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Daranas comparte proyectos y opiniones

El cine cubano nos dará sin falta esas películas que todos estamos esperando. De ello está convencido el director de Conducta, quien considera que en el documental hecho en Cuba ya se aprecia un salto importante y no duda que lo mismo ocurrirá también con la ficción

Autor:

Joel del Río

Considerado uno de los cineastas cubanos más influyentes de los últimos años, Ernesto Daranas dedica actualmente sus esfuerzos a la restauración de la obra del significativo documentalista cubano Nicolás Guillén Landrián. Muy pronto debe comenzar a rodar la prometedora serie, también de carácter testimonial, Cuba indígena, de modo que nos pareció necesario conversar con el realizador de Conducta para poner en blanco y negro sus proyectos y valoraciones.

—La última vez que hablamos me explicaste que el escaneo en 4K, necesario para iniciar el trabajo de restauración digital, estaba pendiente a causa de la pandemia…

—Seguimos en ese punto. El escaneo se hará en los estudios Aracne Digital, de Madrid, y la previsión es que se pueda viajar en cuanto las condiciones lo permitan. A partir de ahí será posible comenzar la restauración digital como tal de la obra de Nicolás Guillén Landrián, un proceso que pensamos hacer íntegramente en Cuba y que deberá tomarnos casi un año de trabajo.

—¿Alguna novedad en estos meses de espera?

—En realidad han sido meses de trabajo. Hemos terminado la restauración del material fotográfico que encontramos, y digitalizamos casi toda la papelería que se conserva respecto a la vida y la obra de Landrián. La ayuda de su viuda Gretel Alonso y del fotógrafo Livio Delgado ha sido decisiva y nos ha permitido ir conformando un rico expediente de escritos, poemas, fragmentos de guiones que no se llegaron a filmar, fotografías inéditas y dibujos que facilitan una comprensión mucho más abarcadora de su aporte a la cultura cubana. Buena parte de ese material dará lugar a un libro que Gretel está preparando y el resto lo entregaremos al Icaic, a la Cinemateca.

—¿Y el documental que pensabas hacer sobre la recreación de todo este proceso?

—Está bastante avanzado, pero su verdadero sentido consiste en acompañar el restreno de la obra de Landrián ya restaurada. Como te había comentado, va dirigido básicamente a quienes conocen poco o nada de la vida y obra de este cineasta, que desgraciadamente es la mayor parte del público cubano.

—Me habías dicho que documentales tan importantes como Retornar a Baracoa, Desde La Habana ¡1969!, Recordar y Nosotros en el Cuyaguateje continuaban perdidos. ¿Alguna novedad?

—Lamentablemente no. La búsqueda es difícil porque el deterioro de los rollos ha hecho ilegible la identificación de muchos de ellos. Esto obliga a veces a revisar lata por lata. Y a este respecto destaca la gran labor de los especialistas del Archivo Fílmico del Icaic, de Luciano Castillo, de nuestra asistente de dirección, Ariagna Abreu; de la productora Esther Masero y del editor Pedro Suárez. Así hemos acabado de encontrar, por ejemplo, una copia en muy mal estado de Patio Arenero (1962), pequeño documental que se daba por perdido. A eso suma hallazgos colaterales de algunas obras breves e iniciales de otros cineastas, incluidos Tomás Gutiérrez Alea y Sara Gómez. Sorpresas de este tipo nos ofrecen una idea de todo el tesoro pendiente de digitalizar que hay en el archivo.

—¿Cómo se podría detener de una vez el deterioro de todo ese patrimonio que hay en el archivo?

—El material cinematográfico sufre un desgaste físico y químico continuo, incluso en las mejores condiciones de conservación. Un archivo fílmico está sujeto a exigencias de humedad, temperatura y de otros parámetros, y asegurarlos es bastante costoso. Durante muchos años esas condiciones no han existido en el Archivo del Icaic y el precio ha sido la pérdida de un volumen creciente del patrimonio fílmico cubano.

«La buena noticia es que ahora mismo se están climatizando algunas bóvedas y se toma un grupo de medidas de carácter organizativo y tecnológico con las que se debe ir actualizando el trabajo. Sigue pendiente el escaneo digital de todo el material conservado, que es lo único que permite obtener copias de calidad, sobre las que podrá realizarse la restauración digital. Pero se necesitan equipos con los que el Icaic no cuenta en este momento».

—Pensando en la obra de Guillén Landrián, y en documentales suyos como Ociel del Toa, me pregunto si existe alguna influencia entre este tipo de acercamiento a nuestra realidad rural y la serie documental de tres capítulos que ahora te propones, Cuba indígena, anunciada como una indagación en el legado de nuestros pobladores aborígenes.

—Llegué a estos dos proyectos, la restauración y la serie, casi al mismo tiempo, pero por caminos diferentes. Si hay alguna influencia que los une supongo que esté dada básicamente por mi infancia. Entre los años 1960 y 1966 mis padres fueron maestros de montaña y viví, hasta los cinco años, en el corazón de la Sierra Maestra. Nuestra casa y la escuelita rural eran de piso de tierra con paredes y techo de yaguas. Teníamos una letrina en el patio trasero y un horno de carbón en la cocina.

«Ese es el tipo de vida que Landrián refleja un poco en Ociel del Toa, y que sigue siendo muy parecida a la que aún tienen muchos habitantes de la Sierra. También debe haber influido mi formación como geógrafo y la posibilidad que me ofrece la miniserie de regresar a la naturaleza de esta zona, que es una de las más espectaculares de Cuba. Desde que filmé con Rolando Almirante La tierra más hermosa, hace ya más de 20 años, no había tenido el tiempo ni la oportunidad de asumir un proyecto de este tipo».

—¿De qué va exactamente Cuba Indígena?

—Todo parte de un proyecto del mismo nombre desarrollado por el fotógrafo español radicado en Cuba, Héctor Garrido, y la doctora Beatriz Marcheco. Ellos, junto a un grupo de reconocidos especialistas cubanos están realizando un estudio genético, fotográfico, sociológico e histórico sobre la persistencia del legado taíno en las poblaciones del oriente cubano. Hace un par de años, Héctor Garrido me mostró parte de los resultados de esa investigación y me propuso hacer un documental.

—¿Cuáles serían tus principales propósitos? ¿Dónde crees que pueda radicar el aporte de tu mirada como cineasta?

—No creo que termine haciendo un documental «de autor», o una obra de tipo observacional, como otras muy buenas que ya existen sobre nuestra vida rural. Prefiero dar seguimiento al trabajo que Beatriz y Héctor llevan adelante y, por esa vía, ir descubriendo algunas historias de vida que nos muestren el estado actual de la cultura taína. Se trata de una miniserie y su destino natural es la exhibición televisiva, así que el lenguaje que use tendrá muy en cuenta ese hecho.

—¿Quiénes producen la serie? ¿Ya tienes definido tu staff de colaboradores?

—El Icaic se interesó enseguida en el proyecto y hemos contado con todo su apoyo. También se ha sumado Wanda Films, que asumirá una parte importante de la posproducción. Y aquí debo destacar la presencia de Paxy, una productora sin fines de lucro que nos está garantizando buena parte del apoyo técnico necesario para el rodaje. Contamos, además, con la colaboración de la productora Fila20 y de la Embajada de España.

«En cuanto al staff, será un equipo mínimo, compuesto por el director de fotografía Alejandro Medina, Héctor Garrido y yo en el rodaje. Pedro Suárez y Jorge Miguel Quevedo se ocuparán de la post, mientras que la asistente de dirección será Ariagna Abreu y la productora general, Esther Masero».

—Recientemente escribí en un artículo que en tu filmografía ha prevalecido el interés por reflexionar, directa o indirectamente, sobre quiénes somos como pueblo, y qué impulsos nos trajeron hasta aquí. ¿Esta vertiente testimonial, documental, de tu obra te la planteas conscientemente o tiene que ver con tu formación como guionista de radio?

—Siempre he hablado de lo mismo desde que empecé a escribir para la radio, hace ya 40 años. Con sus aciertos y desaciertos, en cada una de mis obras me he referido a lo que conozco y, por supuesto, a lo que me inquieta o me conmueve. En ese sentido, me ha obsesionado siempre nuestra autoestima, el reconocimiento de lo que somos como cultura y como pueblo más allá de las coyunturas, la manipulación y la política. Lo otro es que nunca me ha importado decir que trabajo para la gente. Respeto todos los puntos de vista sobre qué debe ser el arte en general y el cine en particular, pero yo filmo como lo siento.

«La radio me formó y me deformó, me enseñó a imaginar que siempre hay alguien del otro lado esperándote y así es como hago mi cine también. Pero creo que mucho más que mi formación académica o profesional, influye mi manera de entender este país. No sé si recuerdas que en Cayo Hueso había una cuartería famosa que tenía escrito en una pared: “Si no sabes, no te metas”. Y de eso se trata, de entender y de sentir primero para poder expresar algo después. Ese es el proceso que he seguido todo el tiempo, de ahí el carácter testimonial que mencionas».

—Me atrevo a asegurar entonces que Cuba indígena marcará un antes y un después en torno al reflejo audiovisual de los taínos, y deberá contribuir a encontrar la pieza que falta en el enorme rompecabezas que conforman el mapa de «lo cubano».

—Primero tengo que vivir esa experiencia en la montaña y a partir de ahí iré entendiendo mejor qué debo hacer. He estado muchas veces en esa zona, la última fue en el comienzo de la pandemia, en una avanzada que hice junto a Héctor Garrido. En los estudios realizados por la doctora Beatriz y su equipo hay un descubrimiento fascinante respecto a que en nuestros genes existe mucho más de indocubano de lo que se creía hasta hace muy poco. En general, el impacto de la cultura aborigen es bastante más profundo de lo que parece, pero eso no evita que sea un legado en peligro sobre el que es necesario tomar conciencia. Por lo tanto, intentaré hacer un buen documental de formato divulgativo, y este sería tal vez el modo más apropiado para llegar a la mayor cantidad posible de cubanos, con un tema de tanto interés nacional.

—El público cubano espera y confía en que nuestro cine vuelva a estrenar una película como Conducta. ¿Qué piensas sobre el hecho de volver a lograr el milagro de una aceptación tan plural que parecía unánime?

De Conducta valoro la posibilidad que me dio de expresar esa necesidad que tenemos de que la política sea hecha con amor, apunta el reconocido cineasta. Foto: Cortesía RTV Comercial

—Creo que el cine cubano nos dará sin falta esas películas que todos estamos esperando. De hecho, en el documental hecho en Cuba ya se aprecia un salto importante y no tengo dudas de que ocurrirá también con la ficción. Pese a la resistencia que nos tocó enfrentar, los cineastas y la dirección del Icaic hemos logrado materializar un grupo de exigencias que nos han tomado años de trabajo.

«El Decreto 373 y el Fondo de Fomento distan de ser algo perfecto, pero constituyen un paso de avance que debe ir dando lugar a esa renovación que necesitamos. Estamos hablando de una convocatoria abierta a todos los cineastas cubanos, vivan donde vivan. Y como es lógico, los jóvenes son quienes mejor partido deben sacar de todo esto. La mayoría está muy bien formada y hay mucho talento entre ellos. Lo otro es el cine independiente, que seguirá consolidando su aporte de los últimos años. Poder hacer cine en medio de esta crisis que estamos viviendo es un lujo, pero también una necesidad que comparten nuestros cineastas y nuestro público. 

«En lo que a mí respecta, ciertamente no estoy satisfecho con ninguna de mis películas. En el caso de Conducta, valoro sobre todo la oportunidad que me dio de compartir la utopía de una Cuba que es posible, de expresar esa necesidad que tenemos de que la política sea hecha con amor, abriendo realmente las puertas al diálogo y la inclusión. Y no fue un inocente acto de fe, es la certeza de que no tenemos otro camino para salir de esta crisis.

«También he valorado mucho de Conducta el proceso tan lindo que compartí con los niños de la película, con los estudiantes de la Famca que me ayudaron a hacerla y con un staff y un casting maravillosos. Sin embargo, me queda muy claro que nunca haré otra película como Conducta, porque eso no lo decide uno y porque una de las cosas que más me motiva en un nuevo proyecto es su capacidad de ofrecerme otra tesitura para seguir hablando de mis obsesiones de siempre. Eso es lo que intento lograr con los guiones que tengo listos para filmar, pero por ahora estoy centrado en la restauración pendiente de la obra de Landrián y en estos documentales sobre los que hemos hablado».

—Leí en algún lugar que estabas interesado en adaptar al cine el texto teatral Diez millones, de Carlos Celdrán…

—No hemos podido avanzar con ese sueño por causa de los compromisos que hemos tenido. Diez Millones es una obra muy personal, pero con la extraña cualidad de involucrarnos a todos. Recrea hechos y vivencias que han cobrado una lamentable vigencia en los últimos años. Me impactó cuando la vi y me pareció importante poder llevarla al cine junto a Carlos. No siempre tenemos la capacidad de acercarnos a nuestros traumas de un modo tan honesto y liberador.

Ociel del Toa (1965, Cuba), clásico indiscutible del documentalista Nicolás Guillén Landrián.

Conducta logró el milagro de una aceptación tan plural que parecía unánime.

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