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Un empleo que marca para toda la vida

Es significativo todavía el número de jóvenes que llegan al mundo laboral sin la debida preparación. Estudios demuestran que una experiencia negativa en el primer trabajo genera incidencias inmediatas y futuras en la vida del joven

Autor:

Yuniel Labacena Romero

No ha sido un choque muy brusco entre lo aprendido en la Universidad y la práctica, pero sí en cómo desempeñarme en mi puesto de trabajo, asegura a Juventud Rebelde el joven ingeniero Mario Fernández Díaz, quien hace solo unos días se adentró en el mundo laboral, luego de cinco años de academia.

«Durante mi vida de estudiante nunca me explicaron cómo debía insertarme en este mundo; aunque realicé prácticas preprofesionales en un centro laboral, no es lo mismo que ahora», asevera mientras comparte con su tutora, esa que lo ayuda para adentrarse lo mejor posible en su primer empleo.

Tampoco Yanet Herrera López se sintió lista la primera vez que llegó al trabajo. «He tenido que aprender sobre la marcha, dándome algunos cabezazos; por suerte tengo el apoyo de mis compañeros. En la Universidad deben prepararnos también para la llegada al mundo laboral», afirma.

Son pocos los jóvenes a los que se les haya explicado cómo desempeñarse en el puesto laboral y muchos no piensan que enfrentarse a un empleo, sobre todo si se trata del primero, puede resultar un proceso complejo y difícil.

¿Cuáles son las experiencias que se deben adquirir antes de emprender esta nueva y trascendental etapa de la vida? ¿Qué condiciones afectan la orientación y adaptación de los graduados al asumir su primer empleo? ¿Por qué son tan esenciales la orientación vocacional, la formación y las oportunidades de crecimiento que el centro brinde al recién llegado?

Según la máster María Josefa Luis Luis, investigadora y subdirectora científica del Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), quien desde 2002 ha estudiado los temas en cuestión, el primer empleo es significativo en la vida del joven trabajador; por ello debe ser algo que deje una huella positiva y para lo cual hay que prepararlo muy bien.

«Los aprendizajes iniciales los definimos como socialización prelaboral, mediante los cuales los muchachos desarrollan sus gustos laborales, habilidades, valores y responsabilidad por el trabajo, lo que determinará su actitud en el desempeño de esta actividad, un encargo que no es solo de la escuela, sino también de la familia.

«Otro aspecto está relacionado con la llegada del joven —no importa de qué enseñanza— a la entidad, momento en que comienza la socialización laboral. Este, su primer empleo, es importante que trascienda como un espacio y un momento inolvidables, capaces de forjar los cimientos para su futuro laboral, pues de lo que se logre desde el momento inicial dependerá su conducta posterior».

La especialista explicó que, en el período de encuentro con el centro de trabajo, el joven tiene que adaptar sus expectativas laborales a la realidad que se encuentra allí. «En el logro de un ajuste adecuado tiene responsabilidad el centro mediante el tratamiento que le brinde. No se puede pensar que el joven es un trabajador formado del todo; su cultura laboral es limitada, pues este no llega conociendo la vida de un trabajador y en ocasiones se olvida la necesidad de asegurar adecuadas relaciones.

«Si se ajustan las expectativas con la situación real que traen y el proceso de adaptación funciona correctamente, las empresas pueden lograr que el recién llegado permanezca en el centro y desarrolle su trabajo con calidad. Si no funciona, muchos jóvenes se sienten subutilizados, mal atendidos… y esto se traduce en inestabilidad e incluso se quieren ir del centro de trabajo».

Etapa difícil

El primer empleo es una etapa difícil y a la vez importante a la que se enfrenta un joven. Según la investigadora, se considera así, pues esta «constituye una actividad totalmente diferente a la del estudio. Ahora el joven, desde lo individual, tiene mayores responsabilidades sociales; su labor en un centro de trabajo además influye sobre el proceso productivo o de servicios que realiza el colectivo, y los niveles de exigencia son mayores.

«En la escuela constantemente lo están midiendo y se ven los resultados de inmediato; en el trabajo no ocurre así, pues los cambios son más lentos, se requiere más tiempo para percatarse de cuánto ha avanzado o retrocedido. El primer empleo funciona como catalizador. En este se demuestra cuánto le sirve lo que aprendió en la etapa previa, y si puede aplicarlo a las condiciones concretas de donde está.

«También resulta difícil en ocasiones la convivencia con las generaciones adultas. Investigaciones de nuestro Centro revelan ciertas tensiones, pues algunos jóvenes se sienten señalados y cuestionados por su labor. Una experiencia negativa en el primer empleo provoca incidencias inmediatas y futuras en la vida del joven; por ello tiene que existir un período de adaptación, para apropiarse de los nuevos saberes».

—¿Cómo lograr que ese primer empleo deje una huella positiva en el joven?

—En primer orden, debe existir una preparación previa. Ello incluye el entrenamiento para enfrentar un ambiente diferente a la vida estudiantil, con situaciones de riesgo, toma de decisiones y exigencias de otro tipo. Al arribar a la entidad laboral debe tener una buena acogida, recibir el apoyo de los trabajadores de mayor experiencia en la actividad que va a desempeñar y culminar su proceso de formación.

«Es preciso transmitir con claridad las normas de la entidad, los procesos que desarrollan, su historia y otros elementos que conformen su cultura laboral. Es muy importante que el joven se sienta útil, que sea involucrado en procesos y actividades importantes. No perder de vista que los otros jóvenes que ya laboran en la entidad también son trascendentales para el recién incorporado.

«Igualmente se necesita que los jóvenes adquieran una cultura jurídica elemental desde sus años de estudiante, pues conocer las leyes vigentes en el mundo laboral, sobre todo los derechos y deberes que poseen como trabajadores al enfrentarse por primera vez al empleo, sea estatal o no, ayudará a su mejor desarrollo.

«En la medida en que logre integrarse mejor al colectivo laboral, se facilitará su adaptación a esta nueva etapa de su existencia. Para ello se requiere la atención de los directivos, los compañeros de trabajo y las organizaciones que funcionan en la entidad, sobre todo las organizaciones y movimientos juveniles».

—¿Por qué hay jóvenes que se desmotivan y no trabajan en lo mismo que estudiaron?

—Como norma, los jóvenes cubanos prefieren trabajar en aquellas actividades en las que se prepararon durante su vida estudiantil; no obstante, un número considerable de ellos se va a otras, motivados esencialmente por los ingresos. Igualmente se desmotivan por limitaciones a su desempeño y creatividad, así como por el pobre intercambio y oportunidades para aportar ideas renovadoras al centro laboral.

«Para la mayoría de los jóvenes que laboran actualmente en el trabajo por cuenta propia, su formación no tuvo nada ni tiene que ver con el oficio que ahora desempeñan; hay una parte a quienes lo que estudiaron les sirve, y hay otra minoría que sí están ejerciendo en lo que se formaron. Ello está relacionado con el hecho de que no existía una política de formación para ese sector.

«Otro fenómeno que influye es que no se ha logrado la correspondencia que debe existir entre la formación de fuerza de trabajo calificada y la que requiere el país. Antes hubo un crecimiento desmedido de graduados de carreras humanísticas, las que fueron priorizadas en un momento determinado; y luego esta prioridad fue para el sector productivo, lo que resultó un problema para muchos de esos jóvenes. Hoy se prioriza la continuidad de estudios en especialidades que respondan al nuevo escenario económico que vive Cuba».

—¿Qué afecta la orientación profesional de los jóvenes?

—Una de las causas está asociada a que no siempre abarcamos todas las áreas que se requieren para lograr una verdadera orientación profesional. También influye la falta de preparación de los maestros para realizar esa actividad. Las indagaciones de nuestro Centro, donde hemos medido este tema, demuestran que esta generalmente se asocia a un grupo de actividades como los círculos de interés para explicarles determinada profesión.

«Sin embargo, algo tan importante como enseñar al joven a conocerse a sí mismo y hasta dónde puede llegar en el instante de elegir una opción, no lo hacen todos los maestros, y esto puede lograrse incluso a través de las diferentes asignaturas que se imparten.

«Otro aspecto que determina está vinculado a la familia, pues generalmente los padres piensan en la orientación de sus hijos en el momento en que ya el joven está eligiendo su futuro, cuando en realidad, a la nueva generación hay que prepararla permanentemente para esa coyuntura, pues es muy temprano cuando toma esa decisión.

«Debemos estar conscientes del papel de la familia y la escuela para encaminar a nuestros muchachos a la hora de elegir una especialidad. La orientación profesional va más allá de informar a los jóvenes de las opciones, por qué tiene que ir para determinada enseñanza, qué aprenderá en esta o no… Está asociada también con educarlo para tomar esa decisión».

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