Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Maestros: contra viento y marea (I)

Estereotipos y falta de vocación pesan sobre las escuelas pedagógicas cubanas, cuyo reto es elevar esa profesión al lugar que merece

 

Autores:

Yahily Hernández Porto
Laura Brunet Portela
Rosmery Pineda Mirabal

Cuando pequeña, Arianne Zayas-Bazán González jugaba a «las escuelitas». Ella era la maestra de todas sus muñecas y amiguitos del barrio, en el municipio camagüeyano de Florida. Hoy, una adolescente de 16 primaveras cumplidas, estudia el 2do. año de magisterio en Educación Especial en la escuela pedagógica Nicolás Guillén Batista.

Sus padres y la tía Mirtha la apoyaron para que no renunciara a su sueño, a pesar de criterios opuestos a su vocación de no pocos compañeros de su aula de secundaria, sus vecinos y hasta profesionales del sector, quienes opinaban que con su escalafón podía estudiar otra carrera de «mayor prestigio» y condiciones materiales.

Yilianny Pérez Morales quería estudiar Criminalística, pero hoy se sienta en un salón de clases del primer año de Español-Literatura, de la escuela pedagógica Octavio García Hernández, de Cienfuegos, y a la par es mamá de una niña de seis meses: «No estaba muy emocionada con la carrera, pero al final me gusta. Creo que la profesora ha tenido mucho que ver en eso, y mi mamá, que se sacrifica ayudando con el bebé para que yo siga estudiando».

Y Abdiel Guillot Casas, estudiante de 4to. año de la especialidad de Artes Plásticas, cuenta que ingresó a la escuela pedagógica Eduardo García Delgado, de La Habana, con la ilusión de convertirse en un gran pintor. Fue aquella primera vez frente a un grupo de alumnos lo que le hizo cambiar de plan, y hoy tiene muy claro su deseo de realizarse como maestro.

Como a otros de sus compañeros, le ilusiona el arte de enseñar porque ha aprendido a involucrase en los secretos de la Pedagogía y se siente realizado cuando proyecta su conocimiento en la preparación de las nuevas generaciones.

Estas historias tienen un final feliz. Otras son lamentables. Jóvenes que ni siquiera pudieron poner la carrera pedagógica como una opción en sus planillas porque sus padres se opusieron rotundamente, y otros que vivieron lo contrario: les obligaron a matricular aquí para que no se quedaran en la calle, cosa que tampoco es correcta.

Así lo contó la agramontina Yeilis López Camacho, quien cursa el 4to. año de Historia: «No siempre se tiene la suerte de ser alentada en tu decisión. Conozco jóvenes que querían venir, pero les quitaron la idea y están en una carrera que no les gusta, y otros incluso dejaron de estudiar; por suerte no fue mi caso».

¿Cuáles son los aciertos y desaciertos de las escuelas pedagógicas en la Cuba actual? ¿Por qué muchos adolescentes han elegido ser profesores? ¿Conocen bien en qué consiste su carrera? ¿Qué problemas enfrentan como estudiantes, y sus centros educativos? ¿Es suficiente la formación que reciben? Con esas interrogantes en agenda, y dada la importancia que reviste para el futuro del país la formación de maestros, Juventud Rebelde retoma en sus páginas el polémico tema.

Menos mitos y más verdades

No existen estadísticas sobre la profesión favorita de nuestros niños y niñas, pero tampoco hay dudas de que el magisterio compite en las primeras posiciones. Sin embargo, sobre la más noble de las profesiones pesa desde hace décadas todo tipo de estereotipos, de los que muchos hemos sido partícipes alguna vez.

Que si los docentes son muy mal pagados; que es un desperdicio para jóvenes con alta inteligencia; que no vale la pena aguantarles malcriadeces a hijos ajenos... Estos son apenas algunos de los criterios que cada año cambian el rumbo a esa muchachada que al terminar 9no. grado hubiera elegido formarse en un perfil pedagógico.

Una paradoja de la sociedad cubana actual es que nadie quiere ver a su hijo de maestro, pero exigen que tenga en las aulas a los mejores, lamentó Ovidio Ortiz de Armas, director de la escuela pedagógica Octavio García Hernández, de la Perla del Sur.

En una década de trabajo en esa institución cienfueguera, Yolanda Nodal Suárez, profesora de Introducción a la Didáctica, ha comprobado que muchos padres no ven estar aquí como una buena opción para sus hijos: «Los mejores graduados siempre piden el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas o el pre en la calle. Solemos ser la tercera opción».

Abigail González Martell es una de las excepciones de esa creencia que casi se ha establecido como regla. Ella culminó entre los diez primeros en el escalafón de su secundaria básica, y si por sus padres fuera, estaría en un centro preuniversitario.

Pero a ella todavía no le habían empañado la aspiración infantil de ser maestra. «Tenía mis indecisiones entre la Física y la Pedagogía, hasta que supe que podía hacer las dos cosas a la vez. A mis padres les costó aceptarlo, pero ahora me ven realizada», expresó esta estudiante de 3er. año.

Maureen Díaz Valentín, estudiante de 2do. año de Primera Infancia, también de Cienfuegos, corrobora: «Hace falta un amor inmenso por lo que quieres ejercer. No es solo pararse delante del aula y dar una clase. No obstante, muchos piensan que las carreras pedagógicas son lo peor, lo último que queda… y tal vez lo digan porque son de las que menos requisitos exigen para ingresar».

El promedio mínimo demandado es de 80 puntos, con énfasis en la asignatura por la que se incline el estudiante. Es una calificación que se ubica en la categoría de MB (muy bien), pero se aboga por elevar ese índice académico, asegura la profesora cienfueguera Yolanda Nodal Suárez.

Tal vez por esa razón, y debido a los criterios punzantes que menoscaban esta labor, entran muchos estudiantes que no tienen vocación, que no están entusiasmados. «Pero, luego se enamoran… Tenemos experiencias con muchachos que llegan con esas notas y resultan ser excelentes maestros», apuntó el director Ortíz de Armas.

¿Por qué se van?

Luis Daniel Montalvo Suárez se forma como profesor de Biología. Ya llegó al 3er. año. Entró a la pedagógica de Cienfuegos porque había que estudiar algo, como lo repetía su madre. «Ingresé indispuesto porque no quería esta carrera, pero ahora sí me gusta… aunque no me veo como profesor. Aspiro a alcanzar la universidad y formarme como biólogo marino», dijo Montalvo Suárez, contento de haber llegado a un lugar donde lo forman para seguir camino.

Pero ¿es este el objetivo del ingreso a este tipo de centro? Las estadísticas nacionales indican que la mayor parte de las bajas se dan en primer año; luego las cifras de abandono disminuyen, aunque probablemente sean superiores a las de otras profesiones.

Por ejemplo, en la primera graduación en la Perla del Sur, en 2014, la eficiencia de ciclo estuvo en 48 por ciento (por cada cien de matrícula total inicial). Para 2023 se espera que superen el 75 por ciento, aseguró el director.

Como son provinciales, estos centros reciben alumnos de todos los municipios, y no escapan a las dificultades del país para la transportación de estudiantes y profesores. El plantel cienfueguero, por ejemplo, tiene capacidad para 340 internos, y la demanda supera los 600 muchachos. Como es de esperar, la asistencia a clases se resiente.

En Camagüey, quienes viven en la ciudad gastan diariamente en pasaje hasta 80 pesos para llegar y regresar temprano, un gasto que muchas familias no pueden sufragar por cuatro cursos. Peor situación enfrentan quienes viajan desde otros municipios.

Una alternativa, considera Hairon Hernández Sánchez (2do. año de Inglés), sería ampliar el estipendio a todos los años de la carrera, no esperar a los que logran llegar hasta el cuarto. En tal sentido, la joven profesora Anetsy Brizuela Borges, instructora de arte con una década de labor en la institución agramontina, consideró que al menos se deben estudiar los casos más vulnerables, atendiendo a su núcleo familiar.

Del mismo modo, Keyla Yilena Ramírez (4to. año de Matemática), consideró necesario transformar la duración, secuencia y frecuencia de las prácticas preprofesionales para fortalecerlas, porque las considera muy cortas. Y porque ese es un tiempo que sí pasan en su lugar de procedencia, donde trabajarán después, acotan otros estudiantes.

Un tema que preocupa en el centro de la Isla es la necesidad de enriquecer y transformar el plan de asignaturas. Elizabeth Cervantes Santana (2do. de Física)  subrayó que la formación es buena, pero se necesita con urgencia modificar asignaturas y crear otras.

«Por ejemplo, una que profundice en la ortografía, la caligrafía, la lectura y la comunicación… Otras que nos enseñen y alerten sobre el uso de las herramientas audiovisuales digitales y las redes sociales, porque nuestros futuros alumnos sí están metidos de lleno en ese mundo virtual y no podemos quedarnos atrás», detalló.

Sobre ese reclamo abunda el profesor Raynier García Hernández, para quien se impone identificar con claridad cuáles asignaturas se deben implementar. «Les sobra razón cuando exigen materias que no solo los preparen técnicamente, sino que corrija elementos de su formación previa a la llegada al pedagógico e influyan en la calidad del egreso».

La destreza de Yamela Ramírez Cintra, directora del plantel capitalino, le permite aseverar que la familia influye en el proceso de retención de los estudiantes, pues muchos abandonan la carrera influenciados por la idea errónea de sus padres sobre el concepto del magisterio.

«Hoy no somos tan reconocidos ni se nos honra debidamente. Antes la palabra del maestro tenía un valor indiscutible y decisivo, que poco a poco se ha ido resquebrajando», lamenta. A pesar de ello, sí considera a las escuelas pedagógicas como esperanza de la pedagogía en el país, como bien dijo en su momento José Ramón Fernández. «Aquí los estudiantes llegan con apenas 14 años, y eso es una ventaja a la hora de formarlos, porque nos permite también guiarlos para que su futuro no sea incierto», aseveró.

Realidades y desafíos

Para la Directora capitalina hay otras luces y sombras que desde su percepción afrontan hoy las escuelas pedagógicas, relacionadas con la promoción de las especialidades. Su institución tiene actualmente una matrícula de 283 estudiantes de los diferentes municipios de La Habana.

«De ellos, 127 pertenecen al área de Educación Infantil donde se forman en las especialidades de Primera Infancia, Primaria y Educación Especial. Los 156 restantes integran la Educación Artística, conformada a su vez por la Educación Musical y Artes Plásticas, para el trabajo en escuelas primarias y especiales, y además Educación Musical-Danzaria y Visual-Teatral», precisó.

Ramírez Cintra considera que la mayor divulgación se hace para el área de Educación Infantil, y sin embargo son menos los estudiantes que cursan estudios en esas especialidades. En cuanto a las disciplinas artísticas, muchos llegan de- sorientados: confunden el educador artístico con el instructor de arte, y aunque tienen algunas similitudes el perfil es diferente, puntualiza.

Estas son trabas que debemos superar para una mejor comunicación con la sociedad acerca de qué está haciendo la escuela y el rol de los maestros de la Educación Primaria y Artística, insiste la directiva, y se refiere también al déficit en la cobertura docente como una de las causas que les ha impedido llegar a todas las secundarias básicas de La Habana.

«El enfoque para la socialización de nuestras actividades ha sido el de promocionarlas con los propios estudiantes cuando salen a sus prácticas de trabajo, mediante el diálogo o la proyección de algunos vídeos destinados a dar a conocer la escuela», precisó.

Pero lamenta que no sea suficiente el trabajo en los medios de comunicación para divulgar la formación pedagógica en Cuba: «Si bien el Ministerio de Educación y su Dirección Provincial, en coordinación con Cinesoft y Desoft, están haciendo muy buenas cápsulas de contenido educativo para las redes sociales, sigue faltando trabajo desde la televisión, un medio que llega a todos».

El máster en Ciencias Informáticas Rogelio Cores Fuentes, con 52 años de experiencia en el sector educacional en Camagüey, aseguró que las escuelas pedagógicas son el camino más directo y el escenario más certero y concreto para solucionar, en un futuro mediano, el déficit de profesores en el país.

Sin embargo, valoró, estas no son las únicas instituciones responsables en la formación de los nuevos pedagogos. La formación y orientación vocacional no pueden ser solo responsabilidad de estas escuelas, sino procesos asumidos desde un enfoque multifactorial que sume a la familia, o se estará frenando el empeño colosal del país para revertir esta realidad.

Igualmente, urge desarrollar investigaciones sociopedagógicas y científicas sobre los elementos que más inciden en la pérdida de prestigio, reputación, crédito y autoridad de quienes ejercen, contra viento y marea, esta profesión en las aulas.

«Hay que dignificar el magisterio cubano, y hacia ese propósito colosal la academia y sus expertos deben volcar sus investigaciones, porque incluso jóvenes graduados en nuestras escuelas abandonan las aulas donde ejercen por múltiples razones, y muchas pueden tener solución en la base».

En esa misma línea de pensamiento, la profesora Marisela Martínez Marín, con más de cinco décadas en el sector, centró su mirada en la formación integral de los maestros. «Estamos lejos de alcanzar esa visión coherente y necesaria de que su preparación es responsabilidad de todo el mundo, y esto merece una mirada profunda, intersectorial, sustentada en estudios científicos».

Para ser maestro no basta con tener todos los conocimientos, o casi todos; resulta tal vez más importante poseer el don de transmitir saberes sin adoctrinar, de embelesar a un auditorio que llega al salón de clases como un deber, y ahí debe permanecer por pasión. Esa es la victoria de los educadores, y sobre esa base será preciso seguir trabajando.

Los jóvenes no solo han aprendido el arte de enseñar, sino que muchos pueden cumplir vocaciones más personales.

Egresar maestros de calidad es el desafío de nuestras escuelas pedagógicas. Fotos: Ariadne Prado Cabalé

 

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