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Veteranos contra la guerra de los tres billones

Las atrocidades pueden ocurrir en el campo de batalla o en los salones de una Casa Blanca dispuesta a gastar los dineros de la nación en los escenarios bélicos. Y no consiguen disociarse unas de las otras, porque son partes incuestionables de una misma política entronizada en la administración de George W. Bush: hacer la guerra, no importa cuáles sean sus costos, con tal de que quienes lucran con la industria de la muerte se llenen los bolsillos y los poderosos del petróleo dominen esa riqueza en cualquier lugar del mundo.

El Sunday Times hablaba hace un par de días de los misiles patrióticos, no de los poderosos y destructivos proyectiles estadounidenses, sino para nombrar de esa forma a los veteranos de Iraq contra la guerra, en especial a quienes sirvieron en la invasión y ocupación del país mesopotámico o en Afganistán y ahora salen del closet para testificar respecto a las atrocidades de las que fueron testigos durante esas misiones militares, porque «los secretos que guardan son como un veneno, que lentamente liberan las toxinas de la vergüenza y el remordimiento».

Así lo hicieron, en 1971, los más de un centenar de veteranos del sudeste asiático que se reunieron en un hotel de Detroit en el grupo Veteranos de Vietnam contra la Guerra, cuando salía a la luz pública la criminal matanza ordenada por el teniente William Calley contra la aldea de My Lai, y ellos testimoniaron que la ejecución de cientos de inocentes aldeanos ocurrida en 1968 no era un hecho aislado. Aquel foro se conoce en la historia como el encuentro de Winter Soldier.

Así lo repetirán, a partir del 13 de marzo, y durante cuatro días del segundo encuentro de Winter Soldier, en Washington, la capital, quienes pueden atestiguar de sus dolorosas y atormentadoras experiencias. Habrá presentación de fotografías, de videos, de grabaciones en teléfonos móviles o cámaras digitales, en las que se muestran brutalidades, torturas y asesinatos. Abu Ghraib o la matanza en Haditha asomarán con toda crudeza, junto con otros hechos perpetrados en el diario actuar, para certificar que tampoco estos fueron aislados. Dice The Sunday Times que será la evidencia de un problema endémico y no la acción de «malas semillas», como sugiere el mando militar de Estados Unidos para librarse de su responsabilidad de una rutina de abusos y atrocidades.

Al mismo tiempo, la política bushiana de guerra ha contribuido en grande a la desaceleración de la economía estadounidense, e impide cualquier recuperación económica posible. Joseph Stiglitz, economista laureado con el Premio Nobel, certifica esa otra atrocidad cuando denuncia en su libro The Three Trillion Dollar War (La guerra de los tres billones de dólares), cuya coautora es Linda Bilmes, la desestimación que el gobierno de EE.UU. ha hecho del costo de la aventura bélica que ya lleva cinco años, y que fue presentada por el equipo Bush como una operación que se iba a pagar por sí misma con los dineros de las exportaciones petroleras de Iraq.

La realidad ha sido otra. En el volumen de Stiglitz-Bilmes, que se publicó este lunes, se afirma que, directamente, el Departamento del Tesoro ha desembolsado 845 000 millones de dólares bajo el argumento de que las guerras son buenas para la economía. «Ningún economista cree ya realmente en eso», dijo el Premio Nobel en una reciente entrevista, pero el verdadero costo, escondido en los entretelones de cuánto se pagará en los años por venir a los familiares de los muertos, a las pensiones a los físicamente lacerados de por vida, y otras «minucias», llegará a los tres millones de millones de dólares (o tres billones), sobrepasando el costo de toda la II Guerra Mundial, según demuestran los prestigiosos y conocedores académicos.

Stiglitz y Bilmes se califican, incluso, de ultraconservadores a la hora de hacer sus cálculos del despilfarro, aunque también dan algunos ejemplos de cómo podría gastarse con verdadera utilidad tamaño volumen de billetes verdes: el presupuesto anual para las investigaciones sobre el autismo en EE.UU. alcanzan los 108 millones de dólares, apenas una migaja, que se emplea cada cuatro horas en la guerra contra Iraq; o con los tres billones podrían darle empleo durante un año a 15 millones de maestros adicionales para las escuelas públicas o cuatro años de becas en las universidades estatales a 43 millones de estudiantes.

Sí, las atrocidades en el gobierno de George W. Bush, el hijo, vienen por parejas.

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