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Los eternos pliegos del saber

La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí alcanza 120 años con el reto de seguir perfeccionando sus labores

 

Autor:

Emilio L. Herrera Villa

Desde la antigüedad se consideraba a los soportes de la escritura como receptáculos de sabiduría. Se anotaba para almacenar, para aprender y sobre todo para preservar conocimientos. Los Ptolomeo, faraones de sangre e ilustración griega, conocían que los manuscritos y papiros poseían poder, el verdadero poder del saber humano. Pensaron que al concentrar todas las sapiencias en un solo lugar tendrían un tesoro y una ventaja invaluable. Así surgió la grandiosa Biblioteca de Alejandría, alrededor del 300 a.n.e.

Pidieron prestadas colecciones de la biblioteca de Atenas, que jamás regresaron. Se enviaron emisarios por el mundo antiguo en busca de todas las obras escritas. Se escarbó en el acervo culto egipcio y se le agregó lo conocido más allá del Mediterráneo. Cada embarcación que entraba a puerto alejandrino era revisada. De encontrar algún vestigio cognoscitivo este era requisado, copiado y después entregado a su legítimo dueño.

En su mayor apogeo lograron reunir 900 000 rollos que iluminaron a miles de aprendices y eruditos llegados de todas partes con el propósito de aprender ingeniería, medicina, astronomía, matemáticas y otras sabidurías custodiadas por la institución.

Al tiempo que los Ptolomeo soñaban con acaparar el conocimiento, legaban a la posteridad un recinto intelectual que, a pesar del nefasto incendio, los saqueos y la expoliación, se perpetuó durante siglos venideros en instituciones similares.

El próximo 18 de octubre nuestra Biblioteca Nacional José Martí
(BNCJM) cumplirá 120 años de vida institucional. Pero más allá de la momentánea vanagloria de la fecha, el verdadero motivo de júbilo radica en avivar el intelecto de quienes la visitan, tal como ocurría en aquella mítica edificación de Alejandría. 

«Como tantas creaciones que se han dado a sí mismos los seres humanos y las sociedades, las bibliotecas perdurarán porque son reservorio esencial de esa propia marcha de la humanidad. Ellas conservan los nombres, todos los nombres, es decir el conocimiento humano sobre todas las creaciones del universo», dijo a Juventud Rebelde Omar Valiño, director de la centenaria institución.

La riqueza de los libros

La BNCJM cuenta con la colaboración de entidades cubanas y
extranjeras, así como la tutela de personalidades políticas y de las artes. El centro arriba a este aniversario con un formidable fondo que supera los cuatro millones de documentos de consulta, aunados desde su creación en 1901.

Libros, periódicos, revistas, mapas y demás archivos están organizados en colecciones generales o específicas que se remontan hasta el siglo XV. Facilitar el acceso a información veraz y profunda a quien desee solicitarla integra las labores de esta institución como parte del proceso de divulgación y preservación de nuestras tradiciones.

«La Biblioteca Nacional atesora parte fundamental de la riqueza misma que nos permite llamarnos cubanos. La colección de prensa a lo largo de la historia, los raros y valiosos, con sus documentos cubanos y universales, la mapoteca, la música, grabados y fotografías, las colecciones parciales de grandes intelectuales como Fernando Ortiz y José Lezama Lima, o más recientemente las bibliotecas personales de Alfredo Guevara y Jaime Sarusky», explicó Omar Valiño.

La institución, declarada este año Monumento Nacional de la República de Cuba, resguarda depósitos únicos que están a la disposición de usuarios asiduos a las salas o aquellos que podrían interesarles. 

Entre la multiplicidad de colecciones disponibles encontramos la colección Música, una de las más ricas del país, con volúmenes en diferentes formatos y soportes, que incluyen biografías, diccionarios, enciclopedias e investigaciones sobre la historia, estética y apreciación de la música. En esta se hallan partituras de Nicolás Ruiz Espadero, Gaspar Villate y la obra del gran Ernesto Lecuona. 

La Mapoteca, fundada en 1959, es considerada como una de las más nutridas de América Latina, al contar con unas 26 000 piezas cartográficas entre mapas, manuscritos (antiguos y modernos), planos
y cartas náuticas nacionales y
extranjeras. La colección de mapas de La Habana, datada desde 1615 hasta la actualidad, es una de las series más valiosas de topografía cubana.

A su vez, la colección Fototeca abarca una pequeña muestra de daguerrotipos y ambrotipos, la colección de Presidentes (1902–1958), la obra de Generoso Funcasta (1908–1965), integrada por negativos de vidrio, nitrato y numerosos testimonios que retratan la Cuba republicana. La Fototeca ostenta en sus archivos más de cien mil piezas fotográficas nacionales y del mundo, algunas de carácter patrimonial, como la colección general de Fotos Cubanas, de los siglos XIX y XX.

Totalizado por unas 2 000 piezas, en su mayoría de un alto valor patrimonial, la colección Fondos Raros y Valiosos posee el libro más vetusto de la biblioteca: el manuscrito de un códice de 1433, donde se transcribe la obra de Santo Tomás de Aquino sobre la educación de los reyes y los príncipes. Además conserva 18 ejemplares impresos entre 1450 y 1500 (incunables). De factura nacional se atesora la Tarifa General de Precios de Medicina de 1723 (el impreso cubano más antiguo), una edición de la Gazeta de La Habana de 1782 y el Libro de los Peces o Descripción de diferentes piezas de historia natural, de 1787 (primer libro ilustrado y primer libro de ciencia publicado en Cuba).

Presente y futuridad

La Biblioteca Nacional desempeña un papel primigenio como uno de los centros culturales más importantes de la nación. Con sus colecciones, salas y espacios especializados que alimentan el quehacer de investigadores de cualquier latitud, la institución respira a través de sus publicaciones.

«Nuestras revistas son: Bibliotecas Anales de Investigación, Librínsula, y la Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, creada
en 1909», comenta Johan Moya, encargado del Departamento de Publicaciones de la Bncjm.

«La Revista BNCJM debería ser la enciclopedia de la nación», explica Moya con la certeza de cuánto fluctúa una publicación en más de cien años. Bibliotecas Anales de Investigación es la publicación por excelencia de las Ciencias de la Información. Librínsula, una revista digital cultural de la cual soy jefe de Redacción, está abocada al extendido universo del libro y une el academicismo intelectual de la Revista BNCJM al cientificismo de Bibliotecas Anales de Investigación».

Por otra parte, la institución tiene dos colecciones dentro de su sello Ediciones Bachiller: Raros y Valiosos y Biblioteca del Bibliotecario. En los últimos tiempos se ha resucitado Ediciones Bachiller con una nueva edición de Ese sol del mundo moral (2021), de Cintio Vitier.

Sin abandonar el acceso a las fuentes tradicionales, la BNCJM desempeña un rol más decisivo en el mundo digital y en las nuevas tecnologías de la información. Es común la creación de multimedias y otros contenidos y servicios que ayudan a estrechar los efectos de la brecha digital.

«La pandemia trajo un desbordamiento del espacio virtual. Cerraron las librerías y las bibliotecas y universidades comenzaron a abrir sus archivos digitales. El imperio de lo digital vive un gran momento. Es un error creer que este terreno es el Nom plus Ultra del universo de la información. Se está buscando una biblioteca híbrida, donde converjan lo físico (documento, el microfilm, el pergamino, el grabado) y el libro digital. Ambos pueden y deben existir mientras haya una buena metodología de trabajo», argumenta Johan Moya.

Como un núcleo impulsor del aprendizaje, la investigación y la innovación de los contenidos, la Bncjm se proyecta hacia el futuro con el mismo afán de crecimiento y sabiduría que motivó a los antiguos a viajar a Alejandría muchos siglos atrás. 

De acuerdo con Omar Valiño, la Biblioteca Nacional pretende «seguir siendo el gran centro cultural que es, en mejor disposición para entonces de nuestro cumplimiento de los servicios bibliotecarios. La digitalización continúa, pero es mucho más lo que se debe hacer, pues ese es el futuro que tenemos que hacer presente. Disponer de amplios servicios en línea para la consulta de los fondos desde cualquier parte del país y del mundo. Un gran reto, todavía con una respuesta lenta de nuestra parte, pero que aspiramos lograr».

 

 

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