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Personajes que dan vida a la ciudad

Cuando se va a La Habana Vieja ya es imposible imaginarse las fachadas antiguas, las estatuas, museos y restaurantes sin la gente peculiar que interpreta a diversos personajes pintorescos y costumbristas como una forma de trabajo

Autores:

Darío André
José Adrián Atanes Hernández
Pablo Antonio González López

Hace poco decidimos caminar por el Centro Histórico de La Habana, una ciudad que se apresta a celebrar en 2019 sus 500 años de fundada, con el fin de conocer un poco más de esas personas que cada día, con atuendos raros y mucha personalidad, entretienen y casi decoran de una forma única uno de los lugares más vetustos y, a la vez, frescos de la urbe.

Alfabetizadora, bailarina, habanera

Sentada en un portón de madera marrón, cerca del Palacio de los Capitanes Generales, con un tabaco, unas flores y traje típico de colores fuertes como el verde y el naranja, una mujer saluda con una gran sonrisa.

«Tengo 69 años y empecé aquí hace seis como figura de la Oficina del Historiador. Me llamo Migdalia Báez y fumo habanos, atiendo a los turistas, se tiran fotos conmigo y me piden tabacos. Soy cuentapropista. Trabajo las horas que desee, depende de cómo me sienta y cómo esté La Habana», dijo la anciana de tez negra y piel arrugada por los años, con una voz bella y una sonrisa permanente.

«Antes veía a las muchachas (las habaneras) pasear con esos trajes típicos y me encantaba cómo lucían, cómo los turistas se tomaban fotos con ellas, las invitaban a bailar. Y me dio la idea de hacer algo parecido, pero con mi sello peculiar. Algunos días, cuando no estoy aquí, extraño este lugar; es cuando me dedico a planchar mis trajes, a hacer las cosas de la casa y atender a mis nietos.

«Me han hecho pinturas, he filmado videoclips y hasta un documental para una televisora francesa. Además, me hicieron una película en la que aparece mi vida desde que nací, los lugares donde trabajé y mi estancia aquí. Antes de empezar esto fui alfabetizadora, bailarina, conductora de guagua, gastronómica…».

Interrumpen nuestra conversación unos viajeros. La señalan asegurando que la conocen. Migdalia les pregunta si la vieron en la televisión francesa, pero los visitantes responden que no, que fue en la chilena. Ella sonríe y dice: «Estoy a nivel mundial». Seguimos hablando y nos cuenta que lo más hermoso de su trabajo son ese tipo de alegrías que «me ayudan a sobreponerme a los problemas del día a día».

—¿Qué opinas de la decisión de la Oficina del Historiador de colocar personajes tradicionales aquí?

—Se ve muy bien, pues al pueblo y al turista les gustan. Servimos de guía y, además, creo que animamos la ciudad. Podemos enseñarles nuestras tradiciones y dar una noción de cómo era La Habana hace años atrás.

De buena fe

En la cuadra siguiente, en la calle Oficios, a mano derecha, como nos indicó Migdalia, había una señora con un coche de niños a su lado, sentada en otro portón de madera. Con un traje rosado, combinado con el de su gata, que está acostada en el viejo coche, desgastada por los años, estaba la mujer que nos recibió.

«Lo mío son las fotos», afirmó Guillermina Delis, la anciana de 75 años. «Acabo de llegar y ustedes llegan justo cuando estoy arreglando todo para trabajar», expresó refunfuñando. Y casi al mismo tiempo se aproximan unos visitantes a tomarse una foto con la señora.

—¿Y esa gata qué tiempo lleva con usted?

—Estoy con ella desde hace 11 años.

«Estoy aquí desde joven. Siempre he hecho lo mismo, me he ganado la vida en estas calles. Cuando no estoy trabajando me dedico a la casa y a mantenerme arreglada: me pinto las uñas y arreglo mi cabello, entre otras cosas».

Recuerdo del siglo XIX

Un poco más adelante, divisamos en la plaza de San Francisco de Asís a otra habanera. Tenía un gran lazo rojo de lunares blancos y fumaba en una pipa larga de madera. Se encontraba al lado del Caballero de París, con su traje de colorido fantástico y una amabilidad típica.

«Mi trabajo consiste en hacerme fotos con los visitantes y en dar una noción del siglo XIX. Somos aproximadamente cinco personas por área y representamos a pobladores de la villa de San Cristóbal durante la época colonial», dijo Lázara Martínez.

De repente, con disculpas y una sonrisa, se aleja la encantadora habanera, coloca su cesta en la cabeza de una turista y se hace una foto. «Llevo 22 años. Imaginen que antes de trabajar aquí estudiaba. Me enamoré de esto. Adoro conocer a la gente que viene de otro país, la moda que visten, socializar, saber si les gusta lo que hago».

De bronce, pero con sentimientos

En esa plaza, sentada al lado de Chopin, estaba una de las estatuas vivientes. Era tan realista su vestimenta y actitud, que pasaba inadvertida junto al compositor polaco. Se llama Arigneiyis Cruz y tiene 43 años de edad.

«Estoy aquí desde 2005. Somos un grupo de figuras vivientes integradas a la Oficina del Historiador de La Habana. Antes era ingeniera química y laboraba como funcionaria pública en la Oficina, pero me apasiona el arte. Entonces empecé en el grupo de teatro Gigantería y luego participé en talleres de actuación y de dicción. Ahora formo parte de este bello proyecto».

La presumida mujer nos hablaba mientras costaba un poco de trabajo ver sus labios articular palabras por el maquillaje. «Nos pintamos nosotros mismos, en eso demoramos más o menos media hora. Viviente revolución es el proyecto al cual pertenecemos. Fue creado por Alberto Sánchez Castellón, quien es, además, autor de la mayoría de estos personajes. He interpretado a cuatro».

Arigneiyis asegura que adora su trabajo. «Es muy gratificante y tratamos de traerle algo nuevo al público a pesar de que nuestro oficio parezca muy estático».

—¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?

—Pienso, por ejemplo, en los niños con sus padres que salen a pasear y te miran raro, se sorprenden, y entonces se tiran fotos con uno; hasta me dicen cosas que dan risa y me tengo que aguantar.

«Es raro, pero bien divertido y bonito, hacer este tipo de cosas cuando los demás quizá no saben quién eres, concluyó sonriente para volver a posar con una elegancia férrea.

Congelado en el tiempo

Tras un largo recorrido por los adoquines, en medio de pregones y bullicio, llegamos a la Plaza de la Catedral. Un sinnúmero de personas a las que el sol de la tarde no parecía incomodar, paseaba por aquel lugar. Allí estaban dos cartománticas. Una de ellas consultaba a una visitante a la que le profetizó trillizos.

En una esquina se encontraba recostado Rafael Semanal, un hombre que por su atuendo parecía congelado en el tiempo. Vestía camisa y corbata azules, un sombrero blanco de cowboy, con chaleco, saco y una rosa en la solapa.

«Tengo 69 años de edad y trabajo aquí hace casi 12 años. Lo mío es el costumbrismo, para recordar la década del 20 o el 30. Lo que más me gusta de este oficio es vestirme bien, tener zapatos de Quiroga, atender a los visitantes y por supuesto, tirarme fotos con ellos.

«Antes era mecánico, pero enfermé y vine a trabajar para acá, pues la carga era mucho menor. Cuando no estoy aquí me dedico a hacer todo lo que pueda en casa, desde ayudar a mi mujer hasta realizar algunos arreglos».

Conexión con un pasado

Cuando se va a La Habana Vieja ya es imposible imaginarse las fachadas antiguas, las estatuas, museos y restaurantes sin la gente peculiar que interpreta a diversos personajes pintorescos y costumbristas como una forma de trabajo.

Ellos se complacen de ofrecer al público algo único, fresco y propio de la ciudad no solo a cambio de remuneración o reconocimiento, sino de alegría, emoción y algo de aventura.

Casi un gremio, los figurantes de la parte más antigua de la capital tienen licencia y pagan impuestos, reafirmándolo en voz alta cuando se les pregunta. Son una de las esencias que aún mantienen viva  la ciudad.

 

Licencia de figuras costumbristas

Representan diferentes personajes y figuras costumbristas a partir de la utilización de Trajes, Atuendos, Pinturas, Maquillajes, instrumentos musicales antiguos, bailes y música tradicional. Posan para fotos junto a turistas. Practican el arte adivinatorio a través de las cartas. Realizan caricaturas y reflejan a través de la pintura la arquitectura colonial del Centro Histórico. Solo ejercen en el Centro Histórico de La Habana Vieja. (Fuente: Resolución No. 11/2018 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social)

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