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El American Ballet Theatre en su aniversario 70

La agrupación danzaria norteamericana, de las más prestigiosas a escala mundial dedicará este 3 de junio una gala a Alicia Alonso, quien fuera una de sus principales estrellas

Autor:

Ahmed Piñero Fernández

La danza es una de las artes más prósperas en Estados Unidos. Deslumbra la variedad que existe actualmente en el ballet y la danza moderna en ese país. En toda la Unión hay un sinnúmero de compañías de danza profesionales y si bien no puede hablarse de una escuela norteamericana de ballet, como podríamos hacerlo, por ejemplo, de la rusa, la francesa o la cubana, los bailarines norteamericanos han alcanzado un grado de popularidad que cautiva al público de todo el mundo.

Una de las agrupaciones danzarias norteamericanas de mayor prestigio a escala mundial es el American Ballet Theatre, que para Estados Unidos constituye una suerte de «tesoro nacional viviente» desde que fue fundado el 11 de enero de 1940, bajo el nombre de Ballet Theatre.

Según el crítico Alan Kriegsman, el American Ballet Theatre «aún establece la norma». El ABT, o simplemente el American, como se le conoce internacionalmente es, quizá, la más ecléctica de las compañías de ballet en Norteamérica, y desde el principio aspiró a ser un «museo de la danza» y exhibir cuando menos una obra maestra de cada uno de los grandes períodos.

Desde su fundación, el ABT aglutinó en su elenco a relevantes personalidades de la danza y propició el estreno de obras coreográficas de incuestionable importancia en la historia de ese arte. Cuando surgió tenía como principal objetivo desarrollar un repertorio sobre la base de los grandes títulos tradicionales y, al mismo tiempo, impulsar la creación de nuevos trabajos de coreógrafos jóvenes con talento.

Es ya proverbial que el ABT posee un amplísimo repertorio que abarca desde las grandes obras tradicionales hasta creaciones contemporáneas: títulos del siglo XIX, como Giselle, Don Quijote, Coppelia, La bayadera, El corsario, La bella durmiente, Cascanueces, El lago de los cisnes o Raymonda. Obras procedentes del movimiento renovador de los ballets rusos de Diaghilev, como Las sílfides, El espectro de la rosa, Apolo o El hijo pródigo. Creaciones de ilustres representantes de la coreografía del siglo XX como Maurice Béjart, George Balanchine, Roland Petit, Antony Tudor, Kenneth MacMillan, Frederick Ashton, Agnes de Mille o Jerome Robbins. Y hasta las más actuales tendencias danzarias representadas por Jiri Kylian, William Forsythe, Mark Morris o la norteamericana Twyla Tharp —sin dudas una de las más talentosas coreógrafas «híbridas», que proceden de la danza moderna y que ha creado algunas de sus obras más relevantes para esa compañía.

Desde su fundación y hasta 1980, el ABT estuvo dirigido por Lucia Chase y Oliver Smith. Lucia Chase murió en 1986, seis años después de renunciar a su cargo de directora artística, a favor del bailarín soviético Mijail Baryshnikov.

Así, pues, en 1980, Baryshnikov, que se había unido a la compañía en 1974, y permaneció en ella como su principal figura masculina hasta finales de 1978, asumió con gran espíritu innovador la dirección artística, con lo cual comenzó a evidenciarse una apertura en el repertorio de la legendaria agrupación norteamericana, si bien no abandonó esa programación ecléctica tradicional que ha caracterizado siempre al American Ballet Theatre.

Uno de los grandes méritos de Baryshnikov durante su «reinado» fue su capacidad para entender atinadamente que ninguna gran compañía debe depender de una sola figura y se concentró en promover a un grupo de talentosos jóvenes, principalmente bailarinas. Valga destacar entre ellas a Susan Jaffe y Amanda McKerrow, que en 1981 fue la primera norteamericana que obtuvo una medalla de oro en el Concurso Internacional de Ballet de Moscú, una artista que quizá algunos lectores recuerden, pues se presentó en La Habana en el año 2000 como artista invitada del Ballet de Washington, durante el 17 Festival Internacional de Ballet de La Habana. En esa ocasión, la McKerrow tuvo a su cargo el estreno en Cuba de un pas de deux del ballet The Leaves Are Fading, de Tudor.

Desde 1992, el destino artístico del American Ballet Theatre está regido por un ex primer bailarín de la compañía, el norteamericano Kevin McKenzie (se presentó en Cuba en 1986, invitado por el Ballet Nacional de Cuba y el Festival Internacional de Ballet de La Habana; junto a su esposa, la también ex bailarina del ABT, Martine van Hamel), quien sin perder el estilo de la agrupación ni renunciar a su historia, ha contribuido a la «oxigenación» del conjunto, encargando «coreografías híbridas» a creadores de la danza moderna, con lo cual mantiene al ABT en constante estado de renovación.

Desde que tiene sobre sí tal responsabilidad, McKenzie no ha dejado de preocuparse por el futuro de la compañía, pero tampoco ha hecho tabula rasa de su pasado: a McKenzie se debe el rescate de títulos emblemáticos como Rodeo y Fall River Legend, de Agnes de Mille; Fancy Free, de Jerome Robbins; Dark Elegies y Pillar of Fire de Antony Tudor; o Tema y variaciones, de George Balanchine, por citar unos cuantos ejemplos.

McKenzie se ha empeñado en mantener el repertorio clásico y, al mismo tiempo, resaltar la cultura de su país, con lo cual ha logrado que el ABT, a 70 años de existencia, se mantenga —por su versatilidad técnica, estilística e interpretativa—, como la primera compañía de Estados Unidos.

Hoy el American Ballet Theatre es una agrupación muy diversa y está integrada por cerca de un centenar de bailarines de muy diversas nacionalidades. Entre ellos, se distinguen dos cubanos formados bajo los preceptos éticos y estéticos de la escuela cubana de ballet, y que en la actualidad son primeras figuras de la compañía: José Manuel Carreño y Xiomara Reyes.

Junto a ellos se destacan, también, los argentinos Herman Cornejo y Paloma Herrera; el brasileño Marcelo Gomes; el español Ángel Corella, el italiano Roberto Bolle, la rumana Alina Cojocaru, que este año ha sido contratada como figura invitada; los rusos Diana Vishneva, Irina Dvorovenko, Natalia Osipova y Maxim Beloserkovsky, y los norteamericanos Julie Kent, Gillian Murphy, Veronika Part, Michele Wiles, Ethan Stiefel y David Hallberg.

Estos bailarines, las actuales figuras del ABT, tendrán a su cargo los papeles protagonistas del vastísimo repertorio que ofrecerá la compañía en su 70 cumpleaños, efeméride que se festeja desde el pasado 17 de mayo como parte de la temporada que cada año ofrece la compañía en su sede habitual, la Metropolitan Opera House, de Nueva York.

Un momento especialmente significativo de la programación será la gala que el venidero 3 de junio ofrecerá el ABT en honor de Alicia Alonso, sin dudas, uno de los mitos del American Ballet Theatre en toda su historia.

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