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Fe en los versos de Martí

Dos CD premiados en el más reciente Cubadisco hacen justicia a personas muchas veces ignoradas en la gestión fonográfica, teniendo, sin embargo, tanto que ver con los resultados de las obras

Autor:

Frank Padrón

Dos CD premiados en el más reciente Cubadisco hacen justicia —además de a sus autores, intérpretes, arreglistas, diseñadores y a otros artistas y técnicos en estos involucrados— a sus respectivos productores, esas personas muchas veces ignoradas en la gestión fonográfica, teniendo, sin embargo, tanto que ver con los resultados de la obra.

Me refiero a Nelson Vila, alguien de vasta experiencia en ese rubro sobre todo con discos de la Nueva Trova, además de ser también un gran director de conciertos de muchas de esas figuras (y otras fuera del movimiento) a quienes produjo volúmenes.

Y a José Manuel Ceruto, extraordinario compositor y orquestador al que debemos discos tan notables como Lágrimas negras, María Caracoles o Comprensión.

Esta vez son los responsables desde ese importante rubro de dos CD-homenajes que, como decía, obtuvieron sendos reconocimientos especiales (a la excelencia artística) en nuestra feria discográfica: Fe (Tributo póstumo a la obra del cantautor Alberto Tosca) y Martí en Amaury (edición especial conmemorativa 1878/2020), ambos con sello Egrem.

El primero (Nelson Vila, quien había producido justamente la ópera prima de Tosca en materia discográfica: Aves dentro) reúne un grupo de canciones representativas del gran trovador desaparecido en 2018, interpretadas por colegas suyos que se sumaron a la reverencia convocada por quien produjo, bajo una expresiva foto del bardo y pequeñas imágenes de los invitados integrando las letras que dan título al disco, según acertado diseño de Juan Carlos Viera. 

Tosca fue un autor de peculiar y elevado vuelo, que en lo musical incursionó tanto en la canción trovadoresca como en géneros de lo popular bailable (el sucu-sucu o el son). Una virtud inicial de Fe es haber reunido no solo a intérpretes que lograron aprehender y transmitir a la perfección el universo lírico del bardo (quien también poseía un poderoso y cálido timbre en tanto cantante), sino a arreglistas, los cuales, del mismo modo, entendieron —incluso, en algunos casos ensancharon— sus criterios armónicos.

Aunque algunos vocalistas se encargaron de orquestar sus propias interpretaciones, otros recibieron el creativo aporte del «Chino» Verdecia y Sandro Vila, Jorge Aragón y Justo Abboy.

La selección fue rigurosa y representativa (lástima la ausencia de las letras impresas dentro del CD), si bien quizá debió alternarse mejor la combinación de las piezas rítmicas con las de corte baladístico (predominantes) y acaso incorporar un poco más de las primeras. Así, es posible disfrutar ese color vocal único, inconfundible, de Pablo Milanés (Barquilla), la ternura de David Torrens (Esa negra) o escuchar el sui géneris timbre de Silvio en un tempo más lento y una base de blues para el imprescindible Paria...; mas no hay que olvidar los dúos, reales o construidos gracias a la tecnología, entre el homenajeado y la tan afinada Haydée Milanés (en una de las más bellas canciones de amor fuera, incluso, de la Nueva Trova: Fe), Pedro Luis Ferrer (Si te vuelvo a sorprender) o Frank Delgado (Pinera) y los bonus track donde aparecen la mítica interpretación de Xiomara Laugart sobre Fe u otro dúo ocasional inolvidable: el que alguna vez hiciera (y afortunadamente grabara) también con Pablo en el sabroso y polirrítmico Sembrando para ti.

Hay otros solos muy hermosos, como el de Carlos Varela, con su voz gratamente quejumbrosa (Vicaria) y el de Amaury Pérez (Niña), quien desde el arreglo sutil y elegante de Aragón lanza un breve guiño a uno de sus preciados referentes en el mundo de la canción: Barbra Streisand.

Justamente de este cantautor es el otro disco que nos ocupa: Martí en Amaury (edición especial conmemorativa 1878/2020) que contiene tanto la grabación «príncipe» realizada bajo el auspicio de Casa de las Américas —aquel legendario puñado de poemas martianos casi todos musicalizados por él, en su voz— como el nuevo CD que recoge esas mismas canciones en versiones de colegas suyos.

Otro compilatorio entonces, donde la producción se luce nuevamente, con la dirección general del conocido artista  partiendo de una idea de su compañera y asistente personal, María Teresa «Petí» González y la dirección musical de Ceruto.

Maridar cada pieza con el intérprete ideal, ajustarlas a sus estilos, diseñar arreglos que respeten la concepción original y además suenen «nuevos», diferentes, son desafíos que debe asumir un disco como este y que, dígase desde ya, Martí en... logró sortear más que satisfactoriamente, comenzando por un diseño (Juan Carlos Viera) que encontró el tono cromático y gráfico justo, desde el cuadro de Waldo Saavedra que le sirve de cubierta hasta el resto de sus partes donde descuellan las fotos de Alan Pérez y Joel Valdés.

Remontándonos al original, un muy joven Amaury se había volcado a versos escritos por el maestro durante el quinquenio 1875-1880 en México, y donde se condensan algunos de los temas fundamentales de la poesía martiana. No impidió la métrica predominante (el endecasílabo con que el escritor trabajó buena parte de sus versos libres), ni el encabalgamiento que se levanta como poderoso hándicap en toda labor de musicalización, que brotaran no solo auténticas canciones, sino muy hermosas, para lo cual el músico contó entonces con la decisiva colaboración orquestal de un talentazo como Mike Porcell, quien aportó además solfas propias a dos de los textos. El cantante a su vez logró domeñar mediante fraseo, entonación y recursos dinámicos, las dificultades inherentes a una empresa que salió airosa y hoy es un disco que se continúa disfrutando, tal puede comprobarse de nuevo ahora, pues este nuevo CD doble lo incluye.

Para la versión más reciente se convocó a un equipo de excelentes cantantes, quienes aportan desde sus estilos peculiares nuevos matices, sin que se alejen esencialmente de los originales.

En el plano orquestal, un equipo de jóvenes y muy creativos músicos, concretamente pianistas (Tony Rodríguez, Pepe Gavilondo y Daniel Torres Corona, los cuales ejecutan las cuerdas pulsadas en sus respectivos arreglos) actualizó sonoridades, amplió el horizonte tímbrico y adornó el discurso musical de una elegante y vigorosa narrativa.

Siempre, por mucho que se trate de evitar, afloran las comparaciones, y descubrimos un acorde y hasta frase sonora ligeramente cambiada, y hasta uno que otro arreglo que nos gusta menos que el anterior.

Por ejemplo, en Cartas de España, que si bien devuelve a una Annie Garcés a la medida, serena, sin excesos en la vocalización que hubieran arruinado el hermoso crescendo melódico, también hace echar de menos aquellos impactantes «golpes de piano» del original.

Pero en términos generales, hay una correspondencia muy lograda entre cantantes/ arreglos/ piezas, que permite disfrutar del disco sin dejar de hacerlo respecto al otro.

La energía y el temperamento de Ivette Cepeda para Abril; la delicadeza de un César López (el saxofonista, sí, que también canta ¡y muy bien!) en ese testamento afectivo que es A Enrique Guasp de Peris; el diálogo no solo «cantábile» sino armónico (de texturas barrocas) entre Berazaín y Figueiral para Dolora griega; el lirismo de Eduardo Sosa bordando Magdalena; la base country que permite a Raúl Torres recrear La vi ayer, la vi hoy; la sobriedad y convicción con que David Blanco proyecta las desgarradas imágenes tanto escriturales como musicales de Rosario; la elegancia transmitida por Leonardo García en Mucho, señora, daría; la sensualidad de Carmen desde Buena Fe y hasta una que no aparecía en el disco precedente (Emma, por Daniel T. Corona) para un cierre, verdadero broche de oro, con Luna Manzanares emulando en visceral interpretación con las encrespadas estrofas de Je veux vous dire, dan vida al corpus del CD, que nos llega en toda su nitidez gracias al diseño sonoro, grabación y mezcla de Orestes Águila.

Dos discos, muchos y valiosos artistas involucrados en sendos homenajes que hacen realidad ese apotegma precisamente martiano: «Honrar, honra».

Portadas de los CD:  Martí en Amaury (edición especial conmemorativa 1978/2020) y Fe (Tributo póstumo a la obra del cantautor Alberto Tosca).

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