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Alberto Garrido o la fidelidad a la escritura

El círculo de los infieles es una novela de este autor que vio la luz con temprana madurez y fue publicada en nuestro país recientemente por la Editorial Letras Cubanas

Autor:

Pedro De La Hoz

Aunque uno de sus textos de temprana madurez lleve por título El círculo de los infieles, Alberto Garrido es un hombre sumamente fiel a la escritura. Cree apasionadamente en cada línea, en cada trazo, en cada una de las historias que cuenta. Pero sobre todo nos hace creer en las iluminaciones y desgarraduras de sus gestos poéticos y narrativos.

«El círculo de los infieles es una novela que se va escribiendo a medida que se avanza en su lectura. Es un escritor que está inventando y hablando de su vida al mismo tiempo; de manera que hay una zona de claroscuro donde muchas veces no se sabe si lo está diciendo, o lo está inventando o lo está escribiendo como algo de ficción, o es parte de su vida», ha dicho Garrido sobre esta novela suya, publicada en nuestro país recientemente por la Editorial Letras Cubanas, luego de haber conquistado el año pasado el premio internacional de la institución dominicana Casa de Teatro.

Muchos piensan que Garrido es tunero, gentilicio que en su caso ha alcanzado jerarquía de carta de presentación, dada su inserción en la vida cultural de esa ciudad de la región oriental de la Isla. En el mapa literario cubano se le asocia a un gran escritor, a uno de los más importantes narradores cubanos de las últimas décadas, el prematuramente desaparecido Guillermo Vidal, también de Las Tunas. Pero, en realidad, Garrido nació en Santiago de Cuba hace 40 años.

Su irrupción en la letra impresa fue de la mano de la poesía, cuando en 1991 la Editorial Oriente publicó Siglos después de las fraguas de Vulcano. Pero bien pronto los lectores conocieron su estirpe de recio narrador que sabe contar con fluidez, determinación y a veces desparpajo situaciones límites que apuntan al interior de la condición humana. Aquellos cuentos recogidos en El otro viento de cristal (1993, Letras Cubanas) y Nostalgia de septiembre (1994, Sanlope) anticiparon la contribución que Garrido aportó a la reciedumbre del género entre nosotros con El muro de las lamentaciones, Premio Casa de las Américas 1999.

Con El círculo de los infieles, el narrador dio el paso intermedio en la construcción de una trilogía novelística que comenzó en La leve gracia de los desnudos (1999, Letras Cubanas), cuya prosa fue valorada por su colega y crítico Alberto Garrandés, quien celebra cómo el autor «mantiene a raya la aparición de cierto estilo enjoyado, que lo sería porque se refiere, en primer lugar, a un mundo donde las abstracciones deben explicarse por medio de formas vivas, y en segundo lugar porque esas formas, disfrazadas de cotidianidad, tienen la textura de lo fantasmagórico y la calidad de lo onírico». La trilogía debe terminar con La fe y los condenados, para de este modo cerrar un círculo sobre lo que define como «la trinidad del ser humano». Según sus propias palabras:

«La leve gracia de los desnudos trata sobre el cuerpo, sobre la insaciabilidad del ser humano de atrapar la belleza del cuerpo a través de la pintura, a través del lienzo, a través de la textura, a través del color. El círculo... abarca la esfera del alma que se sabe vacía, que reconoce su breve tránsito por la tierra, el alma que está en disyuntiva. Mientras, La fe... trata sobre el espíritu del hombre».

Garrido es de los escritores que sabe definir su oficio y lugar. Leamos cómo responde a ciertos desafíos conceptuales.

EL RIGOR

«Cada novela plantea un nuevo reto. Con el tiempo son mayores las exigencias. La segunda novela de la trilogía me llevó cinco versiones. Escribir es un acto responsable».

LA ESCRITURA

«La palabra realmente tiene poder. Se puede usar para bien o para mal. Alguien dijo que, para el triunfo del mal, solo era necesario que los hombres buenos no hicieran nada. Yo creo que los hombres buenos tienen que empezar por decir cómo debe ser la vida, cómo debe ser el arte. La palabra, si se usa bien, va a edificar vidas, va a edificar hogares, va a edificar países, naciones completas, va a edificar el futuro de la humanidad. Nosotros, como poetas, como escritores, tenemos el oficio de nombrar las cosas, de dar testimonio de nuestro tiempo. Por eso la palabra tiene poder».

EL EROTISMO

«Es un mito la idea de que soy un escritor erótico. Ese es solo uno de mis temas. Hay otros que son, incluso, más importantes. El problema de la guerra, el problema de la muerte, el problema de la familia, tienen un peso más grande en mi obra. Lo que sucede es que algunos de mis textos eróticos han sido premiados, han tenido un reconocimiento público mayor, y por eso tal vez el mito de Garrido erótico. Pero Garrido, les aseguro, es mucho más».

La poesía de...

León Estrada

León Estrada (Santiago de Cuba, 1962). Poeta y editor. Ha publicado, entre otros, los libros: Circo de barro (1989), El tiempo de los fieles (1990), En la soberbia de un nosotros lúcido (1993) y Fábula del ascensor y la nodriza (1994). Actualmente se desempeña como jefe de Redacción de la Revista del Caribe.

PASCAL CRAIG DESTRADES LE DICE A JC

Para Julio Corbea Calzado, más que amigo, hermano

Cansado de la misericordia y de los goznes

mohosos de las puertas de mi mente.

Vi aquellas luces de mi soledad.

Esa apartada angustia que ha llenado mis noches.

¿Por qué pensaba en mi retorno si me cansaba

dedicar los minutos al espanto

a esa otra luz que muerde como solo yo sé?

Ya para mí no existe amanecer

ni nadie me pregunta si prefiero la hierba o el postigo.

Allá esa música que me obliga a lamentar

todas las noches de mi antiguo temblor.

Aquí el temblor exacto que es mi eterno recuerdo

que es mi eterno retorno a la oquedad del alma.

Pero no mientan más los misericordiosos

que suben la cuesta hacia esa virgen

que ya no significa nada para mí.

ROSA DE LA LOCURA

Con Leopoldo María Panero,

Demián Rabilero y Noel Jardines

Comenzar por la imagen. No por el misterio de la imagen.

Desterrar los espejos, que ellos sean el sueño

y no el misterio. Que sean la memoria.

La obscuridad y no la Luz ¿Y la Rosa?

El trazo limpio de la luz se irá engañando Rosa

para que escribas: A ver cómo me engaña la Rosa.

Y porque no eran solamente el olor y lo exacto.

Y sí el pensamiento ¿La certeza? de que aquella noche

era la misma noche, la única noche.

(Nueva York-Madrid-Santiago).

Síncopa en el brillo de las barajas.

Aplausos y abundancia. No la mosca en la flor.

Este es el momento preciso para que se desplomen

esas estrellas que nunca escribirás.

Dónde el sitio para el aroma —trampa—

que la voz no pronuncia ni la mano escribe

tras la maraña del sueño o entre arbustos.

Casi vence la Luz cuando la imagen se reveló.

(Rosa-Nenúfar-Clavel-Azahar).

El rostro de la Rosa no es el de la que olía.

Terminar por la imagen ¿Quién lo puede negar?

La química produce el desencanto.

NO SÉ SI VOLVERÉ

Para Sergio Pereda

Nada me salvará.

Ni siquiera la confusión

de los desesperados

que esperan en el huerto

su resurrección.

Cuento los mosaicos

y me descubren los soldados.

Todos se hacen llamar Alí.

Comienzo este trayecto

y aparezco hechizado

tradicional y confluente.

Ha llovido y es más arduo caminar.

Qué puedo hacer sino mostrarme

húmedo y errante del tanto

hechizo de la lluvia.

Sería inútil conmoverme.

Sería inútil combatir.

De sombra y lodo este

camino desacostumbrado.

No sé si podré volver.

Por eso canto.

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