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Mi Batallón contuvo el avance del agresor

Luis Carlos Clemente (Oriente), jefe de la segunda compañía del Batallón 339, comparte pasajes gloriosos de la epopeya victoriosa de Girón

Autor:

Julio Martínez Molina

CIENFUEGOS.— «Los hombres del Batallón 339 combatimos solos el 17 de abril de 1961, día del inicio de la agresión imperialista por Playa Girón, hasta que entraron los responsables de milicias y los siguientes batallones para apoyarnos, continuar la pelea y vencer al enemigo.

«La gente del 339 fuimos los primeros en enfrentar a los mercenarios. Estuvimos aguantando el avance del enemigo hasta aproximadamente las once de la mañana del 17.

«El papel de sus 528 integrantes resultó muy valioso, pues de no haber encontrado esa resistencia, los atacantes habrían obrado sobre la base de su idea de avanzar por dos posiciones: tomar un camino con rumbo a La Habana y otro hacia Cienfuegos.

«Pero al encontrar tal freno, se desconciertan. Ellos no conocen el volumen de fuego que tienen los nuestros, armamentos, número de hombres. Se contienen y da tiempo para la movilización general en el país y que otros batallones pudieran arribar a los escenarios de combate, ya con mejor armamento y condiciones para la batalla.

«Las armas del 339 eran de infantería; o sea que no resultaban efectivas para luchar contra tanques, cañones, morteros, bazucas y todo el dispositivo bélico más desarrollado del agresor.

«Aunque parezca inmodesto de mi parte decirlo por haber sido el jefe de una de sus compañías, la memoria histórica reconoce que existió un derroche tremendo de valentía en el 339. Jamás nos falló la firmeza, ni nos faltó la decisión de que el enemigo no podía pasar.

«Nuestro mando nos arengaba: el agresor no puede tomar ni un punto, no nos puede dominar ni un minuto. Y la exhortación rindió efecto, porque cumplimos el objetivo».

Quien narra estos hechos para Juventud Rebelde es Luis Carlos Clemente Carradero (conocido por todos como Oriente, por su procedencia geográfica), quien en los momentos de la agresión cumplía 34 años.

«Tuve seis muertos y once heridos entre la gente a mi mando. Los aviones pasaban con matrícula nacional (decían FAR Cuba) para engañarnos. El enemigo, sucio en sus tácticas de combate, utilizó todas las argucias posibles».

Curtido en el combate

A sus 84 años, hoy Oriente es uno de los miembros ilustres de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) de Cienfuegos.

Nunca retrocedió ante ninguna tarea. Recibió la alborada de enero con júbilo y defendió desde sus inicios los ideales propugnados por el Gobierno revolucionario.

Inspiración de las nuevas generaciones, ha entregado todo por la obra y fue paradigma de arrojo y ejemplo de fidelidad a la Patria en las arenas de Playa Girón.

La invasión lo sorprende recién bajado del Escambray, donde intervino de forma activa en el teatro de operaciones de la lucha contra bandidos. «El 2 de abril del 61 descendimos de las montañas y entregamos las armas en La Campana, para presentarnos el 8 en el Aeropuerto de Cienfuegos. El 9 y el 10 fueron formados los batallones y yo resulté designado como jefe de la segunda compañía del 339, con 126 hombres bajo mi mando. El 10 en la noche salimos con rumbo desconocido.

«Tomamos dirección a Aguada de Pasajeros, hacíamos cálculos, pero en realidad no sabíamos hacia dónde nos dirigíamos. Llegamos al central Australia a las cinco de la mañana del 11. Ordenaron que formáramos allí bajo las indicaciones de Julián Morejón, segundo al mando del 339.

«Comenzamos a adiestrarnos en el manejo de las armas, pues no eran las mismas del Escambray. Nos dieron fusiles M-52 y otras armas; tomé una metralleta plegable M-25. No llevábamos muchas municiones y la cantidad de balas disponibles entre los efectivos no era mucha. Oscilaban de 40 a 300, en dependencia del arma.

«Yo tenía 90 tiros, y además un revólver 45 de seis disparos. Eso es lo que teníamos para fajarnos contra lo que se presentara. En realidad fue una pelea técnicamente dispareja, pero la ganamos.

«Mi compañía quedó dividida en cuatro pelotones. Pasaron los días. Escuchamos con indignación los ataques a aeropuertos cubanos. Ya la cosa se estaba poniendo bien dura y tomamos nuestras medidas: dividimos en dos partes al 339 y nos desplazamos hacia distintas posiciones, según las órdenes emitidas.

«En la madrugada del 17 se experimentaba en la tropa ese sentimiento que las personas sienten cuando están a punto de algo grande. Los vigías comunicaron que distinguieron señales cercanas a la costa; y dieron el parte de que una lancha a motor rondaba por la zona.

«Tiene lugar un tiroteo entre la lancha y ellos. Llamaron entonces urgentemente a un par de compañías, y fuimos para allá. La plana mayor nos ordenó montarnos en dos rastras de cargar azúcar del central Australia.

«Se me orientó además por la jefatura que montara atrás, en algo, al pelotón de apoyo. Y me pongo tan dichoso que me encuentro el camión que hace la limpieza del ingenio: un Ford del 48. No encontré las llaves, pero lo arranqué con los cables, subí a la gente y emprendí la marcha.

«Al lado mío iba mi segundo al mando, Nicolás Reyes Abreus, y pegado a la puerta Plácido Roque, el sargento mayor de compañía del batallón. Tomamos la carretera a la mayor velocidad que podía alcanzar el cacharro aquel.

«Accedimos a los límites de la zona de conflicto y nos paran: “Compañeros, no pasen para allá, que están atacando Playa Larga”. Cuando llego a Pálpite, la gente del lugar, con escopetas y armas improvisadas, quiere también montar en el camión, pero no se los permití.

«Los mandé a hacer barricadas y a que no pasara nadie por allí. No tenía idea de la magnitud del ataque, creía que era un buchito de gente y que con nosotros bastaba.

«En la madrugada del 17 distribuí los hombres según el tipo de arma y emití la orden: “Nadie puede tirar si yo no lo hago”. Aquello era una boca de lobo, pero si mirabas hacia el mar veías siluetas en movimiento.

«Nos dan el alto. El enemigo, en acto de manipulación, nos gritó que nos entregáramos, que habían atacado las seis provincias para liberarnos del comunismo; que ellos eran hermanos de nosotros, que no tenían nada contra nosotros, que Fidel se había exiliado en México. Que nos entregáramos, pues a nadie le pasaría nada.

«Les respondí que somos el 339 de Cienfuegos. Me contestan que ellos forman parte del Ejército de Liberación. Y entonces nuestra respuesta ya no es verbal. Les mandé 40 tiros de la metralleta; cuando se me encasquilló boté ese peine, saqué otro y le zumbé diez disparos, como también lo hicieron mis compañeros.

«La balacera cesó cuando ellos aguantaron sus proyectiles. Se decían contraseñas, Águila, Negra, Pájaro…, pero nosotros percibíamos que tenían cierta confusión.

«No obstante, comenzaron a lanzarnos proyectiles con morteros y bazucas. En estos primeros episodios mi soldado Luis Tellería fue herido en una pierna. Luego me ordenaron redistribuirnos y repartir el personal cada diez metros. En la oscuridad aquella no resultó muy fácil, pero la encomienda fue cumplida. Luchamos y resistimos».

Cada mañana recuerdo Girón

«Después, me mandaron con mi gente a tomar Soplillar e impedir el aterrizaje de los aviones enemigos, obstaculizando la pista del sitio. La llenamos de bolos de madera, y en la boca del camino preparamos emboscadas.

«Arribó entonces el comandante René de los Santos, con un pelotón proveniente de Matanzas. No tenían mapa ni conocían la zona. Me preguntaron cómo salir a Playa Larga, a Girón. Con un palito en el suelo les mostré. René me ordenó que dejara a un compañero al frente y los apoyara.

«Fui destinado a ir delante para hacer señales cada cien metros, a fin de que ellos continuaran el avance en dependencia de la presencia enemiga.

«En ese instante pasó una caravana de mercenarios rumbo a Girón, luego de huir de Playa Larga. Se le abrió fuego. En la mañana del 19 vi al entonces capitán José Ramón Fernández, quien se encontró con Fidel.

«Se divisaron fragatas enemigas y se ordenó preparar dos baterías de cañones para tirarles pegado a la proa a las embarcaciones, no a darles, porque eran embarcaciones norteamericanas. Un tanque Sherman fue destruido.

«El 19 dimos bastante fuego pa’l monte y empezaron a salir los agresores como hormigas de un hormiguero que cogió candela.

«Ese día de la derrota definitiva fue glorioso. Ver perder a aquella gente, sin ideología, ni ideales, ni valores, fue una lección histórica porque es vital tener una conciencia política, que debe quedarles a las nuevas generaciones.

«Entre la fila de mercenarios se encontraba un joven negro. Fidel se le acercó y le dijo: “Negro, cará, a ustedes que les echan los perros y tú vienes con esta gente”. Y el hombre agachó la cabeza.

«Ha pasado medio siglo, pero cada mañana recuerdo Girón. Constituyó un pasaje luminoso de una historia cargada de sacrificio, lucha y entereza, que debemos tener presente siempre».

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