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El médico cosmonauta

Luis Félix Duany Almira, un joven con trayectoria asombrosa, ha podido tocar estrellas «sin creerse cosas» y pensando siempre en hacer el bien a los demás

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— Una de sus amigas decía, en la infancia, que él sería cosmonauta. Esa afirmación brotaba espontánea porque ella veía que Luis Félix Duany Almira era un niño diferente, que leía vorazmente libros sobre aventuras o un tema de «adultos», capaz de hablar de ciencia o de conciencia cuando apenas levantaba «un metro» sobre tierra.

Luis nunca llegó a colocarse un traje espacial, pero de algún modo aquella frase se cumplió porque, andando el tiempo, supo tocar numerosas estrellas con un talento asombroso.

En la primaria no solo estuvo enrolado en concursos de diferentes asignaturas; también se lanzó a investigar sobre el medio ambiente, al punto de inventar, a los 14 abriles, un interesante juego didáctico sobre la capa de ozono, que llamó la atención de incontables personas en todo el país, especialmente después de publicarse en la revista Pionero.

Era una especie de parchís, con dados, postales y preguntas, concebidos por él para que otros aprendieran sobre la naturaleza y, de paso, se entretuvieran.

Como si no bastara, este bayamés se alistó en varios círculos de interés, participó en eventos científicos y demostró su versatilidad en otras vertientes extradocentes. Por eso cuando terminó el 9no. grado con notas académicas de nube, resultó elegido alumno más integral entre los graduados de la secundaria básica  Aniversario de la Batalla de Guisa.

Con esa condición, pero «sin creerse cosas», llegó al Instituto Preuniversitario Vocacional Silberto Álvarez Aroche, donde consolidó conocimientos, fue dirigente estudiantil, ganó certámenes de Historia y Física y, sobre todo, aprendió de la vida.

Hoy, al recordar aquella época, cuando  tiene ya 25 años y es médico recién graduado, le sube la nostalgia a los ojos. «Fue una etapa incomparable, diferente, en la que empecé a tener verdaderas amistades. El hecho de compartirlo todo en una beca genera afectos. Tuve compañeros excelentes, de los que guardo los mejores recuerdos», expone.

Aunque de pequeño se había «bebido» de un tirón el libro Anatomía para niños, del ruso Alexei Dorojov, que lo había inclinado a la Medicina, fue en el preuniversitario cuando tuvo la certeza de que estudiaría esa carrera.

«Soy un amante de otras ciencias, de la filosofía, la música, las letras… pero ser médico es conjugar el arte con varias ramas del saber y, sobre todo, ayudar a las personas. Para mí es esencial una frase de la Madre Teresa de Calcuta, que ha retomado el Papa Francisco: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”».

Otro axioma que atesora con celo se lo regaló su amigo Josué Felipe Reyes, cuyo autor es el médico, investigador y pensador español Gregorio Marañón: «Solo se es dignamente médico con la idea clavada en el corazón de que trabajamos con instrumentos imperfectos y con medios de utilidad inseguros, pero con la conciencia cierta de que hasta donde no puede llegar el saber, llega siempre el amor».  

En la filial de Ciencias Médicas Efraín Benítez Popa, de Bayamo, seguiría multiplicando su reloj, pues dedicó «montañas» de horas a la investigación, eventos del Movimiento Juvenil Martiano, la terminación de productos digitales, congresos nacionales e internacionales, la profundización en el idioma inglés, actividades culturales —en las que hizo de locutor, fotógrafo o declamador—, exámenes de premio… Todo eso, sin desatender cargos dentro de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), organización en la que milita desde los 14 años.

No resultó casual que terminara sus estudios con título de oro, un promedio académico de 5,15 y la distinción de mejor graduado, hechos que llenaron de sano orgullo a la familia.

«Suponía que era una carrera sacrificada. Nunca fui en busca de un “carro” de diplomas; la famosa integralidad es un instrumento de la formación, no un complemento. Los reconocimientos no pueden estar por encima del resultado, porque entonces se tergiversa y se corrompe la formación; no se trata de acumular papeles, sino habilidades, conocimientos y cualidades», dice con modestia, para luego recordar que en su formación participaron incontables profesionales y amigos.

A la sazón le llegan a la mente sus entrañables compañeras Susana Grey Pompa Carrazana y Beatriz del Carmen Tamayo Bavastro, a quienes adora desde el preuniversitario y que compartieron con él varias de las investigaciones durante seis cursos.

«Son muchos los que me han ayudado para lograr objetivos: mi mamá, Niurka Almira Mateo; mis abuelos, Graciel Almira Espinosa y Luisa del Rosario Mateo Benítez, y mi hermanita Ana Carla Acuña Almira, entre otros. Tal vez algunos se pongan celosos si no los menciono, pero lo importante está en que no olvido a ninguno. Tuve la suerte de contar con una familia muy consecuente y vecinos excelentes, como Milagro Oliva Carrero, “Pititi”, que ha sido como una segunda madre», asegura.

Esas personas, a las que tanto quiere, latieron de emoción cuando en abril del año pasado Luis Félix recibió la Medalla José Antonio Echeverría, que concede el Consejo de Estado, a propuesta de la UJC. La puso en su pecho el Segundo Secretario del Comité Central del Partido, José Ramón Machado Ventura.

«Resultó un momento emocionante; pensé en mis seres queridos, en que toda gloria es colectiva, porque siempre dependemos de otros», reconoce con emoción este médico que, por sus resultados docentes, cursó su sexto año con una verticalización —el comienzo de una especialidad— en Ortopedia y Traumatología.

Esa no es la única medalla; en julio pasado, a raíz de las celebraciones por el Día de la Rebeldía Nacional en Granma, fue acreedor de la distinción Del Esfuerzo, la Victoria, otorgada a personalidades e instituciones destacadas de la provincia.

Otro suceso que le sacudió el alma fue su participación, en mayo pasado, en el 18vo. Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes, celebrado en Venezuela, donde habló por Cuba y por su adorada patria chica, Granma.

En septiembre, Luis Félix comenzó a tiempo completo otra batalla de desvelos y salvamentos en hospitales. Seguramente la ganará con su aptitud y con el ingenio que le ha permitido hacer crecer su reloj y llegar a varios planetas invisibles.

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