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Antídotos contra el desamparo

Un interesante proyecto de extensión universitaria, liderado por jóvenes de la Facultad de Ciencias Médicas en Artemisa, contribuye a la formación de valores y a la incorporación a la sociedad de quienes residen en el Hogar de Niños sin Amparo Filial del territorio

Autor:

Adianez Fernández Izquierdo

ARTEMISA.— Es viernes y ya todos culminaron su jornada escolar. Catorce corazoncitos esperan en el Hogar de Niños sin Amparo Filial de Artemisa a unos estudiantes de Medicina que con el tiempo les son menos ajenos. Se trata de unos 60 alumnos de primer año de Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas que, junto a la máster en Ciencias Martha Zamora, profesora de Morfofisiología y Microbiología, son protagonistas del proyecto de extensión universitaria Alas y Pilares, que nació hace algún tiempo con el propósito de ayudar en la formación de estos pequeños que, por diferentes causas de la vida, debieron ser acogidos en esta Casa.

Aunque al principio se mostraron huraños, extrañados de aquellos muchachos y muchachas de batas blancas que, sin importar la diferencia de edad, jugaban con ellos al pon, la señorita o a los escondidos, poco a poco ha ido creciendo la complicidad y el amor con que los reciben.

Y cuando das amor es imposible no engendrar la maravilla. Por eso la joven estudiante Graciela Albo Páez siente crecer su espiritualidad en cada encuentro. También Lisbet González García vive admirada por estas criaturas, capaces de imponerse y regalar una sonrisa aun cuando la vida no los premió con familias funcionales.

Ellas, al igual que Daicel Rodríguez, sienten haber crecido como seres humanos al lado de los pequeños y les place ser para ellos ejemplo y guía mediante un proyecto que les pone a prueba cada día su capacidad como profesionales de la salud, pues el proyecto contempla que, además de departir con ellos, acudan a la Casa después de terminar sus prácticas los lunes en los consultorios del médico de la familia, así como a las escuelas de los niños para interesarse por su desempeño y disciplina.

Como dijera Perla Marina Barbería, decana de la Facultad de Ciencias Médicas, «intentan crear una gran familia que ocupe el lugar de la disfuncional que tuvieron, y asumen los problemas de cada uno como propios, lo cual les hace crecer como médicos cubanos». Debe ser por eso que Leydi no disimula su cariño por Daciel, y que la pequeña Talía está más desenvuelta y sociable.

Porque Alas y Pilares, según la profesora Martha Zamora, busca precisamente dar a los niños las herramientas para valerse por sí solos y ser útiles a la   sociedad.

Nelson Vargas Benítez, director del Hogar, valora esta experiencia de positiva, al igual que la de otros proyectos que se materializan allí. «Mediante juegos y actividades de todo tipo, ellos brindan a nuestros muchachos cuotas de cariño y amor que se suman a las que les profesamos los 19 trabajadores de la Casa».

La ternura del proyecto ha atrapado también a varios padres que acuden con sus hijos a la Casa y contribuyen con pequeñas donaciones para esos niños. También profesores de Educación Física colaboran en la recreación y reciben el apoyo de la Dirección Provincial de Educación en cada encuentro. Piensan establecer coordinaciones con la dirección de Cultura para intentar llevarles presentaciones teatrales y música, y están abiertos a extender el proyecto a otras casas de la provincia siempre que les brinden apoyo con la transportación.

El proyecto permite que la familia crezca, se sienta la algarabía, les salgan alas a los sueños y el amor desborde un lugar privilegiado de la geografía artemiseña.

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