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Graduados en la enseñanza militar cientos de cadetes y guardiamarinas

La incondicionalidad al servicio de la Patria y su sólida preparación política, ideológica y técnica distinguen a estos jóvenes

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La cadete Lisvey Martínez Rivera ahora aprecia el tiempo como nunca antes. Dice que un segundo, que en otro momento podía recrear, actualmente le parece demasiado valioso para regalarlo a otra cosa que no sea a su proyecto de diploma.

Lisvey Martínez expresa su disposición de ser útil donde más la necesiten.

A esta alumna del Instituto Técnico Militar José Martí (ITM) apenas le quedan unos cuantos días para discutir su tesis de graduación, una propuesta de prototipo para armamento terrestre. Este podrá emplearse en diversas piezas de artillería, y al disminuir el esfuerzo de los soldados en la carga de municiones, contribuirá a humanizar el trabajo de la dotación.

«Aquí hay que estudiar muchísimo. Se dice en la calle y uno no se imagina cuánto hasta que no llegas a la escuela. Eso implica postergar las visitas a la casa, renunciar en diversas ocasiones a las fiestas. Es un sacrificio que finalmente agradeces, porque el hábito de estudio se apodera de ti, y casi no puedes vivir el día que no tomas un libro o una libreta en las manos, y te llevas a la cama unas cuantas preguntas sin responder», afirma.

Dosificando las horas están todos los que se graduarán en el ITM, y también quienes continuarán en el centro, que desde el 1ro. de febrero del presente año ostenta la Orden Antonio Maceo, por el rigor de la enseñanza y ser fiel al propósito con que surgió en febrero de 1967, cuando se le otorgó el privilegio de ser la Primera Universidad Militar en la Isla.

Poder trabajar en la modernización del armamento que permitirá defendernos de cualquier agresión es un privilegio al que no renunciaría ningún cubano, considera Lisvey, quien es aspirante a Título de Oro, por promediar académicamente 4,77 puntos. En el ITM los alumnos que como ella estudian Ingeniería Mecánica en Armamento, u otras carreras, gozan de todas las posibilidades para investigar, y así aportar el fruto de cinco años de preparación a garantizar la defensa del país.

«Lo que más deseo es graduarme. Quisiera trabajar donde más necesiten de mis conocimientos», asegura, y menciona entre sus anhelos formar una familia, con dos niñas que como a ella le gusten los juegos de roles.

EL RUMBO DE LA DISCIPLINA

Al ITM llegó tras optar por una carrera militar, después de graduarse como bachiller. Nada mejor ha pasado en su vida desde entonces, pero asegura que esto se debe en gran medida a las buenas clases que recibe, y a la exigencia y preocupación de los profesores por la superación de los alumnos. Gracias a eso, el cadete Yerandi Márquez Echevarría le ha regalado a su mamá muchas satisfacciones, porque ella, que dedicó gran parte de su existencia a las FAR, deseaba que su hijo siguiera el mismo rumbo, marcado por la disciplina.

En el tercer año de la carrera recibió el Título José Martí por sus calificaciones sobresalientes. Ahora es aspirante al Título de Oro, sueño que hará realidad cuando discuta su trabajo de diploma relacionado con la estabilidad de las piezas de artillería, proyecto que tuvo su génesis cuando cursaba el cuarto año de la Ingeniería Mecánica en Armamento.

«Aquí lo primero es estudiar, pero siempre que nos planifiquemos adecuadamente, hay tiempo para el deporte y otras actividades que nos permiten recrearnos. En tres ocasiones participé en los juegos que se desarrollan entre los centros de enseñanza militar y no me perjudiqué en la docencia; al contrario, eso le sumó valor a mi aval de estudiante, que entre los parámetros cuenta la participación en actividades extradocentes.

«Nada en el mundo se ha hecho sin disciplina», asegura rotundamente el doctor en Ciencias y profesor titular teniente coronel Ricardo Álvarez, jefe de Cátedra. Su aseveración responde a uno de los porqué son tan competentes los jóvenes egresados del Instituto.

«Puedo decirte que la disciplina es lo primero porque ha sido esa, y no otra cosa, la que ha forjado el carácter de la mayoría de nosotros. Casi todos fuimos camilitos, luego cadetes graduados en el propio centro, y en mi caso llevo 14 cursos como profesor aquí. Digo que llevo más tiempo en las FAR que de vida, aunque parezca un disparate, pero desde los 11 años me debo a sus exigencias.

«El rigor, el orden, los compromisos que surgen con la vida militar en las FAR, te van imponiendo metas cada vez más elevadas, y como resultado nos preparamos en todos los sentidos de una manera muy sólida. Aquí se exige la superación cultural y profesional de los profesores; de no ser así no estaríamos formando especialistas aptos para asumir los retos actuales. Del mismo modo en que avanza la ciencia aplicada a disímiles disciplinas, nuestro espectro se engrandece y demanda estar a tono con lo que ocurre mundialmente».

Un grupo de cadetes recibe clases en el aula especializada de cohetes antiaéreos. El teniente coronel José Luis González, primer oficial del órgano de Instrucción del centro de altos estudios militares, subraya que en la formación vocacional descansa también la calidad de los futuros oficiales que se desempeñarán en el perfil técnico de las FAR.

«Frecuentemente visitamos las escuelas militares Camilo Cienfuegos, por ser la cantera natural de la que nos nutrimos para cubrir las tres vertientes fundamentales del centro: Ingeniería Mecánica, Radioelectrónica e Ingeniería Informática. Conversamos con los aspirantes y respondemos a sus inquietudes, entre estas el plan de estudio y especificidad de cada carrera.

«Ellos también nos visitan, y en ocasiones conviven con los que serán sus compañeros y profesores».

GARANTÍA

Ni un cadete más, ni uno menos; para ellos se valoran las necesidades de la defensa, y en correspondencia, las FAR planifican la formación de los futuros oficiales que asumirán las distintas misiones, entre estas las relacionadas con el desarrollo y mantenimiento de la técnica.

Esa objetividad rigurosa tiene entre sus ventajas lo que muchos consideran una garantía: «La ubicación nuestra está segura, todos somos necesarios una vez graduados. En el transcurso de la carrera nos preparan para misiones muy específicas porque estudiamos lo inherente al perfil de manera general, pero nos especializamos en lo que finalmente nos desempeñaremos», explica el guardiamarina Yordán Alba González, quien muy pronto aspira a graduarse, con Título de Oro, como ingeniero radioelectrónico en la Academia Naval Granma y dedicará a su abuela lo que para él será uno de sus mayores orgullos.

«Los guardiamarinas desarrollamos muchas actitudes y aptitudes que van a acompañarnos mientras vivamos. El mar es muy potente, necesita de hombres fuertes en sus convicciones. Eso permite que estemos dispuestos a servirle a la Patria donde más útiles seamos».

UNIVERSIDAD DEL MAR

Guardiamarinas en el aula de marinería.

En la Academia Naval Granma se forman y superan oficiales para la Marina de Guerra, Tropas Guardafronteras, Marina Mercante, y en general para todas las especialidades vinculadas al mar. Una de las fortalezas de la institución, según el capitán de navío Rafael Ángel Felipe, subdirector general del plantel, es contar con un claustro de profesores muy preparado. De ellos muchos son doctores en ciencias, otros realizaron maestrías o cursan el doctorado en estos momentos.

«Los guardiamarinas estudian los perfiles de mando y técnica y se gradúan de nivel superior como licenciados en Ciencias Navales o ingenieros en diferentes especialidades de cubierta y de máquinas. Sus títulos están validados por la Organización Marítima Internacional (OMI), y los ministerios de Educación Superior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. La Institución está certificada con un sistema de gestión de la calidad por las normas ISO-9001-2001, y trabaja por elevar cada uno de los parámetros valorados para mantenerse en ese sistema».

La guardiamarina Yadira Baldaquín es una de las tantas muchachas que próximamente se graduará como ingeniera en la especialidad de Radioelectrónica en Servicios Radiotécnicos. La incondicionalidad es también su lema cuando habla de lo que a partir de ahora le depara una profesión que requiere de arrojo.

«Deseo terminar mis estudios, aunque sé que extrañaré a mis profesores, a los compañeros de tantas horas de estudio y travesías, que incluyeron un bojeo con mar fuerza cuatro, muy difícil para cualquier marinero. Cinco años de carrera me han servido para apertrecharme de muchos conocimientos y también para no olvidar a un centro con tanto crédito en la formación de sus alumnos».

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