Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Misión cumplida

Llegan cargados de emociones, alegrías y también de tristeza por los días duros vividos en África Occidental salvando del ébola a cientos de personas. Sus experiencias las comparten en estos días con familiares, amigos y compañeros de trabajo

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Luis Alberto Fadel Marrero, licenciado en Enfermería y uno de los primeros cubanos en viajar al África Occidental para enfrentar el ébola, se ríe junto con sus compañeros de trabajo mientras cuenta anécdotas este miércoles en el policlínico capitalino Plaza de la Revolución, donde labora hace cinco años.

Pasaron casi seis meses desde que partió a enfrentar el virus en Sierra Leona y no olvida los detalles de lo vivido, sobre todo que ayudó a salvar la vida de cientos de personas.

Habla como cualquier cubano que, en situación similar, hubiera cumplido con ese gesto. Quizá por ello recibió aplausos, abrazos y lágrimas de emoción. «Nosotros somos una parte de quienes estuvieron dispuestos a ir a África; también había mujeres», manifestó en alusión a los 256 médicos y enfermeros que integraron la brigada Henry Reeve y que ya están de vuelta en su terruño.

Estuvimos en el segundo país más pobre del mundo, con más de seis millones de habitantes, y solo el 35 por ciento sabe leer y escribir, además con costumbres y religión diferentes a la nuestra. Pero ello no fue obstáculo en nuestro camino, nos preparamos lo mejor posible y educamos a la población sobre los peligros de la enfermedad, su fácil contagio y la importancia de recibir ayuda.

«Con la preparación que recibimos aquí nos sentíamos seguros, pero fue una tarea compleja. Al llegar a África, no empezamos a trabajar hasta pasado un mes, pues el hospital no estaba certificado por la Organización Mundial de la Salud. Ello nos permitió prepararnos más, adaptarnos al clima y a los horarios, resistir los trajes de trabajo y conocer los dialectos de Sierra Leona».

Muchas veces vio morir a todos los miembros de una familia y fue inmenso el sufrimiento ante los niños afectados; su vulnerabilidad se convirtió en la mayor motivación para arrebatarlos de la muerte, rememora. «Ahora recuerdo a aquel pequeño que bautizamos con el nombre de Elián, que se salvó de la enfermedad pero perdió a sus padres en esa batalla».

Luis Alberto volvió a África diez años después de que estuvo en ese continente, y confiesa: «Fue otra experiencia extraordinaria que nunca olvidaré, pues además de la oportunidad de salvar vidas humanas, me enfrenté a una situación de la cual no sabías si regresabas. El pueblo de Sierra Leona nos recibió con mucho cariño y agradeció nuestra presencia allí.

«Cuba se está recordando desde que uno sale de aquí y más aún a la familia. Esa que estuvo al tanto de nosotros y que nos dio mucho ánimo en todo momento, al igual que los amigos y compañeros de trabajo, quienes fueron un eslabón esencial para la comunicación con la familia y mi hija adolescente».

Como Luis Alberto, cientos de galenos, quienes demostraron en África Occidental la profesionalidad, la entrega y el compromiso de los que habitamos esta Isla, llegan cargados de alegrías y también de tristeza por el dolor de los días que ya quedan atrás. Sonrisas, abrazos y anécdotas acompañan ahora a quienes pasaron meses de angustia y nostalgias, pero siempre con la certeza de que regresarían a la Patria.

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