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Una razón para disfrutar hasta el delirio

El 27mo. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso cierra sus cortinas este domingo, tras días en que el público vibró con cada interpretación de los bailarines nacionales y foráneos

Autor:

Sergio Félix González Murguía

En espera de que este domingo cierre el telón de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, tras la última presentación que propone el 27mo. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, el acontecimiento ya nos deja recuerdos inolvidables de auténticos días de delirio escénico, en los que público y artistas se unieron para celebrar parte de lo mejor del arte de la danza.

No se trató de una edición cualquiera. Era el regreso de uno de los más esperados eventos dentro y fuera del panorama cultural cubano: el encuentro internacional de danza más antiguo del mundo, que desde su debut en 1960 convoca a bailarines, coreógrafos, críticos y espectadores, balletómanos o no, que juntos asisten a las salas para dejarse sorprender con el talento de los bailarines.

Esta edición 27 llegó, como agua de mayo, para dejar atrás los duros momentos de la pandemia de COVID-19 que forzaron su posposición por casi tres años. Además, representa el inicio de nuevas etapas en la historia de este festival, que por primera vez preside la primera bailarina Viengsay Valdés, luego de haber asumido la dirección general del Ballet Nacional de Cuba (BNC).

La impronta de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019) es innegable en esta cita, que se reconoce deudora de su obra. Su larga vida es motivo de celebración para los artistas escénicos que, durante casi un mes, hicieron vibrar a los espectadores en cada una de las cinco salas donde hubo presentaciones de compañías y solistas, nacionales y foráneos.

Apenas se abrió el telón de la sala Avellaneda para la gala inaugural el 20 de octubre, coincidiendo con el Día de la cultura cubana, fue posible atisbar que los días siguientes estarían cargados de la magia auténtica, seductora y emocionante que es capaz de aportar la danza.

Sonó la música y salieron los bailarines a escena, cargados de la novedad de un estreno o la fuerza sublime de una pieza ya conocida, para hacernos vivir noches de ensueño en las que el público, sin moverse de sus asientos, de alguna forma bailaba también con ellos. Cada uno de esos artistas tocó la fibra de la sensibilidad del auditorio, y los aplausos son testigos de ese éxito.

Ya resultan inolvidables el estreno en Cuba de piezas como Woman with water, de Malpaso, Edén-6, de Mi compañía (bajo la dirección de Susana Pous) y Tríptico, interpretado por el BNC. Con Séptima sinfonía, de Uwe Scholz, la compañía insignia de la danza clásica cubana, arropada por la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, fue capaz de dar vida y movimiento a la música de Ludwig van Beethoven, una vez más.

Ello fue puerta para una temporada de cinco presentaciones del clásico Giselle, en las que varias estrellas internacionales se pusieron en la piel de la joven lozana que se convierte en willi y en la de su amante desdichado, Albrecht. No era casual que esta edición 27 del festival de ballet contara con semejante representación, pues se trata de la obra cumbre del romanticismo que más veces se ha escenificado en esta cita: 85 ocasiones.

Este ballet, en su versión compuesta por Alicia Alonso sobre la original de Jules Perrot y Jean Coralli, tiene un significado especial para el BNC, y llevarlo a escena fue a su vez oportunidad para no dejar pasar celebraciones importantes para la danza cubana, como el inicio de la jornada por el aniversario 75 de la compañía, a celebrarse el 28 de octubre de 2023.

En especial la presentación del 2 de noviembre, pocos la olvidarán. Fue el momento escogido para el regreso a escena de la primera bailarina Viengsay Valdés, tras dos años retirada por razones vinculadas con la maternidad. Esa noche, fecha en que se conmemoraba el aniversario 79 del debut de Alicia en el personaje cumbre del ballet romántico, coincidía con los 25 años del estreno de la Valdés en ese rol tan identificativo del ballet cubano.

Ese fue el cierre perfecto para uno de los platos fuertes de este festival, que convocó a primeras bailarinas de la talla de María Kochetkova, Yolanda Correa, Susanna Salvi y Anette Delgado, quienes dieron vida a la joven Giselle, cada una en su estilo y haciendo gala de su ya probado talento, capaz de arrancar los aplausos más encendidos del auditorio.

Sus partenaires no se quedaron atrás. Primeras figuras como Joaquín de Luz —a quien también disfrutamos en Cinco variaciones sobre un tema y Eterno—, Semyon Chudin, Dani Hernández, Ricardo Castellanos y Jacopo Tissi, brillaron junto a sus compañeras de escena y el cuerpo de baile del BNC en cada noche de esta temporada ecléctica a teatro lleno.

Por la sala Covarrubias pasó la fuerza arrolladora de un programa diverso que cada noche reunió piezas dotadas de diferentes sensibilidades. El regreso de la bailarina Catherine Zuaznábar con la pieza Sacre, de Sandra Ramy, la aparición del italiano Roberto Bolle y Melissa Hamilton, estrella del Royal Ballet, con Caravaggio y El otro Casanova —estrenos para el público cubano—, y la presencia de Acosta Danza con sus interesantes Nosotros y Paysage, soudain la nuit, fueron algunos de los números más atractivos.

A ellos se sumó el talento argentino de la compañía independiente dirigida por Federico Fernández, Buenos Aires Ballet, la bailaora española Sara Calero, los intérpretes del ballet del Teatro alla Scala, de Milán, Nicoletta Manni y Timofey Andriashenko y, por supuesto, la presencia insoslayable en Cuba de la Compañía Nacional de Danza de España, que bajo la dirección de Joaquín de Luz ha presentado una temporada de Carmen, en la versión del sueco Johan Inger, como cierre del festival.

Hasta los amantes de la danza que abundan en otras provincias llegó también esta cita con el arte escénico, porque el festival retomó espacios que había hecho suyos en ediciones anteriores, como el Teatro Sauto, de Matanzas, y el Terry, de Cienfuegos, donde el público asistente pudo apreciar varias propuestas con programas equilibrados entre compañías nacionales y foráneas.

De especial significación resultaron las galas de los días 5 y 6 de noviembre en el teatro Milanés, de Pinar del Río, donde varias compañías de la Mayor de las Antillas —BNC, Acosta Danza, Ballet de Camagüey y Danza Contemporánea de Cuba— se unieron para brindar parte de lo más actual de nuestra danza y celebrar la reapertura de esa instalación vueltabajera.

Gran acogida tuvieron además las actividades colaterales del festival, como las proyecciones fílmicas vinculadas con la danza y la exposición Miradas en Pas de deux, de los fotógrafos Ariel Cecilio Lemus y Maykel Espinosa.

Culminan así días de rencuentros entre artistas de la danza de diferentes vertientes, escuelas e inquietudes creativas; jornadas que, sin duda, servirán como impulso para nuevos empeños artísticos.

Para el público fue la oportunidad de ver en su ciudad parte de lo mejor que está aconteciendo en la danza mundial. Noches de ensueño que, esperamos, no tarden en repetirse.

De la cobertura realizada por JR de este evento te proponemos: 

Hasta el alba y más allá

Estrellas en la Avellaneda (+Fotos)

Viengsay Valdés está de regreso (+ Fotos)

Giselle: diferentes talentos y una magia incuestionable

Mientras haya vida, existirá la danza

 

 

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