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Del «apretante» al «descargante»

Los «descargantes» ganan espacio en las relaciones de pareja entre los adolescentes y jóvenes del país. Lo que unos ven como una práctica normal, que vivieron y disfrutaron generaciones anteriores, otros la observan como algo preocupante por sus formas inusitadas de manifestarse, y hasta sus posibles implicaciones

Autores:

Nelson García Santos
Yahily Hernández Porto
Ana María Domínguez Cruz
Yuniel Labacena Romero
Adianez Fernández Izquierdo

Es sábado en la noche. Yadira mira el reloj y las manecillas la hacen apurarse. En su casa todo es glamour, delineador, lápiz labial, perfume y la mejor ropa. Ya queda poco, a las diez comienza la fiesta. «¡Hoy será otra noche de descarga!», pensó. Semanas atrás, en otra fiesta, conoció a un muchacho. Desde entonces cada vez que se ponen de acuerdo, se encuentran, sin más compromiso que el deseo de satisfacerse mutuamente.

Ella tiene 20 años de edad y prefiere este tipo de relación a aquellas conquistas con una carta, un poema o una flor como sucedía antes y como las tienen algunas de sus amigas. Para Yadira, esta «amistad con sexo» no lleva presiones, es más abierta y desestresante. Sabe que esa persona estará ahí para cuando quiera divertirse y, luego de ese momento no se deben explicaciones ni el uno ni el otro.

En otro sitio el reloj marca la misma hora. Boris, un joven de 18 años, sale con sus amigos. Hace poco terminó su relación con una muchacha, pero sabe que no pasará la noche solo. Sus «socios» nunca lo hacen, y él no será menos. Antes de terminar la fiesta «ligará» a alguien y es posible que lleguen lejos. La historia es vieja, sus compañeros lo repiten cada vez que salen de fiesta y con él no será distinto.

Como Boris y Yadira, otros jóvenes en nuestro país hoy asisten a fiestas, discotecas o sitios similares y terminan su noche «descargando» con alguien a quien apenas conocen, o reencontrándose con quien ya vivieron la experiencia.

¿Qué es una «descarga» y cuáles factores pueden motivarla? ¿Quiénes pueden ser los «descargantes»… Acerca de estos nuevos conceptos, prácticas o tendencias y de cómo se instauran en sectores de la juventud, este equipo de reporteros indagó en las experiencias de adolescentes y jóvenes de la capital, Artemisa, Villa Clara y Camagüey, algunos padres y los especialistas, para profundizar en un fenómeno que en los últimos tiempos ha sumado seguidores, más allá de patrones predeterminados que definan actitudes en torno a lo correcto e incorrecto.

Descargando…

Las relaciones interpersonales entre adolescentes son cada vez más complejas, no solo por la manera de asumirse, sino también por la dinámica y rapidez con que se forman y hasta desaparecen.

Lo que una vez fue el soñado, deseado y perdurable primer beso de amor de generaciones de muchachas y muchachos hoy, por lo general, es «una experiencia muy maltratada, casi una quimera, por su manera de practicarse: rápido, veloz, repentino, brusco…», según coinciden los cerca de 40 adolescentes y jóvenes que formaron parte del sondeo realizado por este diario, junto a algunos padres.

Los criterios, aunque diversos, lograron consenso en que la conceptualización de esta tendencia de diversión juvenil es muy amplia. Puede hablarse de una descarga al referirse a una fiesta, por ejemplo, y también a la relación efímera que establecen dos personas que no se conocían. Según señalan los propios entrevistados, los «descargantes» emergen entonces como aquellos que mantienen un estatus fijo dentro de la nueva modalidad de intercambio.

El joven camagüeyano Adalberto González, estudiante de Preuniversitario, dejó claro que en materia de descarga no está dicha aún la última palabra. «Las descargas siempre han existido, mis padres fueron a muchas en su juventud, porque así me lo han contado. Con música y unos traguitos, ya no hace falta más. Ahora, las hay buenas y malas, como también están las «duras», y es uno quien elige en cuál estar», detalló.

Kirenia Suárez, estudiante de décimo grado en la capital, añade que también se emplea el mismo vocablo para referirnos al cortejo con alguien, y está segura de que descargar no es nada nuevo, aunque el término que conocieron sus padres era «apretar». «Desde que empecé en la Secundaria supe que se podía descargar en una fiesta, por ejemplo, y que eso no quería decir que hubiera un noviazgo después. Más bien es para pasar el rato, para no estar sola mientras otras tienen con quien bailar, conversar».

Su amiga, Carolina Rodríguez agrega que, aunque es posible que descargues con un muchacho que con miradas o sonrisas te demuestra que está interesado en ti, también puede ser que se trate de alguien ya conocido y que se aproveche la oportunidad para compartir juntos, sin ser novios después.

Yunior Vázquez, estudiante de técnico de nivel medio en La Habana, confiesa que lo difícil es darle a entender a una muchacha que te interesa, ahí, en medio de la fiesta. Pero después todo sale solo, y bailan, y conversan y los besos llegan porque la idea es pasar bien la noche, y si después funciona, acota, puede ser que seamos noviecitos, sin mucha seriedad, y si no, da igual.

En las indagaciones sobre el tema salió a relucir otro elemento que juega, a veces, un papel determinante en la concreción de estos «amores fugaces».

Elizabet Rojas, en Villa Clara, razona que en ocasiones las propias amigas influyen a fin de que se concrete esa relación. «Ocurre que recomiendan al amigo del joven con que ella se «empató». Presionan de tal modo que las hay que ceden ante el reclamo, para no perder la oportunidad y no ser diferentes, pero después se lamentan».

Así opina también Carlos Fonseca, de Artemisa, quien afirma que, a veces, los mismos amigos te terminan «empatando» con una muchacha, te dicen que te miró, que te guiñó un ojo, que se te pegó bailando y tienes que hacer algo para que no te digan pasma’o.

¿Descargas machistas?

Entre los criterios expuestos por los encuestados, sobresale, en especial, lo relacionado con la pérdida de moral que significa para las mujeres asumir los amores fugaces. Los propios jóvenes, al final, terminan por calificarlas, despectivamente.

Idalis, coterránea de Carlos, de quien no pudimos conocer el apellido, confiesa que, aunque busca compañía para no estar sola, lo hace con discreción porque «los muchachos que te quieren para una relación seria no ven bien que descargues con cualquiera y cuando sea yo la interesada, tampoco elegiré a quien lo hace con frecuencia».

Anabel Treto, en Villa Clara, reconoce que las mujeres tienen que darse a respetar desde jovencitas y cuando lo logran, hasta el más audaz se cohíbe de intentar engatusarlas para tener un romance pasajero.

«Hay que ser responsable, y no actuar bajo el concepto de que la vida es una sola y que hay que disfrutar cada momento. Antes de hacer cualquier cosa, hay que pensar muy bien, porque una noche de locura puede traer consecuencias que no son las que esperábamos», añade.

La artemiseña Daniela Álvarez coincidió con Anabel y manifestó que se mantiene alejada de esa moda. Tener una pareja estable, con la que comparta las noches y los días, es lo que realmente tiene valor.

Ante estas palabras plenas de sentido común, María Alejandra también comparte criterios: «Y los principios de una ¿qué?, ¿dónde quedan?. «Lo más triste —aseveró— es que muchos conocen de muchachas entregadas a esas prácticas y nadie hace nada, porque no pocas veces hasta los padres ignoran qué están haciendo sus hijos en esas fiestas, durante casi toda la noche».

Sin embargo, al amparo del machismo, al parecer, todo está permitido. Se juzga a las muchachas pero, en cambio, se ve bien que el «varoncito» se anote una nueva todos los días.

Raciel Padrón, también artemiseño, muestra orgullo masculino al hablar de sus frecuentes «triunfos», pero insiste en que su novia no puede ser de esas que descargan con cualquiera. «Siempre que descargo con una muchacha es porque ninguno de los dos quiere nada serio. Cuando deseo una relación formal recurro a las flores, los poemitas y esas cosas con otro tipo de muchachas».

Carlos Miguel Díaz, estudiante de 12 grado en la capital, está convencido de que en el caso de ellos, «si donde pones el ojo, ganas, entonces eso te da prestigio. Y si la cosa va bien, los traguitos te ayudan y se puede tener un encuentro más privado, llegar más lejos; entonces, mucho mejor».

Esas «descargas» que pueden terminar en una relación sexual son las llamadas «duras», refiere el camagüeyano Migueangel Agüero. «Se dan en lugares en los que hay mucha bebida, oscuridad y besos entre parejas que se unieron ahí mismo y aunque hayan tenido sexo, al otro día ni se acuerdan».

Mientras se use condón, advierte el habanero Yoandry González, de 18 años, no hay ningún problema. «De hecho, así es mejor porque eres un «descargante» que no va a la guerra sin fusil, porque uno no sabe en qué va a terminar lo que se empieza».

Por su parte, Yunieska Granados, estudiante de primer año de Economía, asegura que ella, más allá de pasar el rato, no llegaría lejos con alguien con quien descargó un día, sin apenas conocerlo.

Otra de las interpeladas fue Danay González, en la tierra de los tinajones, quien confiesa que esas «descargas duras» distan mucho de su forma de ser y sus valores.

«En las descargas —aseguró Danay— el primer beso de una muchacha o muchacho no tiene sentido, porque es una práctica como si fuera un baile. Nada tiene que ver con el amor ni con el respeto entre la pareja, porque el beso, la atracción y hasta la mirada entre ambos son cosas de una noche, y no del gusto ni del amor».

Aunque sean los menos, hay jóvenes que en las descargas han encontrado una pareja con la que luego se han formalizado, a pesar de los criterios de la sociedad de estas prácticas. Así le sucedió a Heidy García, estudiante de 12 grado, quien confiesa que descargar se ve bien ahora, no es nada malo. Y puede terminar bien, como le pasó a ella.

«Mi novio y yo estamos juntos hace un año y nos conocimos en una descarga en la fiesta de un muchacho de mi aula. La pasamos bien y cuando nos veíamos en otras fiestas, volvíamos a descargar. Después, con el tiempo, él me llamaba para avisarme de una fiesta y vernos allí y yo hacía lo mismo, hasta que después nos dimos cuenta de que queríamos estar más tiempo juntos. Pero todo empezó con una descarga. Uno nunca sabe…», afirma.

Confianza y comunicación

La adolescencia es una etapa de nuestras vidas donde, como parte de la sexualidad, el interés vinculado a las relaciones amorosas crece. Se experimenta curiosidad en torno al cuerpo, los adolescentes comienzan a fijarse en los demás no solo como simples amigos, sino como personas con las que pudieran tener otro tipo de relación; les preocupan cuestiones asociadas a sus genitales, entre otras.

En esta etapa de la vida se necesita y demanda mucha atención, afirma la psicóloga Maylín Pérez Enríquez, del Centro de Estudios sobre la Juventud, pues en estas edades se acentúa la exploración en torno a las sensaciones y vivencias en el intercambio interpersonal y sexual, y es ahí donde juegan un papel importante las llamadas «descargas».

«Con este término se denominan los encuentros fortuitos entre adolescentes y jóvenes en determinados espacios, donde se establece algún tipo de vínculo que puede ir desde besos y caricias solamente, hasta la relación sexual propiamente dicha, aunque es importante destacar que esto último no es lo usual, teniendo en cuenta que las «descargas» frecuentemente se establecen entre adolescentes antes de la edad de inicio de las relaciones sexuales.

«Una de las causas que puede determinar este tipo de relación, además del interés por adquirir experiencias, la búsqueda del placer y la curiosidad, tiene que ver con el hecho de que ellos no tienen ante sí responsabilidad de definir el resto de su vida, imaginarla y proyectarla al futuro en ninguna de las esferas de la personalidad, incluyendo por supuesto la sexual y de pareja.

«No es en ese momento, por lo general, que ansían la estabilidad en las relaciones ni trazarse metas en función de eso, lo que permite vivir vínculos eróticos sin que estos presupongan un anclaje a las personas con las cuales se establece», explica la especialista.

Otra de las motivaciones, añade, puede estar vinculada a la presión que ejercen algunos integrantes del grupo de amigos, a la cual ellos suelen ceder debido a la necesidad de aceptación y de reconocimiento social.

Enfatiza Pérez Enríquez que en esta etapa de la vida, cuando comienzan los acercamientos eróticos, es vital adquirir información sobre disímiles cuestiones, pues muchas interrogantes se agolpan en la mente de los adolescentes y jóvenes, por lo que necesitan de consejo y apoyo.

«En la educación sexual muchas veces no se tiene en cuenta la importancia de los afectos para llegar a las relaciones íntimas, pues solo se les insiste en la trascendencia del suceso y, sobre todo, en lo concerniente al uso de métodos de protección.

«Sin embargo, es importante que aprendan a ser sinceros con ellos mismos y se pregunten si se trata de amor, de sentimientos verdaderos o si es el puro deseo de curiosear sin importar con quién sea. En la adolescencia, las hormonas pueden jugar una mala pasada, pues el deseo de experimentar cosas nuevas puede no ser manejado bien, y entonces se corre el riesgo de que se vivan experiencias desagradables que luego dejen ideas equivocadas del amor», agrega la especialista, quien trabaja en la línea de investigaciones sobre sexualidad en el centro.

Son los padres, en primer lugar, quienes deben crear el clima de confianza idóneo para establecer con sus hijos una comunicación abierta en la que las cuestiones de la sexualidad no se queden fuera, insiste la psicóloga.

«Vivir las primeras experiencias de acercamiento interpersonal y erótico de manera exitosa requiere mucha responsabilidad, y esta solo se crea si los adolescentes y jóvenes reciben información oportuna y apropiada. En el inicio de sus relaciones sexuales —que pueden ser fuentes de satisfacción y bienestar, o por el contrario, recuerdos amargos de un actuar precipitado— es imprescindible que se converse con ellos, que se les hable con claridad, pues solo así estarán en mejores condiciones de llevar una vida sexual saludable, responsable y placentera», concluyó Pérez Enríquez.

Con mayor seriedad…

«Descargar» y «tener descargantes» son términos que asustan porque esta modalidad de relación entre adolescentes y jóvenes que puede, incluso, tener implicaciones más allá de un simple beso,  invita a creer que los criterios sociales y hasta románticos del amor están sufriendo poco a poco transformaciones en nuestra sociedad.

Precisamente esa es de las cosas que más le preocupa a Jacqueline Rodríguez, cuya hija tiene 17 años. Ella recuerda que en su época, los noviazgos se nutrían de cartas de amor, flores y sorpresas, y lamenta que ahora eso casi ni se vea. «Yo quiero que mi hija se enamore de verdad, y que si comparte con alguien que no conoce en una fiesta o en una discoteca, no lo lleve al plano íntimo».

Sobre eso le insiste Liudmila Gutiérrez a su hija de 16 años, porque a pesar de que se tienen confianza y no halla mal que tenga sus «descarguitas», ella le advierte de manera reiterada que puede disfrutar como las demás de su edad, pero que no tiene que llegar a una relación sexual por embullo o por pasar el rato.

El concepto de «descarga» ha cambiado mucho, refiere Lázara González. Cuando estudiaba en la Universidad, dice, solíamos ir a descargar al Malecón. Un amigo llevaba una guitarra y cada uno cantaba una canción, como podía, le hacíamos coro, o nos contábamos cuentos. Era pasar la noche entre amigos, sin maldad.

Y aunque tiene los mismos recuerdos Hernán García, padre de un adolescente de 14 años, él dice estar convencido de que hay que marchar al ritmo de los tiempos, en los que antes se «apretaba» y hoy se «descarga». Piensa que su hijo «no puede quedarse atrás», pero no puede dejar de protegerse.

Yohanna Martínez, divorciada hace un año, confiesa que nada malo le encuentra a las «descargas» pues a menudo lo hace como una manera de divertirse, de tener con quién salir, pero sin compromiso y sin rebasar los límites íntimos. Cuando le corresponda aconsejar a sus hijos, sabrá qué decirles.

María González es de esas madres que piensa que debería tenerse más en cuenta si realmente vale la pena descubrir la sexualidad con un «descargante», pues muchas veces se terminan viviendo experiencias adelantadas a las que requiere su tiempo. «Eso solo limita su capacidad de sentir y disfrutar al máximo las experiencias propias de su edad, que debieran quedar para siempre como un bonito recuerdo».

Yanet Pérez, madre de una joven universitaria, opina que las «descargas» no son ni malas ni buenas. «Cada cual debe sentirse bien con lo que hace, sin pensar en lo que otros digan, pero el sentido de la responsabilidad no puede dejarse a un lado, sobre todo cuando hay lugares donde se reúnen los muchachos en los que abundan las bebidas alcohólicas».

Lo importante es, según Ramón Cabrales, profesor de la Universidad de La Habana, que si se decide llevar la vida a «ritmo de descarga», no puede perderse de vista que la salud está en juego, y que de ella dependen otras cosas en el futuro.

«La juventud tiene el derecho de vivir sus gustos y sus preferencias sexuales, pero sobre todo con responsabilidad. El joven siempre está ávido de aquello que va descubriendo, pero, en el caso de las relaciones íntimas, no debe actuar sin pensar en las implicaciones que puede acarrear», agrega.

Aunque para el reconocido historiador Antonio Pitaluga es bastante difícil encontrar el origen de esta nueva forma de relación entre adolescentes y jóvenes, es de los que lo asocia, hipotéticamente, al movimiento libre de intercambios de pareja, que tuvo lugar en la Europa de los años 60 y que hoy tiene diferentes formas de expresión.

«Este es un tema histórico no contemporáneo. A lo que hoy asistimos es a las ramificaciones de esas prácticas, pues las «descargas» en Cuba pudieran interpretarse como una variante de ese movimiento. Sin embargo, buscar solamente una satisfacción física, erótica e incluso sexual, puede dañarte desde el punto de vista sentimental. Cuando se es joven no se piensa en eso, pero cuando después se quiere una vida más sensata, todo es más complejo.

En cualquier caso, en su condición de ciudadano, reflexiona Pitaluga, «descargar» es una opción de vida que cada cual puede elegir, si lo desea, pero que no garantizará diversión, cúmulo de experiencia y, mucho menos será la solución a los conflictos sentimentales, a la búsqueda del amor.

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