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Melissa se fue, pero…

Todavía en la provincia de Granma no ha terminado la tensión; es que a esta zona llegan los escurrimientos propios y de otras tres provincias y a veces varios días después del paso del fenómeno hay complicaciones, incluso historias de rescates

Autor:

Osviel Castro Medel

Primero fue un silbido, luego algo más que un rugido, una «cosa que sonaba» y provocaba susto.

Así pasó Melissa por estas tierras de Granma, como si el viento se hubiera convertido en un león con deseos de aterrar en la madrugada oscurísima del 29 de octubre.

Varias horas después del azote del huracán, no he encontrado una sola persona a la que no se le haya hecho demasiado largo el tiempo mientras el aire soplaba y derribaba.

Melissa fue una sinfonía de soplos contra ramas, pero también una lluvia insistente que desbordó ríos, cerró caminos y provocó aislamiento de comunidades.

Por la radio, a media mañana, un periodista daba la noticia, aunque todavía sin los datos precisos porque se están cuantificando: los 13 municipios de Granma han sufrido afectaciones.

Mañana sabremos más sobre los daños del huracán, pero mientras gotean estas líneas llegan relatos de personas trepadas a árboles, a techos, a elevaciones impensadas... para no ser arrastradas por corrientes.

También vienen las anécdotas de puentes rotos, de ríos que se han desbordado de manera inédita, o de pueblo de Jiguaní, que ha quedado dividido en dos, a causa del furor de un afluente pequeño que por segunda vez en la historia ha demostrado que la naturaleza no tiene límites.

Melissa se fue, pero todavía en esta provincia no ha terminado la tensión; es que a esta zona llegan los escurrimientos propios y de otras tres provincias y a veces varios días después del paso del fenómeno hay complicaciones, incluso historias de rescates.

Antes de escribir recorro la cuidad donde vivo y me quedo más que sorprendido. Veo cuatro de los cinco árboles gigantes del parque Francisco Maceo Osorio arrancados de raíz, eran ejemplares de más de 50 años que sobrevivieron incontables eventos meteorológicos... hasta hoy.

«Yo pensé que había hecho menos y mira», dice José Brizuela mientras mira atónito las aceras levantadas por las raíces de los árboles.

Veo, igual con dolor, la palma real cercana a la estatua de Carlos Manuel de Céspedes, derribada, aplastando un banco.

Miro, finalmente, una inmensa cola frente a un punto de Etecsa. Entonces me entero de que esa multitud ha acudido a cargar teléfonos, equipos, lámparas, lo que pueda.

Una pregunta surge de entre la gente: ¿cuándo tendremos corriente?

Es la interrogante que se hacen miles en la provincia, que está sin ese servicio desde antes del paso de Melissa. Habrá que tener paciencia y un espíritu de resistencia que no cabe en estas líneas. Pero lo más importante, luego del tremendo golpe y las angustias, es que, como decía previamente, podamos hablar de vida.

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