Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Doblemente hermanados

Dos estudiantes de Medicina están unidos por la genética y la consagración en estos días de pesquisa activa

Autor:

Nelson Rodríguez Roque

 

HOLGUÍN.— Hasta hace pocas semanas, Marina y Osmel cuidaban niños en su casa, como cuentapropistas. Eran muy cariñosos y comprensivos con los pequeños, a los cuales atendían meticulosamente. Hoy, a ellos los cuidan.

A este matrimonio de ancianos los visita a diario, entre las 8:30 y las 8:45 a.m. la joven Elizabeth Cuenca, estudiante de Medicina de tercer año, quien ha asumido la pesquisa activa con el convencimiento de que de esta tarea también depende la erradicación de la COVID-19.

Ella es una de los 5 790 alumnos de la Universidad de Ciencias Médicas de aquí (también los hay de Estomatología, Enfermería y Tecnología de la Salud) que cumplen con esa actividad, y cada día visitan casi la mitad de la población holguinera: unas 430 000 personas.

Cuenta Elizabeth que desde antes de que se reportara el primer caso positivo al nuevo coronavirus en la Isla, «empezamos a recibir conferencias acerca de la enfermedad, sus características, la forma de propagación y los tratamientos que se llevaban a cabo en el mundo, así como los esfuerzos, en ese momento, para contener su brote».

Su grado de responsabilidad individual es alto, demostrado en el desempeño de cargos del secretariado de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de la Universidad. Enfocada ahora en mucho autoestudio, para compensar la contingencia sanitaria, manifiesta que en el alistamiento previo todo el contenido estuvo acorde a su nivel de aprendizaje, y se les indicó cómo arribar a las viviendas, sin entrar en ellas ni tocar a sus moradores.  

Dice respetar el protocolo en cada visita: «Siempre portamos nasobucos, confeccionados con tres capas de tela como mínimo, las cuales impiden la entrada al virus. Nos lavamos las manos con hipoclorito y usamos guantes.

«Mantenemos un universo de pesquisa fijo: acudimos a la misma manzana. Cubrimos unas 50 casas cada uno y hasta más. El objetivo de dicha permanencia es lograr familiaridad con los vecinos, para que sean francos y podamos ejecutar mejor el trabajo», explica.

Estos jóvenes chequean todas las enfermedades respiratorias y hacen un levantamiento de personas con enfermedades crónicas, como diabetes o hipertensión, que resultan riesgosas. Identifican a mayores de 60 años de edad que viven con familiares o solos, para darles un trato diferenciado según sus vulnerabilidades.

Un profesor de la carrera y un médico de familia los asesoran en los consultorios y comprueba la calidad de las pesquisas: «Al término de los recorridos entregamos un parte que se queda en el consultorio y otro se lleva al policlínico», acota. La meta de esta misión es clara para ella: Nos toca contribuir al retorno de la normalidad».

Desinhibida, como apasionada del teatro que es, y aplicando lo aprendido en la locución de un programa televisivo infantil, relata su experiencia en la casa de una anciana postrada, donde acudió acompañada por la médica de la familia.

 El apellido Cuenca se repite entre quienes enfrentan la pandemia en otro consultorio del policlínico Julio Grave de Peralta. José Manuel (19 años), hermano de Elizabeth, cursa igualmente Medicina, pero en Segundo Año.

También hojea libros, descarga bibliografía digital, navega por Infomed y peina manzanas: «La población se ha mostrado preocupada por la situación. Cuando llego a las casas aprecio gratitud. El trato hacia nosotros ha sido cordial, sin ningún tipo de falta de respeto o resistencia. Son seis días a la semana en los que hago pesquisaje, porque nos rotamos una jornada de descanso entre los alumnos del grupo y así todos los días se recorren las manzanas».

A la pregunta acerca de cuándo «rompió el hielo», esclarece que el grupo de segundo año se incorporó a la pesquisa activa unos días después: «Mi primera visita la aproveché para despejar a los vecinos sus dudas sobre la enfermedad, les especifiqué algunas medidas sanitarias imprescindibles y aconsejé que toda precaución es importante. Usualmente indago en si han sentido algún síntoma y me preocupo por el estado de salud general de cada cual».

Desconectado del kata y el kumité durante estas jornadas, José Manuel (cinta negra en kárate) emplea entre 40 minutos y una hora para pesquisar toda su manzana: «Eso varía según las circunstancias, pero cada mañana comienzo a las ocho. Lo más complejo que me he encontrado es enfermos de gripe común, tres, al principio. No tengo embarazadas y hago hincapié en los menores de 15 años, en los que la sintomatología del nuevo coronavirus no es tan evidente como en otras personas.

«Son seis vecinos de la tercera edad que viven solos; y los mayores de 60 años suman 31. Se nos ha insistido en verificar casas de rentas donde solían hospedarse extranjeros (por posible aparición de contactos), y no comprobamos centros de trabajo», detalla.

Los lunes, en el parque José Martí (al sur de la ciudad cabecera), se reúnen los miembros del pesquisaje del «Julio Grave de Peralta», para escuchar orientaciones generales y puntualizar el quehacer. Elizabeth y José Manuel parten luego hacia calles cercanas. A estos jóvenes los hermana, además del ADN, el consagrarse a hacer feliz la existencia humana.   

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