Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El son cubano, cubano

El 8 de mayo, Día del son, está dedicado a Ignacio Piñeiro y Adalberto Álvarez

Autor:

Rafael Lam

El son cubano cobra nueva vida a partir de este 8 de mayo, en que se establece el Día del son, tomado del cumpleaños de Miguel Matamoros (1894), rey del son de Santiago de Cuba, además fue el día en que se fundó el trío Matamoros (1925), el día en que también vino a este mundo Miguelito Cuní (1917).

Para muchos es de interés saber exactamente qué quiere decir la palabra «son». Desde los más antiguos tiempos de la lengua, se denomina son a cualquier aire musical más o menos melódico, sencillo o complejo, profundo o levemente rítmico. Poco a poco esta palabra fue derivando hasta nombrarse con ella un estilo de baile.

En la Edad Media la palabra son la encontramos en la Égloga de Cristino y Febea, de Juan de la Encina, escrita antes de 1500: «hazme por probar un son».

De manera que la palabra son indica un ritmo para bailar. Un conjunto de sonidos danzables, según publica Samuel Feijóo.

La manera en que en la zona oriental de Cuba se le fue llamando son a una música bailable, se pierde en la noche de los tiempos. Lo cierto es que se acuña la palabra en Cuba. Se hace una «marca» musical que se gana la más grande de las islas del Caribe.

 

                                                                                                                          Ignacio Piñeiro.                                                                                                                                          

A fin de cuentas es en Cuba donde más rápidamente se concretan y sintetizan las músicas. Una oleada de hispanos y africanos invaden a Cuba desde 1492.

Según considera María Teresa Linares, «el son fue el primer género musical en implantar un boom nacional, a partir de 1920 con la creación del formato del sexteto y después, en 1927, de los septetos con trompeta. En 1925 (según datos de Senén Suárez) el Sexteto Habanero grabó Maldita timidez (29 de octubre de 1925), su primera pieza hasta llegar a más de cien títulos. En 1926 grabó el Sexteto Occidente, de María Teresa Vera, para la Columbia. En 1927 graba el Sexteto Nacional de Ignacio Piñeiro, en Camden, Nueva Jersey.

Muy rápido las disqueras estadounidenses se percatan de la riqueza musical de Cuba, y privilegian a esta Isla como la más favorecida en las grabaciones musicales.

Baste ver las músicas de otros países del Caribe y toda América Latina para percatarse de la fuerza de la música cubana en comparación a lo que se hacía en otros países. El son influye considerablemente a muchas de las músicas de todo el continente. Tanto el ritmo como el formato nacional.

Nadie como Fernando Ortiz puede describir el aporte del son y todos los ritmos cubanos al mundo: «No se podrá achacar a petulancia patriótica si un escritor cubano dice que la popular música bailable de Cuba ha tenido desde hace siglos una gran resonancia, así en el Nuevo Mundo como en el Viejo, pues tal hecho es innegable. Cuba tiene una musicalidad nacional genuina y de cosmopolitas valores… Los cubanos hemos exportado con nuestra música más ensoñaciones y deleites que con el tabaco, más dulzuras y energías que con el azúcar. La música afrocubana es fuego, sabrosura y humo; es almíbar, sandunga y alivio; como un ron sonoro que se bebe por los oídos, que en el trato iguala y junta a las gentes y en los sentidos dinamiza la vida».

                                                                                                                                             Adalberto Álvarez.                                                                                                                     

Poco a poco, muchos países comenzaron a influenciarse de los ritmos cubanos, en especial el son. Como nos dice Rogelio Martínez Furé: «El son tiene su equivalente en los calypsos de Trinidad, Jamaica y Bahamas; en el beguine y la lagghia martiniqueña; en la plena de Puerto rico; en los merengues haitianos y dominicanos; en los roundeances de las Islas Caimán».

De la estructura del son no solamente influye Cuba a toda la zona; también influye el modo de vida: el espíritu gozador, sensual, lúdico. No olvidemos lo que expone el musicólogo Olavo Alén: la riqueza mayor que Cuba puede darle al mundo es su alegría contagiosa, y la alegría vale un tesoro.

Cuba también ofrece su baile, sus danzas afrodisíacas y trepidantes. Cuba es una creadora y exportadora de ritmos y bailes. Desde Cuba se han exportado más cargas de música que de azúcar, ron, tabaco y café. 

Lo vamos a comprobar con la siguiente canción para que el homenaje sea completo y terminar cantando la canción de Silvestre Méndez en la voz de Benny Moré:

     YIRIYIRIBÓN

Me gusta mulata la rumba,

Me gusta mulata la conga,

Bailar al compás de un tambor,

Tocado por manos de negros cubanos,

Que hayan jurado tocar el tambor.

En Cuba se corta la caña,

En Cuba se toma café,

En Cuba se baila el bembé,

Se fuma tabaco, se toma guarapo,

Y atrás de la comparsa,

Se va echando un pie.

Yiriyiribón, yiriyiribón, yiriyiribón.

(Grabada con la orquesta de Rafael de Paz en 1951 en México antes de la partida hacia Cuba.)

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