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Seis décadas de juventud

Según consta en los archivos históricos de Trinidad, Güinía de Miranda, podría festejar el próximo año dos centurias de fundado 

Autor:

Norland Rosendo

El poblado de Güinía de Miranda, en las faldas del Escambray, podría festejar el próximo año dos centurias de fundado. En 1819, según consta en los archivos históricos de Trinidad, ya era un asentamiento dedicado a la ganadería y al tabaco, dos renglones económicos que siguen marcando los destinos productivos de esa localidad.

Hasta la década de los 40 del siglo pasado, entraban los mercaderes y salían los cargamentos de tabaco, carnes y cueros, café, maderas preciosas y algunos minerales por sus trillos hechos a mano, pues no tuvo el primer terraplén transitable en auto hasta 1950.

Esos mismos caminos habían sentido el galope de los caballos y los pies descalzos de los mambises que atacaron varias veces la localidad. A partir de 1869 Güinía de Miranda fue libre por horas y días con frecuencia. Lino Pérez (1832-1908), general de las tres guerras y nacido en esa comarca, protagonizó no pocos de esos hechos.

También tomaron el pueblo los generales independentistas Federico Fernández Cavada y Carlos Roloff. De allí es Carolina Valladares, la presidenta del club patriótico que redactó la proclama reivindicando el derecho de las mujeres a participar en la guerra libertaria.

Finalizando el siglo, Cuba no hizo más que cambiar de dueño; de la vieja metrópoli española pasó a la órbita de un naciente imperio, Estados Unidos, que se concentró en las grandes urbes y los emporios agroindustriales, y olvidó los pequeños caseríos como Güinía de Miranda, a donde se seguía llegando a pie o a caballo, mientras su gente vivía de la historia redentora de sus antepasados y de sus tierras, benditas para las vegas de tabaco.

Sus habitantes se enteraban de los deslumbrantes adelantos de la ciencia y la técnica por los mercaderes o los poquísimos hijos que salían a estudiar fuera, pues la enseñanza era un lujo y el campo una obligación.

Sin embargo, su gente intuyó en la mañana del 27 de octubre del 58 que la vida le daría un giro espectacular. Aquel hombre venido de Argentina, con un acento raro y una mirada que rajaba en dos a los oportunistas, dejó claro que a partir de entonces todo sería diferente.

Güinía de Miranda dejó de ser un manojo de casas en la cuesta de la serranía para convertirse en un asentamiento rural, dotado de una amplia infraestructura sanitaria y educacional en la que hoy laboran sus propios hijos, con casa de cultura, Joven Club de Computación y Electrónica, cine, red comercial y de telecomunicaciones, y hasta con servicio de wifi. Además de aquel vial abierto en el siglo pasado, ahora existen carreteras asfaltadas que conectan al pueblo con Trinidad y Manicaragua.

A su rica historia, suma una curiosidad deportiva de la que se enorgullece su protagonista, miembro del Salón de la Fama del Béisbol Cubano, quien gusta de su criollísimo epíteto de Gigante del Escambray. En el estadio de pelota de allí debutó Antonio Muñoz, quien jugó ese día con unos zapatos de dos tonos, los mismos con los que llegó tiempo después al Sandino de Santa Clara para comenzar la leyenda del inicialista más grande que le ha nacido a Cuba.

Tierra de auténticos poetas y de gente laboriosa y humilde, Güinía de Miranda sigue labrando su futuro con todos sus hijos, los que viven allí y los que no olvidan sus raíces. Es la mística de un pueblo de casi 200 años, que solo ha sido joven en sus últimas seis décadas.

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