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Despedida a una heroína con alma de flor

Encabezaron Raúl y Díaz-Canel las honras fúnebres a la destacada revolucionaria y pedagoga Asela de los Santos Tamayo, efectuadas la víspera en el Panteón de los Veteranos de la Necrópolis de Colón. José Ramón Machado Ventura pronunció las palabras de despedida. Familiares, junto al pueblo y otros dirigentes del Partido y el Gobierno le rindieron tributo

Autor:

Liudmila Peña Herrera

FLORES blancas para Asela de los Santos Tamayo, una de las más dulces y destacadas hijas de la Patria. Sencillas y tiernas, como cuentan que fue la mujer revolucionaria que unió en un mismo espíritu arrojo, dulzura y fortaleza política.

No buscó nunca preponderancias que resaltaran su valía, aun cuando lo mereció siempre con creces. No lo necesitaba. Su valor estuvo en el cumplimiento del deber, en el acompañamiento y asesoría a cada proyecto en el que se involucraba, en la contribución precisa y en la disposición de ayudar tanto en las cuestiones profesionales como personales.

No es casual que así lo ratificara este sábado el Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, José Ramón Machado Ventura, en sus palabras de despedida, luego de participar en la última guardia de honor que se le tributó a Asela, en el Panteón de los Veteranos de la Necrópolis de Colón, junto al Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), General de Ejército Raúl Castro Ruz, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Acerca de Asela, Machado Ventura dijo que «hasta los últimos momentos mostró un alto concepto del honor y la moral revolucionaria. Nuestro pueblo la distinguió como Heroína del Trabajo de la República de Cuba, condición más que merecida, por los méritos acumulados en su larga vida de combatiente e intelectual, comprometida con las más justas causas».

Rememoró, asimismo, algunos de los más importantes pasajes de la vida de Asela de los Santos como combatiente revolucionaria y resaltó sus valores humanos:

«Quienes tuvimos el privilegio de conocerla personalmente no necesitamos mucho tiempo para percatarnos de la proverbial modestia y sencillez de Asela, de su espíritu solidario y humanista, de su alto sentido del deber y la disciplina, de su natural virtud para exigir con energía y, a la vez, con ternura. Más que títulos, condecoraciones y premios, supo ganarse con creces el afecto y el respeto de sus compatriotas, al igual que de muchos nacidos en otras tierras.

«Su carácter reservado y su eterna resistencia a hablar de sí misma quizá sea la causa por la que no se conoce suficientemente la vida de esta cubana ejemplar, tan dedicada a divulgar el aporte de sus compañeros de lucha y, a la vez, tan poco dada a referirse al suyo».

Asimismo, Machado Ventura destacó los años de entrega a la Patria en la formación de varias generaciones de cubanas y cubanos y su papel en la lucha clandestina, en la que demostró su valentía y su entrega a la causa liberadora.

«En este momento de dolor por la pérdida de tan valiosa combatiente revolucionaria, ratificamos nuestro compromiso de continuar su ejemplo de humanismo y modestia, de confianza y lucha permanente en aras de un futuro mejor para la Patria. Las nuevas generaciones encontrarán en su obra el paradigma de una mujer íntegra e inmensamente cubana», expresó.

Allí estuvieron familiares, junto al pueblo y otros dirigentes del Partido y el Gobierno, entre los que se encontraban Salvador Valdés Mesa, Vicepresidente de la República, y los integrantes del Consejo de Ministros, encabezado por Manuel Marrero Cruz, Primer Ministro de Cuba.

Anécdotas que son homenaje

De manera natural fluían las anécdotas sobre su humanismo, su cariño y su inteligencia, entre abrazo y abrazo, de todo el que la conoció y no quiso dejar de despedirse de la amiga. La gente llegaba —los de mayor edad costándole ya el andar—, abrazaba con la mirada la fotografía sonriente de la compañera amorosa del general de división José Ramón Fernández y la eterna amiga de Vilma Espín. Los jóvenes, los niños, los militares… todos se detuvieron un instante ante la imagen de una mujer cuya obra, en sí misma, la enaltece.

Tales muestras de veneración constituyeron el homenaje más genuino que profesaron, de forma espontánea, sus familiares, sus compañeros de lucha y de labor revolucionaria. 

Entre las personas que estuvieron más cerca de la joven que fue, y de la mujer en la que se convirtió Asela de los Santos junto a la Revolución, estuvo Yolanda Ferrer Gómez, quien aseguró que «de Asela hay que compartir y hay que dar a conocer su obra, como combatiente primero y como educadora después. Fue una mujer que, en todas las etapas de su vida, cumplió a cabalidad con el compromiso adquirido con Fidel, con una firmeza extraordinaria, y con una fidelidad al Comandante en Jefe, a Raúl, a Vilma».

Ferrer Gómez destacó su legado como educadora y su obra de formación de las nuevas generaciones que comenzó en la Sierra Maestra, con la creación del Departamento de Educación en el Segundo Frente, la continuó en la Federación de Mujeres Cubanas y como Ministra de Educación.  

«Supo combinar, al igual que Vilma, esa función constructora de la sociedad socialista con la formación de una familia hermosa y revolucionaria», expresó visiblemente conmovida la antigua colega de Asela.

Y sobre ese paradigma de mujer cubana que supo aunar el compromiso con la Revolución y las responsabilidades filiales, también se refirió Mariela Castro Espín, quien creció entre el afecto que se profesaban ella y su madre.

«Asela ha sido una mujer maravillosa en todos los sentidos. Ella y mi mamá fueron amigas toda la vida, de mucha confianza. Tenían tanto en común, no solo desde el punto de vista ideológico, político, de compromiso con la Revolución, con las luchas revolucionarias, con las tareas con las que estaban comprometidas, sino también porque era una mujer de compromiso personal. Cuando tenía una amiga, era su amiga del alma.

«De niña yo las escuchaba haciendo las historias con una dulzura tremenda, nunca con alarde, siempre recordando los mejores momentos. Contaban los aprendizajes, las virtudes de sus compañeras y compañeros. Sentían una gran admiración por Frank País y siempre nos contaban a sus hijos anécdotas sobre él», contó Mariela Castro, quien agregó:

«Había temas que pensábamos que eran muy graves y Asela los resolvía con una calma, con una paz, con una sabiduría, con una suavidad. En este momento siento tristeza porque no voy a poder abrazarla más, tomarla de la mano, escucharla, recibir la calma que ella me transmitía; pero por otro lado siento que Asela está entre nosotros, porque nos dejó sus ideas».

Las nuevas generaciones rindieron tributo a la destacada combatiente. Fotos: Abel Rojas Barallobre

 

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