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El juramento de Movilla

Un maestro de la ruralidad en la provincia de Granma, que ha dirigido en distintos niveles, cuenta su movida historia, no exenta de espinas y satisfacciones

Autor:

Osviel Castro Medel

YARA, Granma.— Aquella jornada fue zanja en su vida. Pero no una zanja de dolores, sino de lágrimas dulces que le alteraron el pulso para siempre. Al recordarla, Juan Miguel Movilla Mejías todavía se conmueve, porque ve en retrospectiva a su querida madre, Caridad de los Ángeles, al final de la congregación en la escuelita Amador Guerra, de Cayo Redondo, a siete kilómetros de la cabecera municipal de Yara.

«Ese día me presentaron como el nuevo maestro. Fue un momento de mucha carga emotiva, pues regresaba al lugar donde cursé mis estudios primarios y me rencontraba con mis antiguos educadores. Como si fuera poco, invitaron a las personas de la comunidad; mi mamá estaba allí y al verla llorar de felicidad me estremecí y juré en silencio entregarme con el alma al trabajo», relata ahora este destacado pedagogo, quien acaba de cumplir 34 años.

En el retorno a las aulas de los primeros sueños, después de haberse licenciado en Educación Primaria, descubrió que Luis Quintana Sánchez, su exprofesor de Historia y uno de los que más lo impulsó al magisterio, se había convertido en el director del centro.

Ese hecho y los resortes de su tutora, Santa Enith Labrada, otra exmaestra, también estimularon a Juan Miguel a intentar la excelencia, algo de lo que estuvo bien cerca en su primer año de labor, al ser elegido el trabajador más destacado de la escuela.

«Ni me pasaba por la mente que podía alcanzar tal resultado. Uno de los retos que asumí fue transformar el comportamiento de un niño que era el referente negativo del grupo, Alfredo Rodríguez Beltrán, conocido por todos como Alfredito», cuenta sonriendo.

«Cursaba el quinto grado y era muy hiperactivo. Empecé a darle responsabilidades, a llevarlo a mi casa para conversar, porque la táctica de mandar a buscar a sus padres no resultaba. Lo incité a participar en el Movimiento de pioneros exploradores. Así fue cambiando y se convirtió en un buen alumno. Actualmente me saluda con gran cariño».

Desde esos tiempos, con apenas 24 años, Movilla Mejías aceptó el desafío que presupone dirigir en distintos niveles. Fungió, por ejemplo, durante dos cursos, como director zonal de las escuelas primarias Benito Guisado y Rubén Martínez Villena, de El Carnero y Sabana la Mar, respectivamente; dos comunidades intrincadas, a más de 35 kilómetros de su casa, a las que viajaba «en lo que apareciera, incluyendo tractores».

Más de una vez retornó a su hogar de noche y en más de una ocasión fue incomprendido por ciertos maestros a los que dirigió, pues lo veían «demasiado verde». Pero las desavenencias terminaron en aceptación y en un levantón de los resultados escolares. A la sazón, fue promovido como metodólogo municipal de Ciencias Naturales y Geografía, en Yara, responsabilidad en la que se mantuvo tres años.

Luego, por su accionar, pasó a ser jefe de servicios técnicos docentes y, más tarde, a liderar el departamento de las enseñanzas Primaria y Especial en el territorio. Hoy es el subdirector general del Sectorial de Educación en su municipio, puesto de suma exigencia, en el cual lleva 24 meses.

«Tengo a cargo todos los niveles educativos, lo que implica atender el trabajo metodológico y la labor preventiva y comunitaria. No puedo decir que sea fácil, pero lo hago con entrega», dice este padre de cinco hijos, que vive en el poblado de Veguitas.

Máster en Ciencias de la Educación, reconoce que no es frecuente ver a los jóvenes asumir puestos de dirección; pero esas responsabilidades, si se toman con seriedad, «conducen a la superación constante» y a recompensas espirituales que sobrepasan los innegables sinsabores.

Para él, integrante de la cantera de la reserva del Ministerio de Educación, su punto de partida está en que constantemente se considerará maestro. «Nunca olvidaré aquellas lágrimas de mi mamá ni las sabias palabras de mi abuela materna, Nélida, instantes después de mi graduación. Ella me dijo que mi verdadero camino comenzaba entonces, y eso implicaba acordarme siempre del Che y del juramento de cuando era pionero. Eso es lo que trato de llevar a la práctica, con humildad y sacrificio, todos los días de este mundo», sentencia a modo de conclusión.

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