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Vivir en dos Islas a la vez

El pinero Yadián Carbonell «El Tiza», rapero devenido escritor, asegura haber encontrado en el arte «el aliento para disipar la oscuridad y la violencia de la vida, vi en el arte el arma más certera para encontrar la luz»

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Con «El Tiza», alias Yadián Carbonell Hechavarría, todo comenzó por el rap, aunque en realidad «lo que estaba escribiendo tenía un trasfondo distinto. Un día me comentaron de un joven escritor que impartía talleres, al cual acudí cuando los conciertos empezaron a fallar y al notar que pocos entendían mi poesía urbana. Así conocí a Daniel Zayas Aguilera, quien luego se convirtió en mi amigo, en mi familia», rememora el vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la Isla de la Juventud, autor de El viejo, la casa y ellas.

«Hice de todo para que mi empleo como inspector y agente de un Equipo de Seguridad no se interpusiera en mis clases de literatura, las cuales se resumieron en un mes. Tiempo suficiente para darme cuenta de que lo que me gustaba era escribir, que podía encontrar en la escritura las armas para dialogar y comunicar mi visión sobre la realidad toda. De ese modo entré a la AHS y he podido intercambiar con muchos artistas contemporáneos. Vi en el arte el aliento para disipar la oscuridad y la violencia de la vida, vi en el arte el arma más certera para encontrar la luz».  

—¿Cómo viviste la llegada de tu primer libro?

—Gracias al equipo de la Editorial Sed de Belleza, dirigido por el poeta Idiel García Romero, mis poemas me llegaron en forma de libro. Y siempre los nacimientos acercan la felicidad o lo más parecido a la felicidad. Disfruté mucho, pero mucho, recorrer el país con mis textos. El escritor que soy ahora no cambiaría ni una sola letra de lo que está escrito en El viejo, la casa y ellas. Es que no podría, sería deshonesto y desleal. Lo digo porque la poesía que escribo tiene como alimento la sinceridad, y la negación de mi voz precaria, joven y gritona de años pasados, me han mostrado el camino que ahora veo como necesario para el crecimiento que noto en mis versos más recientes. 

—Eres vicepresidente de la AHS en el territorio. ¿Qué te llevó a asumir tal responsabilidad?

—Me gusta trabajar, y trabajar lo mejor que puedo. Fui elegido por la membresía como vicepresidente y eso exige una entrega constante y concentrada, algo que me encanta. Es cierto que agota, pero te obliga a crecer como persona, como artista. Asumir la responsabilidad de vicepresidente es ser coherente conmigo mismo: nada más simple que eso.

—¿Cómo ha sido la experiencia de dirigir Ediciones Áncoras?

—Un constante aprendizaje; una lucha que debes enfrentar con todo tu cuerpo, ganas y fuerzas. Significa asumir las decisiones erróneas que tomes y enmendar con valentía los fallos, ya sea en la gestión o en cualquier otro aspecto. Es una labor hermosa pero muy sacrificada, si te equivocas puede ser fatal, y los autores pueden ser crueles; yo he sido muy cruel cuando he estado en ese lugar, por eso ahora es mayor mi sensibilidad y apego a mis responsabilidades.

«Te confieso que resulta una experiencia en la cual sigo con mucho miedo, pero con ganas, con deseos de mantener un trabajo editorial digno y que sea cada vez más atractivo para los autores de todo el país». 

—¿Por qué enredarse con un taller literario como La pequeña habilidad?

—La pequeña habilidad es un proyecto que comenzó como un taller de haiku y que poco a poco fui enriqueciendo con secciones y actividades para fomentar vocaciones más allá de la escritura. Si bien la idea principal fue dar a conocer la literatura y estimular los hábitos de lectura y el buen decir, me tracé otros objetivos y metas que ya están dando frutos geniales y muy saludables.

«Más que un taller es un grupo literario, en cuyas sesiones hacemos promoción literaria, donaciones de libros, vamos a los campos y pueblos apartados a leer poesía, a dar a conocer el quehacer de todas las editoriales de la AHS y de la organización en sí; fomentamos el colectivismo, la sana diversión, el cuidado a la naturaleza y el aprecio por las pequeñas cosas. Favorecemos también el vínculo con otras manifestaciones, el dominio de la historia local y despertar la vocación investigativa...

«Son muchas actividades que le dan sentido al proyecto, y constituye un trabajo que disfruto tremendamente. La AHS en la Isla me apoyó desde el principio, y poco a poco se han acercado otras instituciones y otros proyectos para contribuir a que el taller y sus integrantes sean parte del movimiento artístico pinero».  

—¿Qué ha representado para ti formar parte de República poética?

—La República poética me ha enseñado a respetar, a suprimir la vanidad y el ego, a trabajar pensando siempre en el otro. A crecer como artista. A superarme como escritor y estar en la calle mirando a la gente a los ojos y a entender porqué escribo, por qué sigo confiando en el ser humano. A limpiarme el churre que deja la rapidez con la que se vive. El desapego a la belleza que a veces nos deprime.

«Muchas son las anécdotas que puedo contarte. Porque nuestro objetivo son las personas, han sido muchas las situaciones en las que hemos tenido que poner en práctica la improvisación de los raperos y repentistas, la movilidad de los bailarines, la sagacidad de los sicólogos, el histrionismo y la proyección de los actores, la abstracción de los pintores que decoran nuestros textos, la bondad que nos hace útiles...

«Qué importa que algunos nos crean locos que leen poemas y luego los regalan a los transeúntes. Sí, estamos locos: locos que no se creen estrellas ni candelabros. Somos poetas que intentan ofrecer de corazón su poesía en un acto sincero. Para mí, La República poética es, como lo es para todos sus integrantes, un espacio donde decir el poema y entregar belleza para el otro».    

—Es evidente que la poesía tiene en la Isla una fuerza que no consiguen otros géneros literarios, ¿cómo lo explicas?

—La poesía es un impulso que late en cada esquina de esta Isla. La poesía de Paco Mir aún es referente para muchos, como la de Melesio Reynaldo Aguilar, Bellasoe Cobas, Jaime Prendes..., que ya no están físicamente, pero en su obra está el verso en formas distintas.

«La Isla es un lugar de encuentros y de decir adiós, de agua por todas partes, de estrechar manos y mandar cartas, de lomas y ríos de aguas obesas de luz, de encierro y llanto, de historia y conexiones, de emigración, de soledad, de espaldas sudadas, de campos y cítricos rotos, de canciones, de mucho amor… Si con todo eso no salen poetas a cantar, nada tuviera sentido y esta fuera una isla más».

—¿Vivir en la Isla lejos de la Isla...?

—Es un tema sensible que lleva años golpeándonos. Ser una Isla dentro de otra Isla es una realidad con lo cual tendremos que vivir los que apostamos por esta orilla. Es duro, pero cuando hay amor y deseos de hacer, todo tiene sentido.

—¿Cómo es ser joven en un lugar que se nombra Isla de la Juventud?

—Si te digo la verdad, no me siento identificado con el nombre de Isla de la Juventud, creo que Isla de Pinos responde a un sentimiento, a una tradición, que aún persiste en la memoria de la gente. La historia de piratas, de pinos por doquier, de cotorras haciendo ruidos en los campos… me satisface. Yo amo esta Isla como amo a mi país, y es ese amor lo que hace maravilloso ser un joven que vive en dos islas a la vez.

—¿De dónde surgió «El Tiza» que te identifica?

—En la primaria fui un niño muy hiperactivo, me la pasaba en la Dirección porque no me perdía ni un solo alboroto. Muchas  maestras intentaron anotarse el punto conmigo disciplinándome, pero solo una, a quien le profeso un enorme cariño, Mirian Adelá, encontró la forma de controlarme. Y un modo era ponerme a escribir el asunto de la clase en la pizarra y todo lo que se le ocurriera, por consiguiente, mis manos siempre andaban llenas de polvo de tiza. Y mis compañeros, para molestarme, me decían «Tizón», lo que de nuevo destapaba mi estado de hiperactividad y un poco de violencia. Mas tuve que acostumbrarme y no coger más lucha cuando terminando el sexto grado se apareció aquel cantante de rap con el tema de «¿Quién tiró la tiza?», que se hizo tan popular y que llegó para ponerle la tapa al pomo: desde entonces, y hasta el sol de hoy soy, para todos, «Tiza» Yadián Carbonell Hechavarría... Mucho gusto...

 

 

 

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