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Hasta siempre Comandante, revelaciones sobre su creador (+ Video)

Hace 53 años el cantautor cubano Carlos Puebla creo la letra de la emblemática canción que por estos días se hace más recurrente

Autor:

Julieta García Ríos

«Erróneamente muchas personas creen que Puebla compuso Hasta siempre Comandante al morir el Che. Pero no fue así. Nosotros estábamos viendo por la televisión el acto de constitución del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Fue el 3 de octubre de 1965, y precisamente esa noche Fidel dio a conocer la carta de despedida del Che. Mi esposo, conmovido por la noticia, se dirigió a su estudio y no salió de allí hasta haber concluido la canción, la cual hizo al momento» .

Rosalba Juárez, viuda de Carlos Puebla, compartió ese momento de su vida como quien confiesa una verdad necesaria.

La conocí un día de mayo de 2005, en una reunión de la Sociedad Cultural José Martí, de la cual fue miembro, donde se entonaron las notas de una canción que Puebla dedicara al Apóstol.

 Alguien mencionó que ella estaba presente en el auditorio. Salí a su encuentro. Días después sostuvimos la entrevista en su casa del capitalino municipio de Guanabacoa, en cuya fachada atrae la atención un gran pentagrama.

Era una mujer risueña, de voz pausada y excelente dicción, cualidades que se sumaron para hacer posible un diálogo muy agradable.— ¿Cuándo y en qué circunstancias conoció a Carlos Puebla?

—Fue por los primeros años de la década del 40. Estaba yo en Manzanillo, pasando unos días con unas amistades de aquel lugar. Allí conocí a una muchacha llamada Nena Mahy, quien me invitó a ir a su casa a escuchar a un joven muy romántico que hacía unas canciones preciosas. Acepté, y fui. Me encontré  a un muchacho sentado con una guitarra en la mano. Luego empezó a deleitarme con sus canciones.

— ¿Qué pasó?

—Me impactó, y al parecer yo también a él.

—Y continuaron viéndose…

—Sí, en la iglesia, Puebla era ateo y murió siéndolo. Pero por mí fue y se sentó allí. Al salir me invitó a tomar helados en un salón llamado La Dominica. Después seguimos viéndonos pero solo por unos días porque yo fui para Santiago a visitar a mi hermana mayor.

«Comenzamos a cartearnos. A veces él venía a verme a Holguín, mi tierra natal, y en otras ocasiones yo lo visitaba. Estuvimos noviando unos cinco años, porque al no tener salario fijo no tenía forma de mantenerme».

— ¿No debió ser fácil la condición de esposa de un artista?

—No cuando lo amas y confías en él. Nosotros nos llevábamos muy bien porque ambos nos aceptamos tal como éramos, con nuestras virtudes y defectos. Eso es fundamental en las parejas. Además teníamos mucho en común. Ambos disfrutábamos de la lectura y nos recomendábamos libros.

«Existía muy buena comunicación entre los dos; hay parejas que viven juntas y están separadas, pero nosotros estábamos muy unidos. A mí me gustaban sus canciones y cuando él terminaba de componerlas me las cantaba para que le diera mi opinión.

«También disfrutaba de nuestras salidas, aunque él no era amigo de cócteles y farándula. Me encantaba bailar, pero desde que me casé con él no lo hice más porque él no sabía. A decir verdad él no daba un paso».

— ¿Y a Puebla le molestaba que usted lo hiciera?

—Él me decía que bailara con sus amigos. No era celoso, pero siempre me negué porque me hubiese gustado mucho bailar con mi esposo.

—Fue un hombre que conoció a muchas personalidades...

—Sí, entre ellos a Nicolás Guillén, quien lo apreciaba muchísimo; tanto fue así que él prologó su disco Este es mi pueblo. Ellos se veían a menudo en La Bodeguita del Medio. Un día llegamos allí y Puebla, al saludarlo, le preguntó: ¿Cómo está, poeta? Y Guillén le dijo: ¡El poeta eres tú!

«Otros de sus amigos fueron Guayasamín —en la sala de la casa se exhibe un retrato que el pintor ecuatoriano le hiciera a Puebla— también Salvador Allende, Pablo Neruda. Siempre que venían a Cuba lo visitaban. En el extranjero se entrevistó con Agostinho Neto, y en República Popular Democrática de Corea departió con su Presidente».

 

— ¿Cómo era Puebla?

—Igual de bromista en la calle que en la casa. Siempre fue amable y cariñoso, tanto conmigo como con su hija y nietos. Era un hombre extremadamente cuidadoso y tremendo lector. Solo llegó a hacer el sexto grado, pero leía muchísimo. Sus libros no estaban en el librero clasificados pero él sabía dónde estaba cada uno.

«Cierta vez un periodista le preguntó cuál le había gustado más de los países él había visitado —más de 30— y le respondió que Cuba, y ante la interrogante de cuál era el lugar dónde se había sentido mejor, dijo: mi casa.

«Puebla era un repentista nato, de esas personas de las cuales las ideas surgen como un manantial. De cualquier tema sacaba una canción o un chiste.

«Le gustaba quedar siempre bien en su trabajo. Un día tenía fiebre de 40 grados y le sugerí que no fuera a trabajar enfermo. Me contestó que de cualquier manera seguiría sintiéndose de ese modo y que prefería irse.

«Padecía de diabetes, pero decía que él era el dueño de su enfermedad. La niña tenía como 12 años cuando le pedí que se cuidara, porque lo necesitábamos. Entonces me dijo: “Si tengo que vivir diez años tomándome la pastillita y limitándome a comer ciertas cosas, prefiero regalarle cinco años a la muerte y vivir el resto feliz”.

LA CASA DEL PENTAGRAMA

El 24 de junio de 1948 se casaron en Manzanillo Carlos Puebla y Rosalba Juárez. Allí vivieron cerca de tres años hasta que se trasladaron definitivamente para La Habana después que cumplió seis meses de nacida su hija María Antonieta, quien al crecer regaló a sus padres tres nietos.

Desde su llegada a La Habana, Puebla comenzó a ganarse la vida junto a su conjunto Los Tradicionales en La Bodeguita del Medio, sitio donde conocería a muchos artistas e intelectuales de la época.

La casa de Tejadillo 60, en La Habana Vieja, fue la primera morada de la familia en la capital. «Vivíamos muy estrechos; pagábamos 30 pesos mensuales y teníamos que dejar una cuota de fondo. Por tal motivo guardábamos todos los días el peso del alquiler. Eran tiempos duros y el único ingreso provenía de la propina que le daban en La Bodeguita».

La antigua habitación número 204, en la calle Cuba, del dueño del famoso restaurante, fue la próxima casa de Puebla. Ángel Martínez le cedió el alquiler de ese inmueble cuando fue a vivir para la casa contigua a su negocio.

A solo un año y seis meses del triunfo de la Revolución, el 4 de julio de 1960, el Instituto Nacional de la Vivienda (INAV) le entregó una casa al destacado músico.

«Es esta casa de Guanabacoa, donde aún vivimos sus seres más queridos. Ese mismo año de 1960 Puebla mandó a un herrero a incrustarle en la reja de la ventana delantera su pentagrama: Llegó el Comandante y mandó a parar».

Una crónica de casi 2 000 canciones.

El 11 de septiembre de 1917, en la región oriental de Manzanillo, nació Carlos Manuel Puebla Concha, quien antes de dedicarse por entero a la música ejerció los oficios de carpintero, obrero azucarero y zapatero. Casi 2 000 canciones fueron compuestas por él. Y lo hizo hasta poco antes de morir, el 12 de julio de 1989,cuando ya su visión era precaria. Entre sus creaciones hay guajiras, boleros, sones, marchas, y hasta un sucu sucu que es el tema musical de la COCO, emisora radial de Ciudad de La Habana. El tema Hasta Siempre Comandante es uno de los más populares.

*Tomado de la entrevista publicada el 4 de octubre de 2005 con el título Cantor del pueblo. 

Letra de Hasta Siempre, Comandante


Aprendimos a quererte
Desde la histórica altura
Donde el sol de tu bravura
Le puso un cerco a la muerte.

Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante Che Guevara.
Tu mano gloriosa y fuerte
Sobre la historia dispara
Cuando todo santa clara
Se despierta para verte.

Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

Vienes quemando la brisa
Con soles de primavera
Para plantar la bandera
Con la luz de tu sonrisa.

Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

Tu amor revolucionario
Te conduce a nueva empresa
Donde esperan la firmeza
De tu brazo libertario.

Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

Seguiremos adelante
Como junto a ti seguimos
Y con Fidel te decimos:
Hasta siempre comandante.

Aquí se queda la clara,
La entrañable transparencia,
De tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

La Carta del Che:

“Año de la Agricultura”

Habana

Fidel: 

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria. 

Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío. 

Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de Cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos. 

Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios. 

Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos. 

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura. 

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para tí. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario Cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse. 

Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas. 

Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte! 

Te abraza con todo fervor revolucionario 

Che

 

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