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Una casa que da vida

JR se acerca a la Casa de Cultura de Centro Habana Joseíto Fernández, sus nuevos aires y retos  

Autor:

Sergio Félix González Murguía

En la avenida habanera de Carlos III —Salvador Allende es su nombre oficial— se levanta una imponente casa que no deja indiferente a los transeúntes de la populosa ruta. Justo en la confluencia con la calle Castillejo, en 1941 se edificó una construcción muy peculiar que hoy es la sede de la Casa de Cultura de Centro Habana Joseíto Fernández.

Durante la época seudorrepublicana, el senador Alfredo Hornedo Suárez, un magnate mestizo que no era aceptado por la élite blanca habanera, decidió construir esta edificación que es símbolo de uno de los municipios más céntricos de la capital. Desconocía el dueño del inmueble que décadas después la casa se convertiría en espacio de concurrencia de personas de toda condición social, cultural y racial, en busca del deleite y la formación artística.

Tras el triunfo de la Revolución, Hornedo decidió abandonar el archipiélago cubano y sus propiedades, las que fueron puestas al servicio de intereses públicos. Entonces su casa de Carlos III, luego de ser la sede de la Asociación de Jóvenes Rebeldes y hasta un círculo infantil, se convirtió en la Casa de Cultura de Centro Habana, el 23 de julio de 1982.

Pese a los cambios en su estructura, ejecutados en cada una de sus pasadas asignaciones institucionales, esta joya arquitectónica vence al tiempo. Sus áreas han sido revitalizadas gracias al proyecto de colaboración italo-cubana Casa de todos, y a la voluntad gubernamental del municipio de Centro Habana, para ofrecer sus áreas renovadas a la población interesada, tan pronto la situación epidemiológica lo permita.

«La buena acogida que siempre ha tenido esta Casa de Cultura se debe a que la programación cultural se construye pensando en satisfacer a la heterogeneidad del territorio de Centro Habana, a lo largo de sus cinco consejos populares. Además, aprovechamos las riquezas del territorio en géneros como el son, el feeling o la rumba, lo que provoca que el reconocimiento trascienda las fronteras de lo local», comenta a JR, Javier Alba Horta, director de la institución.

El cronograma de actividades culturales que promueve la Casa de Cultura Joseíto Fernández suele ser uno de los más amplios de la capital. No solo produce los eventos dentro de la institución, sino que interviene artísticamente en los barrios y se apoya en el trabajo de la Casa Comunal Los Sitios, para edificar propuestas más atractivas.

La institución cuenta con un equipo de 14 instructores de arte, tres metodólogos y una subdirectora técnica: una fuerza laboral que según el Director «no alcanza para cubrir toda la necesidad que presenta uno de los municipios más poblados de la capital, donde lo ideal sería que cada escuela contara con, al menos, un instructor de arte».

Entre esos instructores está Dabney Díaz Álvarez, miembro de la Cátedra de Danza de la Casa de Cultura, así como una de las cantantes que forma parte de su programación habitual. Su interés por el arte surgió, precisamente, de su participación en eventos comunitarios promovidos por la Casa de Cultura del Cotorro, lo que la llevó a formarse como instructora de arte e impartir sus saberes en instituciones culturales de La Habana Vieja, Cerro y, finalmente, en Centro Habana.

«Somos tres profesoras en la cátedra de Danza y yo atiendo el trabajo con jóvenes adultos. Imparto la línea yoruba en los talleres de danza folclórica y, a veces, generar interés es un poco complicado porque los jóvenes tienen una referencia muy marcada del reguetón y les cuesta más asimilar nuestros géneros tradicionales», comenta la también joven artista que integra el catálogo de la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos de la Música Ignacio Piñeiro.

Debney Díaz, además, lleva adelante la peña Cantándole al bolero, donde procura que sus alumnos participen combinando coreografías de bailes tradicionales con alguna canción de esos géneros.

«Me hice instructora de arte porque quería ser artista y llevando adelante esta profesión puedo desarrollar mi arte, pero a la vez enseñarlo a otras personas. Es conmovedor ver cuando montas una coreografía o haces una canción y los muchachos logran reproducirlas hasta mejor que tú», destaca.

Similar sensación experimenta Yurian Izquierdo Cruz, jefe de la Cátedra de Música, al compartir su arte con sus alumnos en sus tres talleres dedicados a la música tradicional y a los tambores batá, donde trabaja exclusivamente con niños.

«Tratamos de inculcarles a los estudiantes las raíces y en este caso la rumba, que es uno de los géneros que define a los centrohabaneros», comenta el joven instructor, quien lleva ocho años trabajando en la Casa de Cultura y dirige la agrupación Rumbeando, integrada por algunos de sus alumnos, que ha obtenido importantes resultados en el Festival Internacional de la Rumba Cubana Timbalaye.

La rumba es uno de los puntos fuertes en el trabajo de esta institución cultural. La Casa de Cultura de Centro Habana cede sus espacios a los ensayos de agrupaciones como Nsila Cheche, así como Ronald y Explosión rumbera, ambas pertenecientes al Centro Nacional de la Música Popular. Además, sirve de escenario para otros grupos como Clave y Guaguancó, Rumba Morena, Abde Olorun, Infantil Rumbeando…

Otra tradición cultural que promueve la Casa de Cultura Joseíto Fernández es la de las congas y comparsas, pues el territorio se prestigia con tres agrupaciones reconocidas: La Boyera de Los Sitios, La Sultana de Colón y Los Componedores de Batea, del barrio Cayo Hueso, que es una de las más antiguas de la capital, con 113 años, reflejo de las grandes tradiciones musicales que posee Centro Habana.

«Tuvimos la dicha de que nuestra institución fuera la sede donde se confeccionó el expediente para solicitar la declaración del Bolero como patrimonio inmaterial de la nación, algo que sentimos como un reconocimiento a nuestra defensa de ese género, pues entre nuestras peñas sistemáticas, cuatro son dedicadas al bolero con artistas aficionados y profesionales, como Sencillamente una Mujer, a cargo de la solista Mariela Galdeano, adscrita a la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos de la Música Ignacio Piñeiro», comenta orgulloso Javier Alba Horta.

El reto de la casa

La falta de instructores de arte en el Sistema Nacional de Casas de Cultura es una de las debilidades que atenta contra un efectivo trabajo de este tipo de instituciones, y la de Centro Habana no escapa de ello. Si bien la Cátedra de Música de la Casa Joseíto Fernández tiene la plantilla más completa, la entidad presenta otras áreas donde no llega a cubrir determinadas necesidades del territorio, algo que ha identificado el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, en recientes recorridos.

Gloria Esperanza Zuluaga Acosta, artista de origen colombiano, discípula del dramaturgo Enrique Buenaventura, imparte la Cátedra de Teatro a estudiantes de secundaria básica y resalta el valor que tiene para la Casa de Cultura que sus instructores estén presentes en las escuelas del territorio, porque allí «es donde ves las problemáticas sociales reflejadas en los niños y es donde el instructor puede trabajar mejor y aprovechar para generar un cambio».

Para Evelio Pérez, especialista de Artes plásticas, cuya cátedra se compone de cuatro instructores de arte, «es escasa la fuerza laboral para tantas escuelas: cada consejo popular tiene entre cuatro o cinco centros de estudio». Los especialistas de la Casa de Cultura apoyan el trabajo artístico en las escuelas del territorio, donde realizan captaciones entre los estudiantes para identificar posibles talentos que potenciar en los talleres. Una vez conformados los grupos, surge otra cuestión: ¿qué actividades se pueden desarrollar con los recursos disponibles?

«No todos podemos impartir pintura y dibujo porque a veces no tenemos los materiales. Entonces, en mi caso, enseño a mis alumnos con recursos que pueden encontrar fácilmente. Por ejemplo, el engrudo que se hace con harina, al no ser posible, descubrí que se puede hacer con el almidón que desprende el arroz. Entonces se trata de buscar soluciones a los problemas que siempre han estado ahí», asegura este artista espirituano y miembro de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), quien domina el arte de las manualidades y es lo que enseña a sus alumnos, junto a otras técnicas, en cinco talleres diferentes: tres de creación y dos de apreciación.

Por su parte, Luis Romero Herrera, metodólogo asesor de las cátedras de la Casa de Cultura Joseíto Fernández, hace hincapié en el interés de muchos talleristas, los cuales «no hacen estable su permanencia en los distintos cursos que ofrecen los instructores». De igual forma destaca la deficiente promoción de las actividades del centro, lo cual pretenden mejorar con vistas a la próxima apertura.

El instructor Evelio Pérez retoma la palabra y apunta que «la misión de la Casa de Cultura no es formar artistas. Es, a través de las manifestaciones artísticas, fortalecer valores éticos y estéticos para ese joven que será el hombre del futuro. Nosotros somos un mediador entre ese niño y una academia, porque el objetivo es trabajar con todo el mundo, con los que tengan talento o no; todos tienen que estar incluidos en el proceso de creación».

Es una visión que comparte Javier Alba Horta, pues «la Casa de Cultura es la institución fundamental de la comunidad. Aquí acuden todos los que tiene aptitudes para las artes. La Casa no es para la formación de un profesional, sino para el esparcimiento y la exploración de sus pasatiempos».

«El reto que tenemos es aprovechar estos nuevos recursos de los cuales disponemos, con la reparación del inmueble y la habilitación de nuevos espacios, como la Galería Khalo y las distintas cátedras, para prestar una atención de excelencia a todo aquel que se acerque a nosotros. Nuestro personal se ha estado capacitando en distintos cursos en el Centro Félix Varela y el Centro Juan Marinello para que los talleres sean más profesionales y así no perder la esencia con que se diseñó esta Casa de Cultura», reflexiona el también promotor cultural y gestor de una casa que da vida.

Dabney Díaz Álvarez, instructora de arte y miembro de la cátedra de Danza de la Casa de Cultura Joseíto Fernández. Fotos: Juan Manuel Montoto Pascual

Evelio Pérez, instructor de arte y  especialista de artes plásticas, de la Casa de Cultura Joseíto Fernández, de Centro Habana.

Gloria Esperanza Zuluaga Acosta artista de origen colombiano, instructora de teatro de la Casa de Cultura Joseíto Fernández, de Centro Habana. 

Luis Romero Herrera, metodólogo asesor de las cátedras de la Casa de Cultura Joseíto Fernández. 

Yurian Izquierdo Cruz, instructor de arte y jefe de la cátedra de Música, de la Casa de Cultura Josíto Fernández, de Centro Habana.

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