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De palma y palmares

Quizá si hubiese que cifrarle un precursor a la crónica periodística cubana, lo sea el pedagogo y novelistas Anselmo Suárez y Romero, con sus cuadros líricos sobre los valores naturales de Cuba

Autor:

Luis Sexto

La palma real fue objeto recurrente de la poesía cubana. Y es lógico que los poetas se fijaran en este árbol esbelto, recto, tan alto que con su penacho parece acariciar el cielo. Es, para la ojeada del que transita por nuestros campos, un árbol excesivo. Así la vieron muchos poetas, abundando, como símbolo del carácter nacional: siempre hacia lo más alto.   

Recordemos a José María Heredia cuando las menciona en algunas de sus estrofas permeadas de lirismo. En la Oda al Niágara, cataratas impresionantes que dividen a Estados Unidos y Canadá, echó de menos a las palmas, esas que se mecen bajo un cielo purísimo.  

Sin embargo, lo más entrañable sobre la palma real, no lo concibió un poeta. Al menos, no un poeta en verso, pues los narradores, los ensayistas, y sobre todo los cronistas,  pueden ser poetas en prosa, cuando captan las esencias puras de un eco sentimental que retumba en el alma.

Anselmo Suárez y Romero, ‒pedagogo y novelista del siglo XIX,‒ a mi parecer no ha sido superado en su página sobre la palma real. En algún libro de lectura escolar en mi niñez, leí su estampa sobre los palmares. Quizá si hubiese que cifrarle un precursor a la crónica periodística cubana, lo sea Suárez y Romero con este y otros cuadros líricos sobre los valores naturales de Cuba.

La primera frase es de por sí antológica en su capacidad de provocar la lectura: «Hay un cosa en mi patria, que nunca me canso de contemplar». Y antes de revelar el nombre, niega que sean presencias establecidas como la ceiba, la cañabrava, los naranjos, «nuestro sol, nuestra luna, nuestro cielo». Y enseguida afirma: «Son los magníficos palmares que suspiran perennemente en sus llanos y en sus colinas. No hay árbol más bello que la palma; pero cuando la casualidad ha reunido un grupo de miles de ellas en la cresta de una loma o en un valle pintoresco y apartado, no hay pincel capaz de pintarlas, no hay poeta que pueda cantarlas dignamente en su lira».  

Recordemos, pues, que en las bibliotecas está una colección de artículos de Anselmo Suarez y Romero publicados por la Revolución. En esas páginas escribió sobre palmas y palmares haciéndonos ver esta compensadora verdad sobre este árbol símbolo de la cubanía: «¡Escuchando  la música de sus pencas, un poco antes de expirar, la muerte no debe ser tan amarga!».

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