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Volvió el asfalto a la montaña espirituana

Después de varios años sin gozar de una reparación, la carretera que une a Topes de Collantes con Manicaragua, en el Escambray trinitario, recupera su esplendor para el bienestar de la población de esa zona y para el desarrollo económico de la provincia espirituana

Autor:

Luis Orlando Hernández

TRINIDAD, Sancti Spíritus.— Los poblados de Tres Palmas y La Felicidad se visten de asfalto. La carretera que los une con Topes de Collantes desde hace tiempo ganó el calificativo de «camino», por los continuos años de explotación sin mantenimiento.

Solo una obra con cuantiosos recursos como la que sostiene una brigada de la ECOI 30, de Sancti Spíritus, puede devolverles la rápida comunicación a los habitantes del lomerío trinitario. Unos 10,3 kilómetros de carretera han sido reconstruidos en un plazo de cuatro meses, los que obligaron a emplear la considerable cifra de 14 000 toneladas de asfalto, según argumenta Miguel Valdés, director general de la empresa constructora.

«Los trabajadores de la fábrica de asfalto de Sancti Spíritus comienzan sus labores a las dos o tres de la mañana para asegurar que el pavimento llegue temprano a la obra. El transporte de la materia prima es lo que más afecta, por la escasez de camiones, pero la voluntad de los obreros impidió frenarnos ante esos obstáculos», abunda.

La zona reviste especial importancia para el desarrollo económico de la provincia, ya que establece los límites territoriales con Villa Clara, acoge al complejo hotelero de Topes de Collantes y resulta uno de los polos cafetaleros más importantes del territorio.

«Ya esto parece una zona urbana», sostiene Paula Rodríguez Robles, quien lleva toda una vida en Tres Palmas. «Tenemos una farmacia, un consultorio, una tienda, una escuela, una panadería y hasta nos dejaron nueva la carretera, que nos permite movernos hacia la ciudad y ante cualquier urgencia».

Mientras el viajero avanza por estos parajes, no puede resistirse ante el reinado de la flor mariposa por ambas sendas de la vía. La guayaba silvestre regala su olor melifluo y aves exóticas recuerdan lo más natural del paisaje cubano. A poca distancia se ubica el punto exacto donde las tres provincias centrales hermanan sus fronteras.

Los sonidos incesantes de los camiones, la máquina de asfalto, el cilindro, los rastrillos y las voces humanas interrumpen la paz reinante. Más de 120 kilómetros de distancia recorrieron los obreros de la cabecera provincial para sanar las llagas de la arteria más importante de esta zona montañosa.

«El trabajo resulta muy difícil, pues existen barrancos que obligan a tomar máximas precauciones para evitar accidentes. La mayoría de las tardes aquí llueve, y el asfalto no liga con el agua, así que debemos esperar a que escampe y escurra para luego continuar, por lo que la obra se atrasó considerablemente», asegura Apolonio Díaz Frómeta, rastrillero, quien no puede disimular las huellas del trabajo a solo un año para alcanzar la jubilación.

El deleite de los trabajadores y de los habitantes ante la posibilidad de la «misión cumplida» se conjuga hoy con el tránsito raudo y precavido de los carros por la vía de montaña. Vale la pena arribar ahora a este lugar recóndito donde las edificaciones modernas se conjugan con el verdor de la campiña, y aflora espontáneo el sentimiento de orgullo del guajiro.

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