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Polémica a «la carta»

De Yogui a Yu Gi Oh, la opinión de uno de nuestros columnistas en la pasada edición dominical, dio cauce a un debate entre nuestros lectores sobre los medios y los productos audiovisuales, y su influencia entre los niños y adolescentes, que bien vale la pena compartir

Autor:

Juventud Rebelde

No era de extrañar: el artículo publicado por JR el pasado domingo, titulado De Yogui a Yu Gi Oh, avivó una polémica que ya andaba por las calles de todo el país. Para ser sinceros, han sido mayoritarias las opiniones que salen en defensa del animado que transmite la Televisión Cubana por su canal Multivisión, las cuales coinciden en que «la serie tiene muchas cosas positivas, que enseñan a los que la ven»; contrario a lo que argumentan otros, como Eduardo Hidalgo:

«Le cuento que en el seminternado de mi niña, acá en Las Tunas, vi a un niño agredir a otro por causa de esos juegos de carta del serial. En los centros estudiantiles no se debería permitir que se lleven estos juegos y, más aún, no se debieron vender nunca».

A su coterráneo Roberto Santiesteban —esta vez de Puerto Padre—, educador y padre de un niño de siete años, lo que más le preocupa es que «en el interior del país nuestros hijos tienen muchas menos opciones recreativas que en la capital; solo la televisión. Es inmensa la cantidad de programas similares a ese que la TV muestra, pese a todo lo que se discute en los congresos de la UPEC, UNEAC, etc.; y a lo mucho que se habla del rescate de nuestros valores».

Danyer Columbié Sour reconoce que hace unos días se sentó a ver algunos capítulos. «Quería conocer esa serie de la cual mi hermano de ocho años y muchos niños más son fans. No tuve que ver mucho para darme cuenta de que en ella se percibe un espíritu de violencia, de tensión, que, todos sabemos, influyen y moldean la conducta, máxime cuando se es niño. Hace mucho que estoy observando una tendencia en los dibujos animados actuales: promover actitudes en los más pequeños que, a la larga, redundan en violencia, desobediencia, y otros valores negativos que se alejan de lo que deben aprender y desarrollar nuestros nenés».

Sin embargo, son muchos más quienes aplauden la salida de Yu Gi Oh por la pantalla doméstica, como sucede con Armando Prado Pérez. Para este lector, Yu Gi Oh, independientemente de los torneos de cartas que convoca, «nos enseña el valor de la amistad y la fidelidad. Yugi renuncia al dinero que gana en la competencia para darlo a uno de sus amigos para operar a su hermana, nos muestra el valor de la honradez al expresar que no debemos hacer trampas para tratar de obtener el triunfo... Además, se dice que lucha contra las fuerzas del mal que pretenden dominar el mundo que, por lo que se ve, estas fuerzas son todo lo negativo que existe en nuestro mundo actual».

Adrián Echenique González, estudiante de 3ro. de Ingeniería Industrial de la Universidad Central de Las Villas, considera que en este caso se «juzgó al libro por su portada, sin antes leer su contenido». «Quisiera aclarar que en esta serie el tema central es la amistad por encima de todo. (...) Por lo tanto, esta debe ser vista no solo por los niños, sino también por los adultos en momentos en que al mundo se le olvidan valores tan importantes como la amistad, el compañerismo y el amor. Yu Gi Oh combate el individualismo, la prepotencia, el afán desmedido por la victoria, la codicia, entre otros males que intentan apoderarse de nuestra sociedad y que aquejan a muchas otras. Brinda cosas positivas que están muy por encima del simple y vano entretenimiento».

Más y más argumentos

Veintitrés años tiene la santiaguera Natacha Aroche Victoria, licenciada en Optometría y Óptica, quien se autoproclama seguidora de los dibujos animados y, en general, de la TV. «Vi a Yogui, a los muñes rusos, que en mi infancia me gustaban, pero ahora me doy cuenta de que eran un poco patéticos y bien feos, y no daban un mensaje. (...) Debemos estar conscientes de que vivimos en el siglo XXI, donde Internet ha superado el correo electrónico, donde ya los discos de pasta casi ni se escuchan y son los CD, las mp4, los DVD y otras tecnologías, las que la juventud prefiere. (...) Pienso que lo que necesitan los pequeños es buena televisión y cosas que los entretengan, y no tantas aventuras donde ellos ni se creen las peleas ni la acción que realizan sus protagonistas. Los niños necesitan televisión educativa, instructiva. Pero también animados y películas que sean modernas, cómicas y que tengan ese toque de acción sana y de superfantasía».

De María Josefa León Ochoa son las reflexiones que pudieran resumir el sentir de muchos de los que enviaron sus comentarios. María Josefa considera que el artículo de marras «subestima a nuestros niños al creer que su fértil e inagotable imaginación se pueda ver perturbada con las “acciones violentas” en que incurren los protagonistas de los dichosos duelos».

La abuela de tres «duelistas» (dos varones y una hembra de diez, ocho y siete años respectivamente) nos recuerda que nuestros niños y jóvenes tienen acceso a programas informativos de la televisión sobre el acontecer internacional, que son suficientes para que se pongan en contacto con «escenas de la más cruda y descarnada violencia. Por ello pregunta: «¿En qué mundo cree Ud. que viven nuestras criaturas? ¿En qué urna de cristal debemos mantenerlos?

«Si su sobrino gusta de la lectura, seguro Ud. buscará en la Feria de este año algún libro para él. ¿No los lee primero? Las nuevas corrientes de la Literatura infantil casi prohíben las historias “rosadas”. Para que se lleve el aplauso de las editoriales debe contener historias donde el niño vea reflejada la cruda realidad. Es tabú “dorarle la píldora”. ¿Entonces? Yo, que comparto ese tiempo con el menor de mis nietos, he visto en los capítulos de Yu Gi Oh honestidad, amistad, solidaridad, enfrentamiento a la maldad, amor por la naturaleza, conmiseración con los más débiles, amor y respeto a los ancianos. No es nada del otro mundo, pero entretiene las tardes de nuestros niños», agrega.

Al mismo tiempo, «danilo», llama la atención sobre el preocupante hecho de que nuestros niños observen en su medio, en ocasiones, actitudes violentas, «y esto creo que mayormente es lo que los hace reproducirlas. Recordemos que la casa es la primera escuela y verdaderamente a un niño bien criado los muñes no le afectan».

Mientras, «Cheila» escribe en la página de JR colocada en Internet que la cuestión está en que «las series tienen clasificaciones y esta se encuentra dentro de las que son para jóvenes; de aquí proviene su violencia», otro lector enfatiza que lo que ocurre es que se exhibe a las seis de la tarde, «hora en que los más pequeños se encuentran en la casa y hora que, además, coincide con la programación infantil, la cual, con todo mi respeto, no sirve en lo absoluto. Todavía me siento a verla y créanme que se me quitan los deseos, debido a que te repiten los mismos animados varias veces a la semana. ¿Qué hacen los niños? Ven esta serie que, a mi entender, es más bien para adolescentes; aunque pueden verla pues no posee contenido de malas palabras, y la supuesta violencia está en el enfrentamiento entre los monstruos, lo cual no influye en el comportamiento violento de los niños. Más influyen los juegos de computación y las películas de acción».

De cualquier manera, en la web «E Díaz» insiste en que Yu Gi Oh debe permanecer en la TV nacional. Para él o ella, el quid es otro: la calidad de los animados: «Que los hagan mejores, que los compren mejores. ¿Por qué en el mundo entero el primer lugar, luego de Disney, lo tienen los animados asiáticos? ¿Por qué no adoptar su estilo o valores artísticos y estéticos incluyendo nuestros mensajes? La culpa no es de los animados ni del juego. Nuestra capacidad de crítica es mayor siempre que nuestra capacidad creadora».

Multivisón en la polémica

Yu Gi Oh apareció de lunes a viernes en las tardes de Multivisión, canal que, afirman sus especialistas, determina su cartelera infantil a partir de un estudio sobre gustos y preferencias de los niños, que realiza el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Cubano de Radio y Televisión.

«Multivisión busca los animados que atraen a los más pequeños de casa, teniendo en cuenta qué los puede motivar y qué aburrir, los hábitos de consumo, la música, formas y colores que prefieren», explicó Mileydis Fundora Betancourt, directora del canal.

Luidmila Negrín González, jefa de programación, comenta sobre los factores que influyeron en la selección de esta serie: «Yu Gi Oh cumple con los minutos requeridos, pertenece al anime manga y muestra un dibujo colorido, rápido, con un lenguaje que hoy el niño domina. Posee, además, una buena historia. Con su salida al aire podíamos apostar que sería una serie que iba a gustar y alcanzaría un nivel enorme de aceptación».

Enfatiza Yanesi Elías Rodríguez, psicóloga y asesora de Infantiles en Multivisión, la venta elevada de los juegos de cartas no tiene conexión con el programa televisivo. «Con las barajas sucede lo mismo que con cualquier otro animado que recibe promoción a través de productos en el mercado.

«Yu Gi Oh es una serie muy creativa. No creo que esté pasando lo mismo que con los Power Rangers, con el cual los niños salían a darse golpes a las calles. En este caso, se establece una situación retadora, donde dos personas lo que hacen realmente es contar y apuntar números, gracias a lo cual los niños ejercitan la suma y la resta, mas esto no significa que la serie esté siendo agresiva. Los contrastes violentos que se le quieren atribuir se basan en el hecho de que es manga y japonesa, y porque se presenta un desafío».

La serie es revisada cuidadosamente por Marta Victoria Cepeda, asesora del canal, quien analiza cada programa antes de que salga al aire. No obstante, los decisores del canal quieren hacer un llamado a los padres para que compartan con sus hijos y consuman la serie, ya que «es muy difícil expresar un criterio cuando solo han visto un capítulo.

«En este momento se ha convertido en la diana, pero no tiene por qué serlo si se le dan otras lecturas. En Yu Gi Oh aparece el duelo, pero la vida es un duelo y hay que aprender a vivirla. Nosotros continuaremos defendiéndolo  hasta que se demuestre lo contrario».

Las famosas barajitas

A la mamá de Harold y Chucho, el artículo la puso a recordar los cuentos famosos de niños, «y encontré más violencia que en Yu Gi Oh: en Blancanieves la madrastra era una psicópata asesina; en La bella durmiente a una niña de meses una bruja le lanza una maldición para que se muera a los 15 años. Ni hablar de Hansel y Gretel: la bruja los iba a cocinar para comérselos. A mí también me leyeron el cuento de Barba azul, que tenía los cadáveres de sus esposas en un cuarto. Nunca he leído ningún artículo que recomiende no leer estos cuentos a los niños por la violencia que tienen.

«Mis hijos adoran a Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana, siempre los ven, o sea, que no es por preferir lo extranjero. Si tantos niños siguen a Yu Gi Oh por algo será.  Yo he soltado unos cuantos pesos con las dichosas carticas, pero, ¿qué uno va a hacer? Uno siempre quiere darles a los hijos los gustos sin caer en exageraciones y no veo en eso ningún peligro como lo ve usted. Simplemente está de moda y ya se les pasará. Cuando uno los cría como es debido y les inculca los valores desde que nacen, esos muñequitos no son ningún peligro, y ellos sí separan la realidad de la fantasía, más de lo que usted se imagina».

En relación con el juego, «Frank» está convencido de que es muy bueno para los niños y jóvenes, «porque es uno de los que más desarrolla la agilidad mental y el razonamiento lógico, y más aún si el juego se efectúa fuera de un entorno virtual, debido a que hay que crear las propias reglas de los duelos. Esta violencia que puede estar apareciendo en algunos jóvenes no creo que sea a causa de la serie, viene de mucho antes que se empezara a transmitir. Más bien tiene que ver con la crianza que dan los padres a los hijos y cómo dejan que influya el entorno social sobre el niño (a)».

«E Díaz» se pregunta si alguna vez los que han vertido sus opiniones han jugado Yu Gi Oh. «¿Sabe que es más complejo que la baraja, el dominó, y muchos otros juegos? Yo lo he jugado, y es muy entretenido, incluso para adultos. La muestra de la violencia está en muchos espacios, instituciones y medios, muchas veces incluso se exalta por medios nacionales. Es parte, por desgracia, del mundo de hoy y sus conflictos.

Según afirma el lector, existen ejemplos en materia promocional como las mochilas y otros soportes con la imagen del Capitán Plin, pero señala: «¿cuánto cuesta un dominó o una baraja? ¿En cuántos sitios los venden? El Yu Gi Oh es un juego de mesa, inventado en los años 80, junto con toda la generación de juegos de rol de libro, tablero, PC y consola, que son unos de los entretenimientos más exitosos que hay en cuanto a juegos pasivos. Porque cada niño puede asumir un rol de aventura y fantasía».

Quien se firma en la web como «thelastsoulja» plantea que «los animados para niños, jóvenes y adultos han evolucionado. Muchos se han hecho y se hacen basándose en reforzar un producto mercantil: Voltus V, el Desafío de los robots, Bionicle, Winnie the Pooh... fueron hechos, y son, para vender las mercancías que de ellos se derivan».

Y, claro, conociendo muy bien estas «interioridades» comerciales, en esta historia no podían faltar las personas inescrupulosas —como las clasifica Natacha Aroche Victoria— «que se están beneficiando con el negocio de las cartas de esta serie que ven los niños. Lo que tenemos es que decir “no” a esas personas que se aprovechan de cualquier situación para el negocio en beneficio propio».

Este tema también es abordado por María Josefa, la abuela de Dennis, Karel y Daniela, quien se refiere al asunto de las barajitas en la calle. «En mis tiempos, también tuvimos “postalitas”. Venían envolviendo caramelos y, le aseguro, era el paliativo para los juegos de los niños “pobres” del barrio. Fueron la pasión de muchos, grandes y chicos y, a no pocos, los iniciaron ¡en la filatelia!».

El gran negocio

El caso es que los miles de seguidores de Yu Gi Oh, distribuidos por todo el territorio nacional y buscadores incansables de las afamadas barajitas, quieren tener el mejor monstruo, u obtener, a cualquier precio, la carta «más potente» de su compañero; algo que no es desconocido por compradores y revendedores.

La afición del público por el serial llega a niveles tales, que algunos lo han convertido en un jugoso negocio. Y es que para ciertas personas es un ingreso monetario seguro, vendiendo las cartas en cifras no tan inocentes que van de tres a cinco cuc.

Tras esclarecer las clasificaciones demográficas y temáticas del manga y anime, y especificar que Yu Gi Oh al igual que Doraemon («este último visto reiteradas veces en nuestra televisión») son «doramas», Félix Corona Rivero reflexiona sobre el tema de la comercialización de las cartas: «Eso sí es algo deplorable, pero que no ocurriría si en algún centro nacional se expendieran las susodichas (en cup, por supuesto). Es una lástima que en nuestros días vender sea más importante que educar o entretener educando (que a mi forma de ver las cosas, bien poco se logra). Es deprimente ver cómo funcionan los engranajes de la maquinaria cultural actual en el mundo, donde se acusa al manga y anime de violentar nuestra cultura y fomentar patrones foráneos de hacer y pensar. Debo decir que me siento infinitamente más preocupado por el efecto en nuestros niños de los materiales aparentemente inocuos de la Disney».

Un «yo» muy débil

«Recuerdo que de niño mi mamá me hacía escuchar en la radio a Tía Tata, personaje que creaba cuentos y yo  formaba mis propias imágenes. Hoy pocas cosas posibilitan desarrollar la imaginación y solo hay reproductividad. Así difícilmente se ayude al desarrollo psicológico normal, y más si no hay un contexto familiar que apoye».

Con estas palabras el licenciado en Psicología y Máster en Antropología, Juan Paulo de Armas, inició su conversación sobre este asunto con JR. El investigador del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) definió la violencia como el uso de poder. Para él no solo aparece cuando se abusa o se posesiona, sino también desde el momento en que se corren los límites de una persona y no se le da espacio. «La violencia puede ser psicológica, de manera sutil».

Mientras menciona espacios atractivos de corte didáctico que se exhiben en la TVC como Art Attack, el especialista, quien asegura que los estudios sobre violencia visual apenas existen, piensa que «también hay algunos de estos programas donde se hace un uso manipulador de poder, porque borran al otro con una violencia casi siempre justificada.

«Estamos en una época de prácticas simbólicas, en la cual es fuerte la relación que existe entre los medios de comunicación masiva y la construcción de una subjetividad. Al mismo tiempo, la concepción de este tipo de animaciones es mítica, y cuando se despoja de la carga histórica y contextual se vuelve una estética vacía. Es solo forma sin un verdadero contenido de aprendizaje. Puede que sea un espíritu de época, pero el niño se forma sin ubicación tiempo-espacio porque la mayoría de estas producciones no está acompañada de un esbozo crítico y se conciben para “anestesiar” a las personas.

«Conozco casos de niños que están repitiendo los rituales del serial Yu Gi Oh. No es el único. Existen familias que apoyan esta tendencia comprando a sus niñas, por ejemplo, toda la ropa de las Bratz. No se trata únicamente de tomar conciencia, sino de que los padres estén convencidos de que su papel también es orientar. El acompañamiento es vital, aunque resulta que la vida es más complicada y los padres están a veces tan inmersos en la cotidianidad, que prefieren que sean los niños quienes decidan qué programa prefieren ver. El infante necesita guía emocional y conductualmente porque su principal trastorno conductual es la imitación.

«Hay que reconocer los riesgos que implica una conducción a la irrealidad desmesurada. Pueden destruirse los valores familiares, históricos y sociales, y eso sí es patológico; no la fantasía». (José Luis Estrada Betancourt, Yunet López Ricardo, Lisbet Rodríguez Candelaria, Heidy Hernández Piñera, Patricia Hechavarría Vidal, Susana Gómez Bugallo y Jessica A. Jiménez Duquesne, estudiantes de Periodismo)

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