto Los Ángeles, en el municipio habanero de Marianao.

Lo denuncia Deyle Sánchez Jordan, residente allí, quien  cuenta que ese desborde de aguas sucias da por los tobillos inevitablemente. Para  atravesar el pasillo del derrame, tienes que usar botas impermeables que te protejan, o sencillamente sumergir tus pies en esos detritus.

«Y nada se resuelve, afirma. Yo llevo un año y dos meses viviendo en este lugar, pero cuentan los vecinos de toda una vida aquí, que esta situación la han informado en todas las instancias correspondientes. Aguas de La Habana dice que es tema de Saneamiento Básico, y viceversa. Y mientras, estamos aquí metidos en la inmundicia. Es demasiado desesperante», concluye Deyle.

Agua ni para beber

Rosa M. García Urquiza (Guachinanga 741, entre 4ta. y final, reparto María Luisa, San Miguel del Padrón, La Habana) relata que en su barrio no tienen servicio de agua potable. Ni agua para beber.

Refiere que dependen del servicio de pipas, que debe ser cada 12 días. El lunes 14 de agosto la pipa comenzó a dar servicio allí, con cuatro viajes. Y al otro día dio un solo viaje, dejando varias casas sin servicio, incluida la suya.

Rosa se comunicó con quien distribuye las pipas y con el Gobierno municipal. Y el 21 de agosto, cuando escribió a esta sección, no tenían agua ni para beber ni respuesta. «Esto no es primera vez que ocurre. Es reiterativo», termina.

No tiene momento fijo

Alina Margarita Fernández López (Porvenir 1470, entre  San Gregorio y María Auxiliadora, Víbora Park, Arroyo Naranjo, La Habana) refiere que en esa cuadra, el dueño de una fregadora de autos particular construyó un bar que le autorizaron en horario nocturno, viernes y sábado hasta las 3:00 a.m., y domingos, hasta la 1:00 a.m.

«Lo cierto es, afirma, que la música alta no tiene horario fijo para eliminarla en la madrugada; lo que unido a los escándalos hablando en voz alta  de los clientes que salen ebrios, y los ruidos de motocicletas y autos, no dejan dormir a los vecinos.

«En reiteradas ocasiones he discutido con el propietario de ese establecimiento y hace caso omiso a mis quejas. En la noche del pasado sábado eran las cinco de la madrugada y no podía conciliar mi sueño. Y al amanecer del lunes el escándalo duró hasta cerca de las 6:00 a.m. ¿Quién tiene que ponerle coto a esto?», concluye.

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