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Intenso Carlos Varela

Con un concierto que celebró sus 30 años en los escenarios, el cantautor cubano estremeció el pasado sábado la Sala Avellaneda del Teatro Nacional

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

El arte todo influye en Carlos Varela. Escucha con atención a los compositores de su tiempo (Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, entre ellos) y a los de antaño (Miguel Matamoros tiene una notable presencia en su música). Toma referencias de la gran pantalla y se sumerge en ese esencial viaje hacia lo cubano que ofrece Tomás Gutiérrez Alea en sus filmes. Con esos y otros muchos elementos penetra en la cotidianidad y detalla en sus canciones la acritud, el amor y los sueños.

Varela reveló esos matices que caracterizan su obra ante sus seguidores, el sábado último en el concierto Carlos Varela 30 años, en la sala Avellaneda del Teatro Nacional. Les propuso celebrar sus tres décadas en los escenarios haciendo un recorrido por sus letras.

Bastaron alrededor de tres horas y minutos para corroborar lo que sus grabaciones ya señalaban: su capacidad para «fotografiar» La Habana, las historias de la gente común, las distancias...

Más de una veintena de temas suyos fueron moldeados con una sonoridad que si bien guardaban su esencia original, tuvieron un interesante giro en la unión de las cuerdas de la Orquesta de Cámara de La Habana, dirigida por Daiana García, y su banda, integrada por Julio César Ochoa en el bajo, Carlos David Suárez en la batería, Roberto Luis Gómez en la guitarra eléctrica y Aldo López-Gavilán en el piano. Este último corrió con la dirección musical y con gran parte de los arreglos melódicos disfrutados esa noche.

Carlos quiso «romper el hielo» con Como los peces, sencillo que da título a uno de sus álbumes más populares y que ahora nos regaló con ese aderezo que López-Gavilán le insufló. Le siguieron otras de sus composiciones más coreadas y que Varela presentaba con una locuacidad especial. Así corrieron de un tirón temas como Nubes, Siete, Foto de familia, Habáname, Guillermo Tell —en la que vimos a su autor seguido solo por su guitarra, dando una emotividad enorme a ese momento—, Una palabra y Monedas al aire.

Para quienes deseaban escuchar algunas de sus últimas creaciones, estrenó El árbol de los pájaros dormidos, en la que muestra de modo simbólico muchas de sus meditaciones sobre su entorno.

Dejo para este momento las uniones del trovador con sus invitados. Vimos en estas a un Varela emocionado por departir con algunos de sus referentes musicales y también con amigos de siempre. En compañía del norteamericano Jackson Browne, a quien el cantautor cubano considera su padre, su ángel, Carlos «desgajó» un sensible Muros y puertas, cuyos estribillos estuvieron cantados tanto en español como en inglés.

Estremecedora por su intensidad fue la interpretación de No es el fin,  que da título al más reciente volumen de Varela, y que en la velada sabatina apreciamos junto al brasileño Ivan Lins —por cierto, disfrutamos de la pieza por partida doble, aunque imagino que se debió a razones relacionadas con la filmación del DVD del cantautor que también ocurría esa noche.

A Lins, quien calificó la música de Carlos de excepcional, lo escuchamos minutos después en solitario y acompañado del piano, en dos exquisitas canciones.

En 25 mil mentiras sobre la verdad, Varela tuvo otro invitado de lujo: Eduardo Cabra, el Visitante de Calle 13 (Puerto Rico), el cual tocó un instrumento electrónico; y en Mi fe a X Alfonso, mientras que se acompañó de Diana Fuentes en De vuelta a casa y Luna de vino tinto —una de las pocas composiciones que ha escrito para una mujer, como confesó, y que aparece en el primer disco de Diana, facturado por la Egrem.

Y para proporcionar un final de altura, Varela hizo sonar La política no cabe en la azucarera. La canción motivó una gran descarga cubana donde no faltaron Juan y Samuel Formell, José Luis Cortés, «el Tosco», Alexander Abreu, Giraldo Piloto e Isaac Delgado.

Aunque anunciado en el programa ofrecido a los asistentes al Teatro Nacional y en otros soportes promocionales del concierto, se notó la ausencia del nicaragüense Luis Enrique, de la que nunca supimos razones y, sin embargo, sí estuvo en la relación final de invitados que ofreció públicamente Varela.

Amén de asuntos extraartísticos, como los percances que bordearon la adquisición de las entradas para la presentación —denunciado por los lectores en nuestra sección Acuse de Recibo y también desde la escena por el mismo protagonista—, Carlos Varela 30 años ha sido un concierto intenso, esperado, necesario, que nos reencontró con un compositor esencial de la llamada Novísima Trova y de la canción contemporánea nacional.

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